28 de diciembre de 2006

Certeza

¿Cómo darle un prestigio al pensamiento que no lo tiene?

Si la idea es un aspecto, lo es de un estado de cosas que no se resuelve. Al exceso de dudas, a los productos de una libertad débil, les suponemos un origen: la meditación, la reflexión, la especulación. El estado de ánimo de Nietzsche localizaba, quizás correctamente, el origen de los principios en las dolencias cerebrales de individuos depravados. Una excelencia en el mal! Ni eso. Pensar en dolencias implica, nada más, atribuir al mecanismo las condiciones de una falta de claridad y seguridad... Todo está en nuestras manos, menos nuestro cerebro.

La libertad está en la mente, pero ¿qué es ésta? Un subproducto biológico no merecería que le concediésemos atención. Pero esta opinión misma supone un punto de vista situado por encima, que es justamente el que ignoro, el que sé que no tengo. Eso lo sé.

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