Imaginas la definición que corresponde a la palabra que dices (micrografías). La palabra existe -¿a quién le importa tu ignorancia?-, académicamente real, pero lo más alejada de lo que tú pensabas: la descripción de una imagen microscópica, el rigor que te falta y que admiras; tú querías una escritura al mínimo, parásita, comentadora; flexible y oculta como un junco (¿se me entiende?).
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(Casa en ruinas)
Esculpe el viento -medida o cifra de los astros, hermano eterno del tiempo- sus figuras frías, arriba del todo, en el verde; una caricia que desagrada a la piel, y que la busca (el amor que no querías).
Modela el viento sus figuras de un instante, circulando entre las paredes medio caídas de un hogar que fue; y se confunde el color de las piedras expuestas en el suelo, al sol, con la tierra de la que surgieron.
Se necesitaba muy poco, la vista y el paisaje, para encender una historia (su vida, como la mía), y un viaje. Los ojos también querían saber su más allá: lo sé entre los muros de piedra, sin pensarlo, rememorando el esfuerzo inútil de sus manos, /cuando trazaban/construían terrazas en la sierra/, humanizando el terreno para cultivarlo, /sospechando algo, la eternidad/.
Su ausencia la digo.
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