No entendía lo que había dicho esa tarde: el tiempo que llevaba sin estar con alguien. ¿Meses? Quizás quería dar a entender lo contrario, y también no hablar demasiado de una pérdida, entre extraños que quizás tuvieran una curiosidad maliciosa. Eso lo supo después, la herida de una soledad sin cerrar, madura -por dentro- su vida; lo conoció sin pretenderlo, así como surgen las conversaciones.
Pensé en el humo, igual que si lo viera, que se acuerda del leño y lo echa de menos, su amor: el hotel en que se reconocen los cuerpos y se asombran -han dejado fuera los espejos-, en una habitación fuera del mundo, ajenos, ¿las contemplan?, a las luces mudas, y al frío, al movimiento detenido de los coches a lo lejos, silenciosos: se mueven ellos, en el mundo, los amantes.
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