Des-autorizados, des-legitimados, des-acreditados, nos reconocemos (a pesar de todo) como sujetos puros delante de la pantalla: un sueño realizado, el de la conciencia entera ante la máquina.
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Hemos vivido en las ciudades, sin habitarlas, igual que un trato amoroso que se olvidara de los cuerpos; plurales -nosotros-, pertenecientes al pasado, indiferentes -es la costumbre-, productos de la soledad provinciana de otras épocas.
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¿Quién puede -aún- soportarnos? Nos falta la pasión del singular y del presente.
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Sueño:
El velo entre las nubes de la luna, el vuelo corto de una falda, el aire que se vierte de los árboles, el rumor de hierro de las farolas: una manera nocturna de la verdad.
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