31 de diciembre de 2006

Málaga 1996

/30 de diciembre de 2006/

Hay comprensión en los ojos, cuando se abandonan: conocen el huerto de naranjos, la estructura -diría que ausente- de un edificio a medio construir (el objeto de tus paseos), las hojas caídas sobre los coches, las horas que caen eternas de la fuente...

¿Yo quiero su eternidad? ¿El extravío repetido de los ojos, de mi cuerpo de paseante?

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Podría haber ocurrido que no encontrara a Alguien, perdido en el innúmero flujo de bienes y personas (la ciudad). Las cosas que sé después de que han pasado me cogen ya demasiado tarde, materia impropia para mi cerebro impaciente (lo contrario de la inteligencia: el método, el sosiego).

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Personalmente no me tengo en gran estima, ni a mis proyectos.

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No podría creer en la existencia de una novela en red. Se parecería demasiado a una novela epistolar, a una expresión caduca del presente: dada al lirismo, a la melancolía, a los dioses epígonos, tardorrománticos.

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Totalmente incapacitado para el pensamiento metódico, me sucede que no sé exactamente qué hago aquí, qué y quién soy, esa inasequible definición de mi sustancia. Que alguien atine con el valor filosófico-diagnóstico del asunto, si es que lo hay para la falta de pudor.

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Los signos bailaban a su antojo, ajenos a que yo los entendiera, o que no. Yo no entendía nada. Al final he pensado que es mejor dejarlos en libertad, a su libertad. Se mueven como en un juego. Bailan, gozan, ríen. Son los objetos de un mundo reinventado, cultural, los que poseen la libertad.

(Pues las ideas son lo absoluto, lo independiente y separado, la sustancia; en el infinito, Dios.)

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31 de diciembre de 2006

Creyó ver esta mañana su imagen, el pelo rizado, largo, un poco de soslayo, en la televisión. Era una de las enemigas de la cantante protagonista, en un lugar turbio, hecho para las pasiones que no acaban bien. Tiene que asegurarse de que estaba en lo cierto, que era ella; mejor, que así puede recordarla, imaginarla. Así podrá volver a tener ese miedo que tanto le gusta, que le posee, como la vez que le sonrió cuando se acercaba, tan sin motivo que dudó, dudó de todo. Se acordó de los principios temerosos, de los acercamientos, de la rotunda verdad que tienen las entregas primeras.

Se debe pagar por lo que se cuenta: la Norma es justicia.

La palabra revela un claro de verdad, un corte en la confusión de símbolos, ante el que se debe actuar, responder. Es una pieza dramática, en el mundo, un reparto de papeles, de posibles estados de hecho. Desbroza, abre un camino entre los símbolos, aunque la palabra también se refiera al mundo físico, a la aparición primera.

Las ciudades, qué raro es ver esto, enredan continuamente: vuelven cada vez más complejo el escenario. Terminamos por olvidar que todo comenzó por la decisión de domesticar un espacio de tierra. La fuerza de estas determinaciones en el origen de las ciudades, su potencia caótica, hacen tan difícil proponer y disponer leyes antiespeculativas prácticas. El motor no es la moneda, la riqueza dineraria, sino la ambición de dejar unas señas de identidad propias.

¿Sabemos dónde y por qué surgen las ciudades? ¿Sabemos cuándo acaban? (La vida y la muerte del espacio domesticado, civilizado.)

30 de diciembre de 2006

Acotaciones

Eduardo Hojman: "Artículos a la deriva", Abcd, nº 778, 30dic.-5enero de 2007

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"Más allá de las intenciones originales del autor": De eso se trata, realmente. Pero no creo que alguna vez haya sido diferente, que el sentido leído haya servido para transparentar la intención de quien escribe. Esto pertenece a la simpatía, a las maneras de la psicología antigua, que pretende para la mente la objetividad positivista, o pretende su prestigio. Si me fío de mi mala memoria, si atiendo a mi peor comprensión, la querella de las intenciones, primeras y rebuscadas, debía corresponder a un conflicto de Facultades: al modo de las disputas teológico-filosóficas de la era kantiana. (Irónicamente, si Kant pudo pensar en dejar establecido el territorio y métodos de toda metafísica con vocación científica, ni la cosmología ni la psicología, ni mucho menos la teología, pueden pensar en unos logros definitivos: sus hallazgos poseerán todo el prestigio prestado de la luz informativa de los mass media, pero pocos avales científicos.)

Las intenciones se pierden, se perdieron: por el camino de las interpretaciones diferenciadas de la tradición, en el transcurso de las épocas, cuando cada una de éstas era comprendida como unidad, modo de producción, era, cultura, edad... según el enfoque y la fe que cada uno tuviera. Pero también comprendemos nosotros, tardomodernos, que las épocas, las culturas y los queridos modos de producción han desaparecido para siempre: ahora las interpretaciones plurales son instantáneas, también los malentendidos, las tergiversaciones. ¿Quién se acuerda de la intención significante, apenas leído? ¿Quién lee pensando en/con la intención? Puesto que no se respeta la intención autorial (¿el autor sería el que posee intenciones significantes?, ¿definirían sus proyectos su condición?), tampoco cabe hablar de usos derivados o torcidos, de empleos arbitrarios de la escritura ajena. Por otra parte, el empleo de la lengua es anterior a las codificaciones burguesas de la autoría y la propiedad intelectual. De ahí que la arbitrariedad, el azar y la falta de control no deban sorprender demasiado, por ser mecanismos conocidos de la formación y desarrollo de los lenguajes (otra cosa sería el speranto, una lengua de palo, más muerta que todas). Si Internet sirve para trazar un nuevo escenario del mundo, una nueva representación política de todo el complejo de realidades humanas, personales, sociales, tecnológicas, jurídicas, científicas, etc., pensar en un nuevo lenguaje resulta lo más evidente, y también en las reglas que lo gobiernen. Yo no conozco más que la de responsabilidad, veracidad, honradez y cortesía. Es una regla plural, ciertamente.

Pero es bueno pensar que Internet implica una posibilidad magnífica de actuar contra los abusos de los gobiernos, pues permite el milagroso intercambio de opiniones no censuradas. Nada más que opiniones, pero nada menos. Por mi ocupación profesional de docente nouniversitario tengo cierta experiencia acerca del abuso a que puede dar lugar la circulación verticalizada, tradicional, de las informaciones, con independencia de las fuentes de los mensajes, políticas, pedagógicas, desde la cátedras universitarias, o directamente informativas. Literalmente, la información se cae encima de uno, como un shock o como una catarata, y es imposible responder de igual a igual. Cualquiera que se dedique a la enseñanza nouniversitaria (según la neolengua) sabrá a lo que me refiero. Pero no es éste el tema (I´m sorry), sino la incapacidad fáctica de responder a "informaciones" que, a veces, podrían ser tomadas por acusaciones de estar cometiendo (prácticamente) un delito. El experto "universitario" puede soltar una barbaridad calumniosa, pero al destinatario de la andanada (aquí sí cuentan la intenciones; no las del decir, sino las del hacer) no le queda más recurso que intentar la vergonzante carta al director, la sección de los lectores, y a esperar. Pues bien, con la escritura electrónica esto se acabó, gracias a Dios, espero. Con tal de tener paciencia y ganas se pueden emitir dos enunciados de protesta contraargumentadora por cada uno de los que contenga una barbaridad injuriosa. Por lo menos se puede poner en marcha la discusión. Aquí el producir mucho ruido no acalla las voces, aunque el exceso de letra pueda terminar ahogándonos, es verdad. De eso se trata, en el fondo, de ser sujetos de la mejor manera, no siéndolo, no viviendo por debajo (según la raíz de la palabra "sujeto"), en cualquier clase de sumisión. Un hombre con un arma en la mano genera sumisión, lo sabemos perfectamente, también la genera el sentido único, administrado, gestionado, expertorizado... de los discursos.

Yo estoy muy poco dotado para el pensamiento abstracto, necesito pensar en situaciones, recomponiendo lo que quiero decir, imaginando estados de naturaleza, o el día de antes (¿la isla?). Así se me ocurre imaginarme una cárcel de la escritura; sin saber cómo, el hallazgo magnífico de hombres antiguos y venerables ha sido puesto a resguardo de las miradas ajenas, en templos secretos, inaccesibles, de los que sólo se sabe con temor y en voz baja... Pienso que la escritura necesita del aire y de la luz, exclaustrarse, y nunca se dará bastante las gracias a los conventos por servir de reservas de transmisión de la cultura antigua, del humanismo. La imprenta sacó la letra de los monasterios, y de su forma más pura, el claustro de las universidades, llevándola al amplio público de los lectores. Quizás sea ese el sentido de cualquier ilustración, el crecimiento del cuerpo social de los doctos. Esto requiere libertad y circulación real de los saberes (comunicación y discusión pública de la información). Pues bendita sea Internet si acuerda con esta definición-intención emancipadora. ¿Qué perdemos? Desde luego el prestigio y autoridad de la autoría, empezando por los legítimos derechos de autor. Porque los malentendidos interpretativos no cuentan. Siempre existieron y son plenamente humanos, propios de una condición de ser terriblemente limitada por el tiempo de la vida y sus males, la educación recibida, la disponibilidad de tiempo libre, etc. Esto no significa ninguna muerte del autor, porque yo pienso que vive más que nunca (y que el Gutenberg electrónico puede ser hasta el lugar de una novela: ¿pero qué quiere decir esto?, ¿una escritura pública, que reniega de su vida privada, viviéndola para otros?), de una manera que no se esperaba, también es cierto. Por eso sólo le cabe al autor arriesgarse, y no abrigar ningún temor por ello. Sólo realiza la condición normal de la lectura, en todas las épocas, vacilando en los inicios: creo que la posición de autor nace entre iguales, de un intercambio previo de lenguaje que da, ¿cómo?, lugar a la aventura de desplegarlo en un segundo plano, imaginario, reflexivo, autorreferencial, ensayador... Algo de eso debe ocurrir con el apasionante mundo nuevo de los blogs. A este respecto, yo no hablaría de la lectura como objeto, de reflejos y reflexiones de un pensamiento en la mirada de los demás. La lectura representa una acción de la inteligencia, el punto de vista de la comprensión. No encuentro raro que la adquisición medieval de los tesoros de cultura del humanismo antiguo pasara por el método del comentario: una forma de respeto que luego podrá ser lo libre que desee.

Cambian los odres, el vino siempre es el mismo.

Pulsión mortal

Tengo una duda, que supongo que será familiar a todos los que nos hicimos, en nuestra juventud (yo soy ya un hombre maduro), una idea de la teoría y la práctica política a partir de la lectura "ingenua" de las obras de Platón. Que el joven se ocupe de estas cosas ahora parece risible, como va pareciendo imposible una comunicación con sobreentendidos acerca de estas cosas: porque para los enemigos atenienses de la filosofía no era lo más ridículo el que un joven se dedicara a ella, sino el que lo hiciera un anciano desvalido, que sólo podía hallar una justificación de su vida en la voluntad de verdad y rectitud que le había guiado en sus conversaciones, puesto que el sentido primero de la teoría no es ver, sino escuchar: una vez, eso sí, que la teoría fue reconvertida desde su inicial posición mítico-admirativa. Pero yo realmente no conozco bien estas cosas... y tampoco tengo por seguro que el texto platónico pueda ser visto como un intento imaginario (de ahí la constante presencia de espacios y tiempos míticos) de conceder nuevos mundo y vida a la trayectoria trunca del maestro. Sí, en realidad todo esto es impensable ahora, todo esto me parece impensable.

Tengo una duda... Confiamos demasiado en una superficie de valores tolerantes, de ideas que renuncian a la fuerza, de formas de relación (resabios de cortesía, generalizados) que dicen que renuncian a la imposición de su punto de vista -entonces, ¿por qué se desempeña públicamente ese punto de vista, si no es para ganar a los votos... por la suma de las fuerzas subjetivas?-. No me parece que sea ése el funcionamiento concreto y real de los poderes, ni políticos ni informativos (tampoco en los ámbitos del saber): puesto que se trata de decidir sobre algo, se debe quebrar la cadena de razonamientos (según la lógica de los que han de decidir y actuar). No digo cortar (limpia acción quirúrgica), sino quebrar (que es mucho más violento) la discusión, porque -además- para eso se está legitimado. Debe ser así, porque se está acostumbrado a vivir según una mitificación de la legitimidad de las formas políticas, aunque no sé cuál puede ser su validez trascendental-filosófica superior, por encima de otros procedimientos que no consisten en la abstracción de los votos, la objetividad de las reglas y la imparcialidad de los funcionarios, sino en la experiencia y en la sabiduría reconocida. (Max Weber argumentó magistralmente acerca de esto: ¿se le entiende bien, cuando se entiende que describe un proceso histórico, un progreso en las tipologías?)

Los hechos históricos no nos prueban que podamos ser tan confiados acerca de la validez de la objetividad legal, abstracta, tolerante, multiperspectivística. ¿Lo prueban nuestras conductas, nuestras palabras, nuestros silencios, el mirar para otro lado, el omitir? Puede ser una creencia bárbara asentar la fuente última de las reglas de convivencia en el patíbulo, en su discreta administración. Inmoral, sí, pero recurrente y revolucionario, cíclico. ¿Se asienta todo nuevo inicio (?), toda nueva cadena de errores, en la destrucción de las personas que deben ser ajenas a la vida porque se establece que pertenecen a un mundo pasado? Creo que algo de eso hay, lo percibo (aunque constituya un abuso percibir por y para los demás) en las fotografías del cadalso iraquí, en la maldad de los pies de foto, que prometen al curioso que la ejecución ha sido grabada. Casi todos han callado... ¿Por qué se debe volver a confiar en ellos? (En los principios). El mundo informacional/informatizado, ¿ha traído nuevos dioses? ¿Los adoramos ya? ¿Desde cuándo? ¿Vienen con el sermón de la motaña?

29 de diciembre de 2006

Duermevela

¿A qué se debe el breve entusiasmo que nos procuran ciertos recuerdos?

En el niño de la fotografía en blanco y negro, delante del portal de una casa vieja que desconozco, en el gesto asustado, más que vergonzoso, la mano que agarra el cochecito de juguete (con las ruedas hacia arriba), en lo que veo y en lo que está más allá de lo que puedo ver, en esa instantánea de niño asustado estoy yo, y no lo entiendo (pero sí, soy yo, que he convertido los elementos de la fotografía en mis rasgos de carácter).

Quiero pensar (o mejor, imaginar, porque no tengo ahora la materia del recuerdo, que a veces asiste en el semisueño) en un portal de Granada, yo, joven estudiante (ya engañado). Aunque me viene el olor, a humedad, a frío de viviendas de protección oficial (?), confundo -ahora- lo que quiero decir con una fotografía que sí recuerdo de Alfredo Deaño, sentado en un portal, como si presintiera la tragedia. Esto último, naturalmente, es mi interpretación, pues yo ya conocía que el filósofo había muerto.

Pero no sólo amo lo portales.También los pubs entre pretenciosos y descuidados, una copia fuera de tiempo de otros sitios y ciudades. Un lugar así existía en mi ciudad naciente. La barbarie urbanístico-demográfica (esta impresión humeana de espacio repleto que yo no conocía) terminó con él, con el ambiente (los clientes, las charlas con sobreentendidos, los amigos, el humo...), porque el sitio sigue existiendo, y con el mismo nombre, El cordobés.

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Tampoco sobre los recuerdos pueden existir disputas, aunque sí conversaciones.

29 de diciembre

A principios del siglo XXI los europeos gozan de su herencia. Realmente saben administrar bien el legado recibido, con esa gracia rotunda de la ciencia filológica. Kant, Nietzsche, Heidegger, más, mucho/s más, escriben en el espejo y para el espejo del hombre del siglo XXI. Aunque la ciencia filológica no ha conseguido lo principal que se espera de los libros, que sean leídos...

El hombre-enfermo de principios de este siglo (si no de todos los principios de siglo, superstición pequeña del milenarismo, o anticipación del gran momento) va entrando en la sala de los espejos, inmensa; van llenando la sala, nuestros pacientes, los filólogos-filósofos. No se puede decir qur vivan mal, ni que sean pocos, porque el gran recinto de los espejos está completamente lleno, al momento. Si alguien pasa junto a la puerta de entrada escucha un runrún de apariencia musical (estos enfermos gozan de buena salud: ¿cómo no llamarlos malvados, o hipocondriacos?). Quizás se asustara si supiera que se trata de los discursos internos de los filósofos, que negocian, siempre lo hacen, el sujeto y la verdad. (Para todo eso tiene que guardarse de que se infiltren los teólogos, en discursos o en persona, pero es difícil evitar el contagio, el contacto; también el de los ministros de la falta de fe, los políticos profesionales; demagogos o mistagogos: ¿qué más da?) El recinto de los espejos -se habrá reconocido que ahí vive la filosofía, aunque no se de mucho a ver-, aun lleno, sólo alcanza a una minoría insignificante de la humanidad. Y todavía no se ha propuesto, como ocurre con religiones jóvenes, potentes y totales, la entrada por turnos en el sagrado habitáculo del saber. De ese modo, si las gentes que por vocación se quedan fuera, o pasan de largo, sintieran sobre sus espaldas el peso de la obligación, esas gentes, ahora mismo indiferentes, sabrían valorar una ocupación en la que les puede ir la vida. Dirían maravillas de la educación y de la libertad... Se equivocarían, porque los filósofos argumentan por circulares (también esas circulares petrificadas que son las cátedras, nada más que asientos), y si lo que hablan es como si cantaran, es nada más que para engañar. Lo llaman convencer, y para ellos consiste en salvar la reflexión de sí misma, construyendo unos espejos de materia más fina y reflexionante. Los que entran se hacen loas de los rayos cruzados de los conceptos, de la ingeniería filosófica. (Es terriblemente hermoso ver que la inteligencia consiste en producir cosas, en soberbios tonos de gris metalizado, de azul eléctrico, de negro sin parangón en el mundo, más negro que noche eterna y final.) Esta luz sí se expande sobre el mundo, en sabias cuotas mensuales, para que la cantidad de cosas de que soy informado (¿las aprendo?, ¿me informo?) me lleven por el camino feliz del consumo de las prácticas cosas (las prágmata) que me van a reembolsar con una belleza novedosa y superior otras informaciones de las que me acabo de hacer digno (pues a través de la tecnología me he convertido en un ser merecedor de dicha, aunque a ratos odie esta ilustración fría como sopapada).

-Pero los filósofos no son ingenieros -se dirá.
-No, ni siquiera del alma. Su mérito no está en la sala de máquinas, sino en la creación de una atmósfera, de un ambiente. Empezaron doblegándose, cuando habrían podido oponerse. Quisieron un amor fácil y tranquilo, en lugar del que fracasa.

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(Murcia)

El viajero se desprende de una ilusión, busca un refugio y encuentra una profundidad sorprendente (perdonad que no me explique). Le ocurre siempre igual, hallar lo vivo en un rincón, a la espera. Asombrado por el orden de la ciudad, que ve siempre como si fuera la primera vez -al acercarse en el coche, desde lejos, le asusta y le admira la mole de los edificios-, puede prescindir momentáneamente de la sequedad de sus informes, recuerdos desvaídos de cómo se conjugaban libertad y verdad. Él tiene a esta última, lo cree a veces, por el aspecto eterno, el esqueleto que resta en la fuga histórica. Justamente ése es el problema, cómo deja perderse el movimiento de la libertad, su condición sanguínea inevitable.

El viajero tiene como mandato la discreción.

28 de diciembre de 2006

Certeza

¿Cómo darle un prestigio al pensamiento que no lo tiene?

Si la idea es un aspecto, lo es de un estado de cosas que no se resuelve. Al exceso de dudas, a los productos de una libertad débil, les suponemos un origen: la meditación, la reflexión, la especulación. El estado de ánimo de Nietzsche localizaba, quizás correctamente, el origen de los principios en las dolencias cerebrales de individuos depravados. Una excelencia en el mal! Ni eso. Pensar en dolencias implica, nada más, atribuir al mecanismo las condiciones de una falta de claridad y seguridad... Todo está en nuestras manos, menos nuestro cerebro.

La libertad está en la mente, pero ¿qué es ésta? Un subproducto biológico no merecería que le concediésemos atención. Pero esta opinión misma supone un punto de vista situado por encima, que es justamente el que ignoro, el que sé que no tengo. Eso lo sé.

27 de diciembre, noche

Un poco de alegría: las luces amarillas de las farolas, más brillantes con el frío; el sonido: los villancicos y las atracciones del "ocio navideño"; la fuente.

(Hoy, tarde)

Se cumplen las obligaciones sociales con desgana (y cómo podría hacerse de otra manera, esta tarde?!), sin fuerza (la expresión correcta, sintética, me parece que es falta de ánimo). El sacerdote adecuaba el tono y volumen de voz a lo que estaba diciendo, a las circunstancias. Actores, mediadores, todos: con el deber de salir a escena o que nos saquen.

Conduciendo, entre los pueblos del valle, tengo la impresión de que nos conocemos todos: que las carreteras son calles, sin casas a los lados, todavía. Pero es una familia dispersa, como mi persona a veces. ¿Es el precio de la ciudad? ¿La "muchedumbre solitaria"? Estamos, en efecto, pendientes de las reglas, de una corrección que no tiene por qué ser la justicia; los átomos se agregan, a veces, pero falta algo: la decisión, la capacidad de escuchar, el silencio.

Un poco de alegría: las luces, los niños... Nosotros miramos, pensamos...

27 de diciembre de 2006

Diciembre de 2002

No existe la vergüenza. Yo no la conozco. Mejor: existe, con sus límites, fijadas unas reglas; trazado el círculo de las preguntas que se admiten, a quién y cómo; las circunstancias en que sería apropiado hablarte, para qué, de qué manera... El arrepentimiento vendrá con esos límites que le he puesto al pudor: yo, soberano, déspota, porque tengo mi biografía (según Ortega y Gasset)

Supe que se estaba acabando, sin tener claro por qué. Pero tenía claro que se estaba acabando, que se iba. Esto es duro, y yo aún no estoy preparado, aunque soy un hombre mayor (en mi ajmé). Algún día pienso estar preparado para decirlo. Supe que se moría, pero no las razones. ¿Las hay? Se está seguro y para de contar. No me quedó ninguna duda al llevarla al hospital. Se cayeron todos los velos (esto es, se hizo la verdad). La piedad hospitalaria hizo lo restante. Nos convierte en objetos que no se han previsto, al poner en el centro del amor el cuidado de los cuerpos. El cuerpo, ajeno, destruido es una devastación de la propia alma. Aprendí a mirar las paredes, a golpearlas, sobre todo a hablar y mirar a otra parte. No me hizo mejor, me hizo otro, al despertarme.

26 de diciembre de 2006, WB

El narrador se obliga a contar lo que no ha visto, a sostenerse (yo, decidor; se mantiene a él, en su discurso). Sin haber sido testigo de nada, su testimonio no vale más que el de cualquier otro, si acaso menos: no respeta los hechos, se desprende de ellos, ni tan siquiera los ha visto. Deja sus ojos abandonados, enfermos de conciencia (obsesionados), para mirar mejor a los que no ven, activos y vivientes estos últimos; así concuerdan los demás en un decir recto y práctico, abandonado también e inconsciente, de otra manera.

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Recupera el aura en la distancia, extrañando su objeto (ah, esa primera vez que te viste mirado!). Pues calificarlo de bello, a él y su configuración estética, pertenece a una interpretación posterior, dialéctica y no reconstructiva (historicista). Los objetos son revisitados (revividos) "por sustracción": no son la obra de una época (el symbolon) en la que la época podría haberse reconocido y apreciado, sino su crítica; mediante la destrucción, la ruina y el fragmento, legados desde el pasado (desde ningún lugar, ya, ahora), el narrador contempla la acción del tiempo sobre la vida, su terminación. (Se reproduce como pura vida, si no se adhiere a la falsedad; no le sirven los objetos usados.)

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(Pensar/Escribir)

Renuncié a lo que quería, a lo que me iba a realizar. Admirando el hechizo de lo novedoso, dedicándome a él, confiaba en un logro imprevisto.

Pero la seguridad no vino a mi alma. Pues que se paguen con miedo y desaliento las palabras que se pronuncien.

26 de diciembre de 2006

Kant, enmiendas

Baudelaire: Je t´adore à l'égal de la voûte nocturne

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¿Por qué "anti"? ¡Qué rápidas van las palabras! ¿O no? El movimiento del corazón se extralimita, se hace rebelde a lo órdenes prescritos, y venera la luz de lo eterno en la carne mortal...

Esto es la caída de la teología: revelada, natural, racional, moral... ahora cifrada en la mirada perdida de la amante. ¿Una teología de bohemios?

Deshechas las reglas teológico-morales, el poeta-amante contempla sus ojos, y suspende el mundo... sus obras, su "energía".

On y va

Qué terrible sería decir: "Mi pobre pasado me trae lágrimas de alegría, lo que he sido y nada más que lo que voy a ser." Y pensar que el precio es demasiado alto, una dedicación tardía, un desaliento continuo, la desconfianza, vivir la autorreflexión como síntoma de una enfermedad. Pensar lo que no se puede, lo inconcebible: puesto que os veo alegres sé que yo no puedo estar ahí, que fui o que seré... ("Vale, Amén, que mi pasión sea mi vida": ¿cómo se pudo decir esto sin temblar?)

Oriente/Occidente

Yo vi nacer una ciudad, a resguardo de las leyes y de los hombres encargados. La había conocido antes, de niño y de joven, cuando todavía vivían mis padres. Había recorrido las calles tranquilas. Sus habitantes residían en casas vetustas, de un señorío decadente, impostado. A esas casas yo no tenía entrada. Podía creer, hoy lo pienso aún, que las ventanas eran ojos vigilantes.

Las ciudades también surgen de la tierra, porque llegan los hombres y las mujeres y conciertan sus obligaciones; a la fuerza, alternando la risa con el crimen, trayendo la fiesta, los gritos, la música, derribando las casas viejas, si es preciso. Para construir otras nuevas en la vista, dentadura mellada y decrépita, de las calles en su perspectiva muerta. Conocí esto en una época mía de sombra, solitaria: acompañado del ruido, podía estar en mí (aunque no demasiado tiempo). Sentía que me faltaba el lenguaje para ver las rarezas con que me tropezaba, los rostros oscuros, las voces diferentes, extrañas. Sólo el sonido de los juegos de los niños me era familiar. Por eso podía sonreír. Mi amor era más grande que mis dudas. Esperaba que vinieran las palabras ajustadas, porque las ciudades nacientes hablan de un modo nuevo, fundiendo las caras y los usos, dentro de lo que me gusta imaginar como una corriente poética: un discurso humilde que administra las ganancias a los dioses, el sentido del tiempo, de la muerte y de los sueños. No se puede querer más (para mí es un tesoro, la Promesa), pero hace falta que un regalo inconcebible sea efectuado. Pero nunca, de lo que viene de arriba, de otro sitio, de abajo (¿por qué no?), obtienen los hombres certezas.

25 de diciembre de 2006

A propósito de Walter Benjamin, comentario

Goethe

Ninguna distancia te hace difícil
Venir volando y apasionado


Es la mariposa que acude a la llamada fatal del fuego, batiendo alas de dolor: la promesa de entrega a cambio del alma. La muerte está presente en el núcleo erótico del romanticismo.

Baudelaire

Je t´adore à l'égal de la voûte nocturne, / O vase de tristesse, ô grande taciturne, / Et t'aime d'autant plus, belle, que tu me fuis, / Et que tu me parais, ornement de mes nuits, / Plus ironiquement accumuler les lieues / Qui séparent mes bras des inmensités bleues.

La apelación antikantiana del verso inicial indica el universo del que se ha retirado el dios, la actividad; huérfano de su principio, el mundo aparece triste, en la imagen de la mujer como finalidad/motor (pero, igualando su rostro al cielo, son empequeñecidos ambos; si la admiración desaparece por pensarse demasiado). De ese modo, la belleza se tiene que vincular a la fuga, al retraimiento del horizonte (cada vez más allá; nunca aquí, ya). Los lugares no señalan el camino (aunque fuera difícil), sino la distancia pura, sin puntos.

La "triste" de Baudelaire deja el amor para los pactos, una vez que se percibe el hastío del dominio cortés (los hombres que te ceden el paso). Destruido el amor, se comprende que no se convocan los ojos (no se comunican los ojos; se adelantan los brazos; así discurre ahora el corazón), sino la necesidad de los cuerpos, la carne menesterosa, frágil forma de energía, de un calor triste, del que se llora su olor algo desagradable, ajeno.

¿Un astro sin atmósfera (Nietzsche)? ¿Por qué no un sol frígido?

Miradas

"Análoga, pero orientada en un sentido objetivo, y por lo tanto capaz de llevar más lejos, es la descripción que Valéry hace de la percepción en sueños como caracterizada por el aura: "Cuando digo: veo esta cosa, no interpongo una ecuación entre mí mismo y la cosa. . . En el sueño, en cambio, subsiste una ecuación. Las cosas que veo me ven como yo las veo". También es onírica la percepción de la naturaleza de los templos de la que se dice:

L´homme y passe à travers des f orêts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.

Cuanto más se ha dado cuenta Baudelaire de este hecho, más claramente se percibe la decadencia del aura en su poesía. Ello aconteció en forma de una cifra, que se encuentra en casi todos los momentos de las Fleurs du mal en que la mirada aflora al ojo humano. (Es evidente que Baudelaire no la ha usado en forma deliberada). Consiste en el hecho de que la espera dirigida a la mirada del hombre se ve decepcionada. Baudelaire describe ojos de los que se podría decir que han perdido la capacidad de mirar. Pero esta propiedad los dota de un atractivo del cual se ha nutrido en larga y quizás en máxima parte la economía de sus instintos, En Baudelaire, bajo la fascinación de esos ojos, el sexo se ha emancipado del eros. Si los versos del Selige Sehnsucht

Ninguna distancia te hace difícil
Venir volando y apasionado

son considerados como la descripción clásica del amor, saturado de la experiencia del aura, difícilmente se pueden encontrar en toda la poesía lírica versos que se les enfrenten en forma más decidida que los de Baudelaire:

Je t´adore à l'égal de la voûte nocturne, / O vase de tristesse, ô grande taciturne, / Et t'aime d'autant plus, belle, que tu me fuis, /Et que tu me paráis, ornement de mes nuits, / Plus ironiquement accumuler les lieues /Qui séparent mes bras des inmensités bleues.

Se podría decir que tanto más subyugante es una mirada cuanto más profunda es la ausencia de quien la mira. En ojos que se limitan a reflejar esta ausencia permanece intacta. Justamente debido a que esos ojos no conocen lejanía. Su lucidez ha sido incluida por Baudelaire en una rima ingeniosa:

Plonge tes yeux dans les yeux fixes
Des Satyresses ou des Nixes.

Sátiras y náyades no pertenecen ya a la familia de los seres humanos."

(W. Benjamin, "Sobre algunos temas en Baudelaire", en Sobre el programa de la filosofía futura, trad. de R. J. Vernengo)

***

(Comentarios)

La falta de reciprocidad genera una situación de aura invertida. No se da un llamado de las miradas, ni íntimas ni políticas; nada liga a los que coinciden accidentalmente en el café, en la calle o en la plaza. El único prestigio pertenece ahora a la mirada de segundo orden, la del turista o el espectador de las salas de cine. Esta mirada es universal, apriórica, porque sabemos que se mira así, y que así somos mirados. De ahí nuestras dudas, las mismas que nos surgirían ante un juego que debiéramos jugar y cuyas reglas debieran fijarse de antemano, así como el procedimiento para decidir esto mismo. Entonces, está la posibilidad de haber cometido errores en cualquiera de los pasos.

Internet, escrito, hablado, visto, lleva a término la desubjetivación de las miradas, la objetivación informativa de todo, a la manera de una esencia última informacional del mundo -para un cerebro (una/otra red de neuronas) drogado, consumidor de noticias (los objetos vistos, los sonidos; nada más que otros para mí).

24 de diciembre de 2006, tarde

(Por una intención de sentido)

El canto de los pájaros, las nubes -esos otros pájaros-, expresan una verdad -distante, invisible- para los corazones de nieve, olvidados. Si estuvieran conmigo las cosas, no podría soportarlas: todo lo que tiene el mundo de ciego, transeúnte, de arena entre los dedos; hijos y pensamientos viven, resistiéndonos.

***

El hombre que conduce es una máquina de registrar verdades: la lengua le habla, él no. Sospecha a veces que esos amores no terminan bien. No los comprende, aunque sí comprende que le pueden dejar abandonado.

***

Qué alegría: haber recorrido un abismo. No son para los héroes: éstos se limitan a proyectar, con un nombre propio (dentro de una obra mayúscula, la Tragedia), la ceguera común.

***

Recogido en mí mismo, miserable, enfermo, ¿cómo no me habría de ofrecer después con más fuerza?

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(Teléfonos, del fijo al móvil. Internet)

Un metro antes del suelo, se acuerda de los gatos, de cómo viven. Se da la vuelta y habla. No entiende por qué se tiene que sentir libre y alegre, cuando escribe esto, nuestro hombrecito, él, que teme los inviernos, los días iguales. ¿Quién se acuerda de él? Encerrado en su habitación, guarda algo, ¿para quién? Su pensamiento es lento, como el de las nubes, incomprensible, fugaz.

Se entretiene imaginando la forma de las conversaciones, lo que va de las palabras privadas y comprometidas a los mensajes públicamente desleídos. También imagina el ser de unas gentes que dicen lo que quieren, cuando quieren, sin necesidad de dejar la vergüenza, lo que escriben, dentro de un cajón, para ser olvidado.

24 de diciembre de 2006

¿Libertad?

Gabriel Jaraba

La muerte de la autoría: ¿cómo creer en ella? El capricho, la necesidad de contar la experiencia propia, con el fin de desprivatizarla, insertando los acontecimientos en la ciudad horizontal, nos conceden (nunca seremos dueños de las cosas) la libertad de levantar la voz sin ser interrumpidos.

No estoy seguro, nunca estoy seguro, de que estemos dispuestos en el mismo grado para la libertad de escuchar, una libertad efectivamente más profunda, que no mira ni al cielo ni al abismo, que se conoce dentro de una red sólida, lo inverso de la claridad, una esponja...

¿Por qué nos gustan tanto las metáforas? Su libertad es también una cárcel para la intención de significar, de forma que otro comprenda. Aunque vivir en/entre los huecos de una esponja representa una libertad más pesada, densa, oscura...

***

El miedo a ser traicionado, por una parte; la mala voluntad, el conocimiento y gusto del mal ajeno, por otra. Odiando el sufrimiento propio, amando el ajeno, tenemos que vivir dentro del mismo círculo, un miedo inseguro.

***

¿Por qué creías en la mala suerte? Representa la negación de un efecto de algo que no podía ser causa: nada es porque nada había. Los ritos minúsculos, las uvas de la suerte, no bastan. Se necesita la amistad de hombres buenos, vivientes en la ciudad de los mortales, modestos y limpios. Dicen, sin que nadie se lo pida, que la felicidad no es fenómeno de este mundo: por esa razón nos inventamos a Dios y la voluntad libre. Al decir todo esto no me atreví a querer escuchar. En esto sí jugó el azar.

23 de diciembre de 2006

Una fotografía

Un lugar y un tiempo: prometen sin dar, o no prometen.

***

...Salió a la calle nuestro hombrecito. ¿Qué necesidad tenía, a sus años, de abandonar la mesa con el brasero? Salió a la calle, y mientras pasaba por la acera helada, cubierta de hojas caídas y húmedas, pegado al muro, a un costado de la rambla seca, primero, y después, cuando cruzaba uno de los puentes que adornan la ciudad vieja y magnífica y veía venir de frente -pues su dirección no la llevaba nadie, a esas horas- , en grupos pequeños o solitarios, a las gentes venidas de fuera -expansivos los del este, cabizbajos los americanos, no podía -queremos decir- dejar de pensar en los riesgos que estaba corriendo. Sabía que esas cosas pasan , que no tenía manera de evitarlo y que las intenciones que le habían empezado a señorear su cabeza podían malograrse por completo. Entró en el bar, con pocos parroquianos en ese momento, y ese tiempo que calaba los huesos del alma. Allí, con el calor, podía reflexionar a gusto acerca de sus temores (¿podía hacerlo?). Miraba las ventanas, al otro lado del local, la fuente en la calle, algunos coches que ocasionalmente pasaban, dando una claridad rápida al asfalto mojado. Sí. Esa misma noche podría subirse en el auto, recorrer las calles de la ciudad, decidirse y entrar en cualquier lugar, del que él no tenía ideas ni remotas. ¿Entonces? No quedaba más remedio que aguantar y pensar. No, definitivamente, no debía haber salido. Tenía, para mirar, más allá del balcón de su casa, los tejados. Esta tarde no había habido gatos, pero él igual podía soñar, contemplar el tiempo inmóvil en la carretera que conducía hacia el cementerio. Se acordó de que hacía tiempo que no había ido...

Habiendo sido un personaje

Mi vida y mi vida.

***

(¿Por qué habría de recordar a este hombre pequeño que viene del pasado? ¿Me obliga la invención, mi futuro irreal ?)

Cada vez que me negabas los miraba a ellos, los otros desconocidos. Te hacía de ellos, lejana, yo cada vez más pequeño. ¿Qué me podría importar el frío, si hubiera hielo en los cristales? Un personaje extraño abre la puerta, se va y deja detrás a gentes que no lo miran, pues no se han dado cuenta de que estaba. Si lo advirtieron es todavía peor. No pueden ayudar, ni habrían de querer, al que no conocen, un ser agraviado que se queda sin palabras, ciego de rabia, atormentado por la música machacona. Eso pasa aquí y podría ocurrir igual en cualquier sitio. En todos los lugares que conozco y en los que desconozco ocurre igual, el mismo frío en las calles, el aliento a vómito, alguien que está solo y lo sabe. El pudor le ahoga lágrimas impropias (palabras no, las que se pronuncia a sí mismo), va muriendo porque no lo dice, lo torpe que es entre los cuerpos que bailan, que hacen los gestos, se acercan, dispuestos para el abrazo y lo que vendrá. Tiene para sí, nadie más, una luz extraña: saber que le faltan las palabras, las horas indecisas se le acumulan, entre vida y vida. Lo deja todo, para después, hasta mañana. Lo triste y lo alegre, aquello que piensa un hombre maduro, avergonzado de amar los cuerpos oscuros en el baile y no confesarlo. Por la mañana él si tiene suerte, trata con el calor, aunque le dura poco y duda, siempre, su condena, sobre el derecho que asiste a los culpables de hallar su centro en unos ojos.

Comentarios

La imposibilidad de leer a la luz de la crítica en un sentido popular.

La necesidad de leer en sentido filosófico (Paul Ricoeur: Tiempo y narración).

***

Qué difícil establecer una conexión histórica, en relación con las significaciones básicas de la cultura, entre maestros y discípulos. Yo creo que resulta impensable, para mí (no quiero trasladar el pecado), el paisaje mental de la vida agustiniana. Requiere un ejercicio tal de abstracción vital, de separación de uno mismo de las capas y capas de cultura y (fundamentalmente) técnica que se han ido depositando en la más mínima interpretación de lo que hacemos, que se necesitaría ¿la tenacidad de un monstruo?, ¿un ser al margen? Pero no termino de estar de acuerdo con la ironía, o quizás no la comprendo: las superficies de ocultamiento cultural, el exceso de informaciones que se acumulan en el camino hacia la verdad interior, quizás dejen resquicios, posibilidades de fuga y de transmisión ideal. Por esa razón los clásicos siguen siendo válidos (i. e., clásicos); inhumanos (sobrehumanos, ¿cómo?) en algún caso, como el discurso atemporal, universal, del platonismo. Y girando el argumento (¿los argumentos giran?, ¿son el vértigo de nuestras mentes?: pero esto no importa), tampoco cabría esperar la solución en la nueva y potentísima fe tecnocientífica, informacional o como quiera que se llame la iglesia, con todo su esplendor electrónico. Puede que la huella, la traza de lo común, entre aquel mundo y el nuestro no corresponda a una transmisión positiva, sino a una especie de hueco, como una carencia, las disposiciones/necesidades metafísicas/antropológicas de nuestro pequeño hombre de Kaliningrado. Por todo, y seguro que por más, la definición escolar de verdad, y los cortes dentro de ella, nuestra afición a las simetrías (denotar-connotar, sentido-referencia, significante-significado...), la culpa que sentimos a causa de la afición misma (entonces se practican largas críticas), no va tanto a mirar los fallos del alumno, sino en el sentido en que todos lo somos, en lo difícil que es ubicarse en la posición (es redundante; ¿también en sentido social?) de maestro, porque requiere un exceso de convicciones que no siempre están a mano, o no lo están de la misma manera.

¿Qué tiene que ver el misticismo de un nombre propio asignificativo, casi prelingüístico, con (en el otro extremo, y si lo recuerdo bien) una distribución/asignación de las significaciones, de las referencias, socialmente reguladas: Russell vs. Kripke? ¿Quién/qué pone los objetos en el mundo? ¿Desde fuera del mundo, entonces?

***

Interioridad: no yo frente al espejo; detrás de los dos; un segundo espejo, otro par de ojos (pero que no sean humanos!)

***

El espectador proyecta su soledad sobre la historia, la dirige al personaje y lo convierte en un voyeur: el que en ese momento no puede pasear y perderse entre la muchedumbre. Por eso inventa el mundo, autosuficiente, ¿necesitado de la belleza que invade?

22 de diciembre de 2006

Sentido y referencia

(Definición escolar de un problema)

Sé lo que es, pero no sé expresarlo.
Lo entiendo, pero no sé escribirlo.

La carencia de sentido: ¿falta cualitativa, una ausencia?; ¿falta de información, que llegará?

La referencia, preámbulos del lenguaje, antesalas del palacio.

El significado, los excesos: la necesidad de un arquitecto, el autor; los saberes y los templos del saber.

Referencia: indicación, también el grito cuando me señalo la herida. ¿Cómo puedo indicarme a mí? ¿Qué lugar? ¿En qué espacio?

7 de marzo de 2006, Rear window

Al solitario todo se le convierte en espectáculo: le parecen frías las imágenes, aunque el ambiente visto resulte sofocante (sudoroso, veraniego, angustioso...)

La frialdad pertenece a la interpretación, a la acción de observar, se genera en el exterior o en el tiempo: procede de las formas de mis pensamientos, de las figuras recordadas de los personajes o sus actuaciones. Admito esa condición de la forma, a pesar de las apariencias, porque ninguna historia se entrega cerrada, con todos sus elementos dentro del círculo que conocemos como sentido, o actualidad (?) de significación. En RW, de Hitchcock, los personajes observados son reales, adquieren la cualidad de personas que conocemos, que tratamos, porque siempre tienen algo de enigma, de no resuelto, condenando nuestra fe o salvándola.

Días

Un estado de diversión. También de duda.

***

La lluvia cae sobre un campo seco, abandonado, que ha perdido hasta la edad. Aun así la tierra conserva las raíces.

Se tiene todavía la capacidad de elegir, de buscar la suerte que no llega (ni en ritos ni en sorteos). La fortuna no pertenece a esta vida, ni es concedida por nuestra voluntad. Si no, seríamos inmortales (efectivamente como dioses) y la ética un invento innecesario. Al motor de la acción le asignamos el nombre de esperanza, sin querer ver lo que tiene de mal, postulando heroicamente el valor del esfuerzo para conocernos dignos de nuestra buena ventura. Esperanza en la libertad, la fe: ¿están los dioses por ahí?

Entre los resquicios de voluntades separadas, de caminos de la conciencia que planifican el día y valoran por la noche, sin seguridad alguna, tienen lugar a veces los encuentros. Esos fallos en la conciencia, como cualquier huella, deben ser leídos correctamente: indecisiones, actos de confianza, de agradecimiento espontáneo. Incluso los hechos que no tendrían por qué ocurrir en ese momento, que podrían esperar hasta después o no ejercerse.

¿Entre los resquicios o a causa de ellos, en ellos? No sé decir lo que quiero, pero respeto la primera decisión de las palabras. "Entre": relación de dependencia y necesidad mutua; también lugar intermedio.

Destrucción de las noches

Nuestras indecisiones.

Conocí, en un tiempo lejanísimo y desaparecido, algunos consejos que se dan a los jóvenes; para que los hombres maduros no se comporten como niños.

***

Que no os acojan confiados, así no le dáis bríos nuevos al desprecio (nuevas músicas, un aire distinto para lo que ya se conoce, y se es, tan familiar). En la pista de baile los cuerpos saludan a los cuerpos, se atreven con los besos; tus ojos, cansados, no se adaptan bien a la música turbia, tu alma se encadena a la compasión y no te agrada. Para ti estará la mañana, solar y fría, para que puedas lavar tu conciencia en sangre, su hielo. Ajeno a los órdenes establecidos, se impone rompiendo el deber que tienen los cuerpos, la inversión del mundo, el desencuentro de las pieles. No se buscan, se esconden tras las columnas, resguardadas en muros: los ojos no se buscan, otean el vacío. Qué maldad la de la la noche, que encierra las miradas y apaga el cuerpo, principio y fin de todo, pues el alma le dio su privilegio: el de querer iniciar los amores. Se engañan: querrían poner fuego en los labios, las veces que los ven más rojos, apretados, fuertes (hasta cuando sugieren la sombra, la nube). Los ojos se ciegan con imágenes de flores sangrientas, espadas, ponen en la frente la aventura de perderse allí, enroscados, eternos deseosos de lo fértil, de lo fácil.

21 de diciembre de 2006

Entretenimiento

Nuestras indecisiones.

Un estado de diversión. También de duda: arriba en la montaña, en lo alto del tejado, entre dos aguas.

Entre la vida y la vida: el (personaje-espacio-tiempo)1 enfrentado al (personaje-espacio-tiempo)2.

Un lugar y un tiempo: prometen sin dar, o no prometen.

La posibilidad de ganar, la conciencia de la conciencia; un resultado de pérdida que también satisface.

La semántica, la sintaxis. La prosa, el poema.

Construir párrafos, imaginar historias.

Hablar, escribir. No hablar ni escribir.

La pasividad, se es tenido entre; la actividad, pues eres tú el que tienes.

El cuerpo, el espíritu. La moral natural.

Los dioses, los hombres. Dignidad y verdad: trabajo contra orden. Sin mediaciones; sin ausencia de mediaciones, también.

20 de diciembre de 2006

Cenicienta

Los niños rompen los encantamientos, cuando hablan.

No saben lo que quieren, hablan.

No dicen lo que piensan, lo rodean; no lo dicen porque seguramente están equivocados.

Siempre estuvieron equivocados, y eso les produce una vergüenza enorme: no es su mérito, sino su estado.

Renuncian a la caridad consigo mismos: no se permiten lo fácil, para seguir tropezando mejor; el calor cristiano es demasiado cálido para ellos, tan tímidos.

Por todo eso tienen que ser torpes cuando las madres se dan cuenta de su dolor y son tiernas: tampoco hablan, exhiben tercamente sus maneras.

Irresponsables, no se les puede pedir demasiado: su única verdad, se la dan a otro (yo no, él), viene de la lengua, es social. Piensan que siempre estuvo ahí, que ellos no están a la altura, salvo las veces que son ingenua y sinceramente desprendidos: no quieren monedas, son más ambiciosos y piden un instante del pasado. Éste se resiste a las lágrimas y sólo rinde brevemente su encanto cuando el amante se abandona a él: por eso su cuerpo parece sombrío, y los ojos dentro de su cuerpo. No da sus pasos en ese momento, anda por lo que querría. No se le debe tener demasiado en cuenta: retorna de la noche, de su baile imaginado, de los padres. A veces, al volver, trae algo de su viaje y se permite ser generoso: lo derrama sobre todo aquello que mira, con la misma torpeza de antes.

***

Pero no es fácil.

Banquetes

Comenzamos las relaciones ofreciendo nuestros cuerpos. Les concedemos el derecho a ser, ocupando su lugar y sonriendo. Para ellos la cocina es mucho más importante que la cosmética: con el fín de verlos bellos, alegres y llenos de gracia. Si no se cumplen sus derechos -o si nos avergüenzan-, el alma -que es nuestra forma de individuos en solitario- pierde la voz, se adelgaza hasta el punto de que ya no somos el objeto de las conversaciones de los otros, que terminan por no mirarnos ni acordarse del timbre de nuestra voz.

La falla de la conciencia consiste en que siempre acaba por reconocer su estado: sabe de la lejanía de los ojos, tan grande como la vergüenza que siente por dentro. La náusea de la carne, de su propia carne, el asco más íntimo y familiar, le lleva -a él y a su conciencia- a un distanciamiento progresivo, a estar en el banquete de otro, presintiendo en silencio la dureza del abandono, los pasillos del hotel vacíos (dentro de su mismo ser).

***

Todo sucede con una necesidad mecánica: retribuyendo culpas; resultado automático de las elecciones libres, pues nunca se ha engañado al respecto, y tenía esa modesta providencia acerca de su futuro al alcance de la mano, con nada más que mirar al espejo.

19 de diciembre de 2006

Calle /pues éste era a priori el título/

/Las calles pertenecen a las mujeres que se aman:

"Esta calle se llama Calle Asja Lacis, nombre de aquella que como ingeniero la abrió en el autor".

También a la diferencia de caracteres, según la intención de la política aristotételica, que no soporta hombres iguales en la fundación de su ciudad. Si fueran iguales, ¿por qué habrían de gustar aquello de lo que carecen?, ¿para qué vivir? (según la cita introductoria de Carne y piedra, de Richard Sennett)./

***

(Lugares de la narración)

Terquedad de los pronombres: yo, tú, él. Se pegan a la piel, se quedan con la piel. Decid, qué hacemos con ellos, luego, nosotros? De qué sirven? Señalan funciones de su (?) discurso: presente/ausente; las conversaciones vivas de los hablantes, la memoria virtual de los muertos.

***

(Ingeniería filosófica: Antonio Lafuente, Abcd, 2-8 de septiembre de 2006, pp. 46-47; también aquí)

Una vieja confusión con las monedas, las cosas. (La moneda rota es símbolo porque ya la moneda es, contiene, un valor; señala la cosa, lo pragmático: la duda ya inicial entre generalidad y particularidad, abstracto y concreto; vid. J. P. Vernant, Los orígenes del pensamiento griego.)

Las proposiciones no naturalizadas. no fisicalizadas, desterradas a los arrabales del pensamiento. Ni eso! Devueltas al corazón, a las emociones. El comprador adquiere los términos para poder experimentar la alegría del consumo, cumpliendo su deber irracional. (Vid. A. MacIntyre, Historia de la ética.)

¿Por qué no vamos a entender la guerra y el crimen totalitario como si fueran nada más que una irregularidad que perturba el negocio? (Polémica Copleston/Russell). Pero ni Dios ni sus efectos impersonales (los valores) han muerto. (Creer eso es tener por verdad el último chiste eurocéntrico, una vanidad del que está dilapidando la herencia, y está contento.) Señalar las dificultades del asunto, la permanencia teológica, exige mucho más que la satisfacción experimentada a causa de todos los logros de la ingeniería, también la filosófica -en la red (forzando las metáforas, que ya de por sí son violentas). Ah! nada más que los conceptos revelados, positivados: ¿Cómo va a constituir esto una verdad? ¿Surgida de un laboratorio? (No de la physis).

Comprad, malditos, aunque sean conceptos en tabletas.

Precisiones

Me voy aproximando a la ciudad, pero no soy de ella, y por eso puedo conocerla mejor -todavía: el viaje en tanto promesa de un resultado de conocimiento, la espera del don.

a) El conocimiento que da felicidad subsume la desgracia en su relato de aliento amplio, una totalidad de significación que no cancela -ni olvida- lo negativo, al decirlo: no es un sucedáneo, como un sacar a luz terapéutico, sino una realidad positiva.

El humo y las palabras cazadas al vuelo: la comparación no tan forzada, asociados por la imagen común de la huella, las trazas, los restos.

b) Pero se conoce igualmente la tristeza, más negra: las otras muertes que se repiten en la mía -los juegos con el tiempo -también con las personas- sólo distraen del hecho consumado -predestinado, teológico.

***

(Cortesías)

Separar lo que se cuenta del yo que lo cuenta, desatribuirlo; invitar con la tercera persona a sospechar las intenciones, a sospechar de las intenciones, a la inteligencia.

No dar lugares: los hechos no existen, los acontecimientos no le ocurrieron a nadie, en ningún lugar: Nadie en Utopía.

***

"Bibliografía/s"

Walter Benjamin, "Para una imagen de Proust", en Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta-DeAgostini, 1986, pp. 239-251. (Trad. de R. J. Vernengo; también está la traducción de Jesús Aguirre en Iluminaciones, I, Taurus, 1980).

18 de diciembre de 2006

Ausencia de mundo

(Representación)

La conciencia feliz cuenta; la conciencia que cuenta es feliz.

La conciencia presente despeja su camino: alguien se acerca a la ciudad de madrugada, o en el mes de agosto; la primera vez que el joven salió de su país y sintió el frío extraño en la estación del tren; el café con leche, justo antes del amanecer, de volver al piso de estudiantes en Granada. Tengo casi apresada la realidad de este momento, casi soy feliz: porque todo eso lo tengo perdido, puedo pensarlo.

El espacio de su mirada coincide con los límites del tiempo biográfico. Esta forma redoblada de reflexión la sume en la melancolía: a su conciencia y también a él.

Conozco momentos privilegiados, las veces que vuelve una imagen, una escena, un olor. No me importa pensar en su agrado, sé que son, con la misma certeza de la vida, inmediatos. Congregan a su alrededor toda la situación irrecuperable, y si tuviera la capacidad de contarlo sé la trampa, lo que me engañaría: que los muertos no regresan, que la memoria constituye una representación imposible; yo no puedo evitar esa desgracia, mi dolor mío y real; sin embargo, puedo sustraer mi conciencia al tiempo, por un puro ejercicio de voluntad, momentáneo, frágil. A eso que no tiene nombre lo llamo la felicidad del narrador, aquellas veces que las palabras me son fieles y vienen alegres a asistirme; mi pequeña certeza se afirma en la felicidad recuperada del que lee, cuando el mensaje ha llegado y el revivir de fantasmas casi ha tomado cuerpo, se ha hecho carne.

La descripción histórica de todos los hechos de un determinado intervalo de tiempo nos sirve para intuir sonidos y aromas de ese tiempo. A la inversa, mi pobre memoria personal me trae realidades, desde los olores, voces y formas que amo porque los he perdido. No sé señalar su lugar, ¿de dónde vienen? Pero llaman con tal fuerza que tengo que decirlo. Por eso también os pregunté a vosotros si no tenéis esta misma idea de la felicidad, del pasado recobrado y que accede a ser contado, pues todo sucede por su gracia y el que cuenta se limita a una pasividad abnegada. Por una oscura fuerza de las cosas, mi pregunta y vuestras respuestas logran darme también la felicidad que me promete la memoria, pues ésta se anticipa al tiempo, a su misma claridad mortal.

***

(Spinoza/Kant)

Llamo felicidad al conjunto de acciones, i. e., determinaciones de la razón, entre las que se incluye la conciencia reflexiva. Una vida racional representa, por eso mismo, la perfección.

Una conciencia desgraciada equivale, por el contrario, al sometimiento a la necesidad; una vida triste a fuer de inconsciente, irresponsable: pues no supo determinar racionalmente -libremente- sus acciones, y tuvo que padecerlas, así como le llegaban desde fuera.

17 de diciembre de 2006

Destrucción de una idea

No entendía lo que había dicho esa tarde: el tiempo que llevaba sin estar con alguien. ¿Meses? Quizás quería dar a entender lo contrario, y también no hablar demasiado de una pérdida, entre extraños que quizás tuvieran una curiosidad maliciosa. Eso lo supo después, la herida de una soledad sin cerrar, madura -por dentro- su vida; lo conoció sin pretenderlo, así como surgen las conversaciones.

Pensé en el humo, igual que si lo viera, que se acuerda del leño y lo echa de menos, su amor: el hotel en que se reconocen los cuerpos y se asombran -han dejado fuera los espejos-, en una habitación fuera del mundo, ajenos, ¿las contemplan?, a las luces mudas, y al frío, al movimiento detenido de los coches a lo lejos, silenciosos: se mueven ellos, en el mundo, los amantes.

29 de marzo de 2006

Al apartarme del pueblo reinaba la paz, esta tarde. Tengo que admirarla, aunque sea en el paisaje, aunque fuera septiembre (?) para mí: me siento viejo, desplazado de la urbe. Los ruidos desaparecen, confundidos en la luz, tranquilidad: es difícil pensar en un pueblo que resulte feo visto en la distancia, con el perfil que le da la torre de la iglesia. Eso es así hasta en mi pueblo: ¿nos llega el lenguaje de los poetas porque trasladan de una manera afortunada un ambiente reconocible en el corazón de los lectores, de los oyentes? El fondo oscuro, el abismo de la expresión poética, consiste muy probablemente en esa felicidad hallada en la descripción ambiental. No se me ocurre una poesía amorosa lograda si poeta y lector no compartieran el amor. ¿Cómo no congraciarme con la /¿avidez?/ de mi lugar, tan pueblerino, si alguna vez tendría que amarlo en su expresión lograda? Las luces fundidas, vistas desde una cierta distancia, anticipan mi gozo, que comparto en una lengua de la que sospecho que es común a los deseos de tantos (y tantas), de hombres y mujeres que han creído hallar la raíz en el fondo innominado, místico: por ello común, al carecer de las particularidades que concreta el decir: así la lengua es mística y resulta indecible.

***
Qué difícil me resulta no corregir, no haberme callado! No se puede saber si es valiente el que habla o el que calla, y tampoco que pase el tiempo ayuda mucho. Pues siempre es igual: la imagen de la bella molinera, del invierno y del río (Schubert).

Periódicos

Conviene revisar los periódicos atrasados. O los suplementos culturales, que, por su función misma, deben incluir cierta intención de permanencia en las opiniones que vierten.

***

Eduardo Hojman: "Palimpsesto", Abcd, nº 761, 2-8 de septiembre de 2006.

Internet contribuye a la desaparición de una autoría históricamente precaria, y recientemente puesta en cuestión desde la semiótica. ¿Des-construida por las modas culturales, ahora universitarizadas?

Verdad.

La continuidad autor-receptor de la obra (literaria, fílmica, musical, informativa, etc.), a lo largo de Internet (en el tiempo, más que en el espacio de Internet), la imposibilidad de practicar cortes que distingan, manifiestan, en concreto, la crisis del prestigio autorial, del único y sus derechos: la monarquía de la inteligencia ha muerto.

Verdad.

Los discursos circulantes por la galaxia electrónica, lo que antaño se conocía como obras, presentan el mismo carácter transitorio que la autoría de la que no-surgen: abismo permanente de la escritura, la imagen y el sonido. La metáfora del palimpsesto sólo describe inadecuadamente, creo, la forma procesual o progresiva de la obra, sin origen ni destino (puntos temporales carentes de significado, porque no hay vocación que los legitime). La función del palimpsesto era otra, aunque los efectos disolventes (sobre la subjetividad) resulten similares.

Verdad.

***

Diciendo tres veces verdad no apunto a nada que no esté dicho ya en el texto de Hojman. Es un gesto de asentimiento mío efectuado sobre el contenido de un saber dudoso, como lo es la conciencia pensante y presente de los hechos. Manifestando mi acuerdo sólo expreso una opinión frágil: podría pensar con el mismo rigor en una inflación de autoría en el infinito libro electrónico, que no es el objeto material que pretende sustituir de forma absurda al papel, el libro objeto-bello para todos los sentidos y para la razón; más bien una forma abierta, un libro viviente, que no deja fuera de significado la fuerza del que escribe o la pureza de sus intenciones, sino que, en todo caso, lo enmascara en una semiosfera o selva urbana (ni natural ni ciudadana). Él, el pequeño autor, sabiéndolo, no tiene más remedio que prolongar sus actos en dudas y éstas en nuevas escrituras.

Pero yo no votaría por la desaparición del autor, como tampoco parece inteligente la sentencia de muerte pronunciada contra la teología por los sabios magistrados de la cultura imperial: Hegel, Nietzsche, Fukuyama.

16 de diciembre de 2006

La interview calumniosa-V

Perfil humano

"Un firme y decidido compromiso con nuevas formas de aprender y enseñar"

Comment:

No está mal el inicio del perfil: aparte del encantamiento informativo en el que sume al lector, al saber que se trata de un perfil "humano". En efecto, lo inhumano ya ha sido escanciado antes: la ignorancia de los docentes nouniversitarios, su culpabilidad y psicopatías más que virtuales (y por centenares de miles). De la condena se libra ella: a ella le basta nada más que tener la autoevidencia sobre esto, y el "perfil" se la reafirma. También lo dice la fotografía: la seguridad de las manos, la luz que se ve por detrás, para que la experta destaque contra la luz (Dios mío, aléjame de los entendimientos irónicos). Ella se libra, of course, ça va de soi: porque su primer trabajo de profesora con niños de cuatro y cinco años "marcó definitivamente su amor por la educación" (y todos los niños son iguales, también los bachillerandos). A los demás, nuestro primer trabajo, después de oposiciones que nos tiraron, injustamente, a la cara nuestra falta de derecho (incapacidad, maldad, estupidez y fealdad genérica) para ponernos delante de treinta chicos y chicas (la megalopsiquía de la entrevistada dixit, y ese extraño genérico desusado, "chicos y chicas"; ¿por qué no chic@s, abriendocerrando la bocavocal?), nuestro primer trabajo -digo- ya nos convirtió en pillos sin amor, sin norte: pues para ella "la enseñanza en todas las etapas educativas ha sido el norte de su vida". My God, la vocación! Pero casi no lo entendemos, dada nuestra pecaminosísima afición a los garbanzos y las vacaciones, y el odio que nos pincha en la piel. Los demás no tenemos vocación, nuestras culpas nos señalan que el edén no se hizo para el malvado: por ello, ella puede ejercer de profesora visitante (Australia, Brasil y el Imperio central del Norte) y "reflexiona sobre todas sus experiencias", de lo que tenemos anticipos como esta entrevista revelada, que sólo los malvados pueden confundir con veneno. (Pobrecito de mí, ay, que no sé si soy uno de esos malvados ignorantes, irresponsables malolientes, suspicaces.)

El piadoso perfil sigue: "Habla de sociedades cargadas de incertidumbre y en cambio permanente y de una educación para ciudadanos y ciudadanas en tránsito". ¿Ciudadan@s que se están muriendo? Ah, no se habla de la muerte, ni de fe; "habla" de individuos en crisis, por fin lo voy entendiendo; sujetos que precisan "nuevas narrativas" (¿se refiere a la editorial Anagrama?) en el "discurso educativo", capaces de romper con el "academicismo tradicional y racional" (sic; aunque me recorre un frío de intranquilidad, angustiosa, por la piel, pensando en una alternativa consistente en una sociedad irracionalista del hombre nuevo; pero no, debo haber entendido mal la verba).

Lo siguiente no lo comprendo tampoco, quizás fascinado (cara de bobo) por la promesa de nuevos relatos pedagógico-políticos con que alimentar a las nuevas generaciones (en sentido no ppartidista, claro): "Piensa que si se quiere ganar el futuro, la escuela tiene la necesidad imperiosa de adaptarse a los nuevos tiempos". Ya no es "hablar", sino "pensar", pero no es eso, sino que no me entra en la cabeza, y por dos razones "racionales": 1) el futuro es impredecible, lo de "ganar el futuro" es como gastar los caudales en lotería y sonreír de contento antes del sorteo; 2) el presente viene condicionado por los hechos del pasado; evolutivamente la adaptación al presente no garantiza que la especie sobreviva en el futuro, puesto que se trata solamente de una adaptación al casi-pasado (el presente). Por lo que nuestro conocimiento del presente, extrapolado al futuro, puede agravar incluso los problemas. Y el lector tiene la tentación irreverente de pensar (bueno, opinar) que se debe desestimar completamente el consejo de la experta, en cuanto única "necesidad imperiosa" de su inteligencia (la del lector).

"Le gusta señalar las contradicciones" existentes, la "necesidad de convivir con ellas". No, no puede ser que se estén predicando las bondades del capitalismo. Ni esa horrible vislumbre (mareo, vértigo) de que haya que culpabilizar a los académicos y racionales docentes por querer apartar a los frágiles chicuelos (próximos hombres y mujeres mortales) del rebaño de los productores felices: pues está escrito que será feliz quien sepa convivir con sus problemas.

"Transmite unas ganas enormes de aprender, de enseñar y de contribuir a que la educación sea capaz de posibilitar unos sujetos más críticos, de identidades abiertas y flexibles, más acordes con la sociedad del siglo XXI". No, restriégame Señor los ojos con tu tierra, que no puede ser que la hermosa oración esté recomendando los contratos de trabajo temporal; ni que mi ceguera no pueda asimilar la consonancia divina de los "sujetos críticos" que, a la vez, son "más acordes". Debe ser el milagro dialéctico, el tercer día de la santísima y esplendente aufhebung, cuando los corderitos pueden triscar en prados verdes sin peligro, ya no más, de que los lobos sean malos con ellos.

Amén, la historia está aquí y sus profetas.

RMR, Interior/exterior

Humilde, casi miserable la fachada, podía esconder el calor interior cuando paseaba por las calles desconocidas de aquellas ciudades. La tensión de su voz, fenómeno de un cuerpo que sufre y su espíritu, debía esperar el trabajo del tiempo, su cosecha venidera: la interpretación correcta de unas líneas sencillas, pobladas por metáforas monumentales, el equipaje oculto con el que el poeta recorría las capitales europeas.

Se mantiene la leyenda encantadora de la picazón de una rosa, queriendo cifrar con ese detalle el sitio minúsculo del alma romántica en la ciudad moderna, el lugar de la vida en la Vida; se empieza cantándola, al final la ciudad acaba destruyendo al poeta.

Mediante esa noticia mantenida, vibra una sola cuerda, oculto y olvidado su sonido, que ahora puede ampliarse, recogiéndolo todo en un cumplido sentir: el sol del enfermo, si lo presiente a través de la ventana -mi joven claridad-, la propia paz, su salud; una alegría que le da tiempo nuevo, de contemplación sorprendida, para celebrar los dones: la hierba a media mañana -lo joven, lo que olvida-, un gato en el portal, las lágrimas alegres de una niña.

(Al hilo de R. M. Albérès, Panorama de las literaturas europeas, Al-borak, 1972, pp. 141-2)

15 de diciembre de 2006

La flecha que no hiere

(A Paul Valéry)

(Presente)

Pasea por las calles, las tardes de los viernes, a la hora en que las tiendas y las oficinas están esperando echar el cierre. Eso lo piensa, al pasar rápidamente por delante de los escaparates, aunque desde el interior no lo miren a él. Pero él lo sabe. También coincide con otros transeúntes que llevan prisa, aunque a éstos no les presta mucha atención, sino a lo que piensa...

(Pasado)

Diez años atrás. Se preparaba para salir: cogería el coche, y ya en la ciudad, una vez que hubiera recorrido los escasos kilómetros, podría pensar en el sitio al que quería ir. Había mirado la cartelera de los cines en el periódico del trabajo; sin embargo, a esta hora, aún no se había decidido, allí, en medio del hormiguero de los viernes por la noche.

Eso contó después, yo no tengo manera de saber lo que vio, tampoco si iba en compañía o no. Fueron unas palabras cazadas al vuelo de una conversación ajena que apenas me rozaba. Ahora las asocio, sin conocer por qué, a la experiencia familiar de ir ocioso por la calle.

Uniendo hechos que no tienen demasiada conexión, me doy cuenta de lo mucho que sabemos, a pesar de todo, de nosotros mismos y nuestra vida, aunque creamos, finjamos creer o digamos que no; lo poco y arriesgado que sabemos de las vidas ajenas, conociendo la comunidad que hay en la forma de sentir, de recibir impresiones, percibir formas, olores, sonidos, de toda la recargada vida de la ciudad. Sólo puedo darle algo de significado a lo que oí, trasladándole mi propia experiencia, a pesar de que entienda que eso es realmente un abuso que cometo, valiéndome de metáforas, traslaciones de un sentido propio a las vidas extrañas.

Como una flecha sin arco.

***

Alimentado por la obsesión durante demasiado tiempo, razono inconscientemente mucho mejor de lo que luego entiendo los razonamientos, incluso los míos. Confundo lugares, tiempos y personas para tormento del intérprete, que es continuamente un yo que se alimenta de sus obsesiones, un arco sin flecha que le iguala -cuando sus momentos peores- la razón con el sueño.

***

Tareas:

Paul Valéry: Mr. Teste.

Marc Augé: campo y ciudad, yo mismo.

14 de diciembre de 2006

Cosas de la edad

... aunque no es fácil el baile pensado, en el salón amplio (se abre la puerta, se mira alrededor y nada), antes de empezar la fiesta (pero están al venir las gentes, hermoseadas y limpias, libres un rato), o una vez que ésta se ha acabado, olvidada (rosa de mi memoria, ¿a qué olías tú?).

***

Me resulta fácil intuir cuando no comprendo la letra.

Música

De vez en cuando es bueno pasear sin exaltación, sin pensar en nada. Luego, cuando se vuelve, envuelto en música de baile fácil y urbana, se comprende que todo sigue igual. Se sigue sin pensar, aunque parece que se intuye algo.

¿Qué?

¿Quién?

9 de marzo de 2006, por la tarde

De este hilo -la ilusión de nuestras actuaciones- se tejen nuestras vidas. Al tratarse de una vestidura que se desgasta, nos tenemos que entregar a la/s moda/s. Al final: un vértigo de novedades que, de reiterado, aburre; nada más viejo que la novedad, obligada a repetirse.

Así, llegamos al término de nuestras vidas habiendo adquirido el saber de que todo se consuma (o se consume) en ficción: la mayor complejidad de efectos o consecuencias, en el curso de nuestras actuaciones vitales, únicamente prueba la falsedad en la pretensión de emprender cualquier innovación en el mundo. Puesto que al necesitar un reflejo, de igual complejidad, en la conciencia del mundo, lo que determinamos como conocimiento, intuimos la resistencia inhumana que nos oponen nuestros límites.

***

-¿Esto lo piensa Vd. solo?
-Naturalmente que no. Y su pregunta me demuestra que me ha entendido mal.

***

No se debe corregir, sino pensar por qué se escribió eso.

Le père est mort

Me dio un golpe tremendo, todavía tengo la cicatriz, el pobre, sordo y casi ciego como estaba (esto debió ser en mil novecientos setenta y poco). Él, que tenía la obligación de cuidarme, los martes, cuando mi madre no estaba porque tenía que ir al mercado. Bendito, inocente (eso lo sabía yo entonces, pues me acuerdo de que quise tapar el accidente), se quería creer culpable y se retiró a su habitación, a oscuras y doliente. Ahora su recuerdo es nada más que luz.

13 de diciembre de 2006

Amor y muerte, tarde y frialdad.

(RMR)

Andábamos dentro de cajas de metal frío, sin aliento ni ventanas para mirar fuera, unas cajas gris claro, volantes, por encima de los puentes y los nervios que están sobre la tierra. En el interior de ellas, y también mirándolas pasar desde aquella ventana de hotel, por la avenida amplia, el siglo pasado. Ellas me dicen lo que sé y lo que ignoro: de su boca, rosa tardía y espesa, se esperan decisiones.

Aunque nos conociéramos durante mil años no llegaríamos a tener que hablarnos. Tanto es lo que separa un nacimiento de otro, lo que nos desgasta el tiempo y lo que se va olvidando: hasta dar en la piel sin huesos, la carne que ha perdido la fuerza y termina rindiéndose.

***

(Marc Augé: Por qué vivimos)

Yo quiero a este sabio (j´aime ce savant): autoanálisis, etnoficción. El científico (viajero, pensador) obtiene lo igual -la fraternidad humana- en contextos diferentes, imaginando contra los prejuicios: no existe una credulidad indígena, como no existe la distancia crítica eurocentrada. Se pueden dar o no: así, está la superstición occidental, igual que los olvidos y dudas de los informantes nativos.

Personalmente, el científico vuelve de sus viajes y sus pensamientos; renuncia a su objeto, al Otro, reconociéndolo -observándose ahora él mismo, el etnólogo- en el metro y en los jardines: sobre la tierra y en lo profundo de ella. La alteridad consiste ahora en la extrañeza, en la ignorancia que acompaña a nuestros propios ritos, inadvertida pero constante.

Y todo sucede como si, para evitar la soledad: con engaños.

12 de diciembre de 2006

Quartum non datur

(Langue, parole)

¿Por qué confiesa el muchacho lo que le tiene que avergonzar de viejo? El movimiento romántico, que libera la lengua del pueblo (reorientando con una significación casi enciclopédica, aunque poética, la tradición denunciada por los padres ilustrados), lo debe copiar sin remedio la trayectoria de cada joven que lo sabe: hace de su conciencia lo que era un movimiento universal-histórico; mediante la ironía de la instrucción universal, que pone al alcance de cualquiera los conflictos de fe y razón, de ciencia y de poesía, que se fueron constituyendo a partir de la doble afirmación, antitética, del sujeto: la apertura de Montaigne, el cierre de Descartes.

He aquí lo que otro, uno más, se atrevió a escribir.

***

En nuestras residencias, cubículos de acero, hemos perdido el calor, los abrazos. Cansados ya de hablar, nos gusta recordar los cuerpos por la noche, saber que los ojos se les ciegan a cualquier hora y se enfrentan uno a otro en el beso, sin más claridad que los portales. Allí la música lejana, las sirenas: dejándonos, que las manos se encuentren, que nos busquen a nosotros, callados, alegres y mortales. Tú tienes la boca redonda -yo temo la luz oscura, las flores sangrientas-, preparada para el fruto y el silencio.

***

"El rito es la condición del sentido social. Contra la soledad (el sinsentido de la ausencia), no hay nada más, nada en absoluto, que esta conciencia reafirmada de que los demás existen..." (Marc Augé, Por qué vivimos, Gedisa, 2004, p. 103)

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Reflexión, experiencia, sistema.

Homo fictus

No se desea la ficción. Se es, ¿se es?, pero ¿qué se es? La sentencia chestertoniana, quien no cree en el dios puede creer en cualquier cosa, no tiene por qué mostrar nostalgia alguna de una creencia, imposible, sino más bien el pronóstico de lo que viene.

Una ficción multiplicada e inventiva podría, efectivamente –si se tuviera esa cualidad o ese instinto, que yo no-, transformarse en un orden de aventuras: espacio, tiempo, acción. “Yo, todo: el héroe, el Único”. Pero no siento –porque lo desconozco, realmente- que esto sea así: se ama la condición ficticia porque no se tiene la condición natural –porque con algo hay que abrigarse-; y, aunque ésta no haya sido real nunca (demasiado bello –lo natural, lo auténtico- para tomarlo por verdad), se tiene deseo de ella, o necesidad. Por vivir fragmentariamente, con el paso o las ideas cambiadas, o como queramos denominar el problema.

Porque de eso se trata, en el fondo, de asignar nombres a las cosas, para con-llevarlas mejor. Así nos valoramos –seguro que en mucho más de lo que somos- rotulando “imaginación” el mundo completo de lo que nos falta: fuéramos o no fuéramos un pequeño mundo, sentimos que lo hemos perdido.

(El seguir engañados –creyentes de ficción, de puntos arquimédicos imaginativos- nos puede hacer más conscientes (¿) o más desgraciados (¿), imposible saberlo: por eso las dudas, las obsesiones, porque no se sabe lo que se dice.)

11 de diciembre de 2006

Tierra

Rilke diciendo de los muertos:

"¿Son ellos los señores que en las raíces duermen / y nos dejan gozar de aquello que les sobra, / de esa cosa intermedia de fuerza muda y besos?" (Sonetos a Orfeo, XIV; trad. de E. Barjau)

¿Cómo entender la "cosa intermedia" del último verso, perfecto? Puede referirse a los hombres, ni animal ni dios (tampoco ángel): la composición de vida con muerte, de cuerpo y alma; también la aspiración a la belleza, irrealizada; a la verdad del oúk-topos platónico, celeste.

¿Por qué no ser arbitrarios (que nos sea permitido al menos una vez) y definir esa realidad entre mundos a partir de los modos en los que la conciencia se orienta al tiempo, falseándolo o distrayéndolo: la esperanza y la memoria?

Pero ¿cómo les sobra memoria a los muertos, si no son? Si son nada más que sombras y han perdido la voz: aunque es una fuerza que habla, y que debe callarse en el preámbulo de los besos (para seguir las reglas). ¿O debemos pensar que se trata de su generosidad pasada, y no reconocida a tiempo? En ese caso, si nos dejan la alegría, será que el trabajo fructifica: ellos dormidos en las raíces, vivientes (¿ellos de prestado?, ¿nosotros soñándolo?).

11 de diciembre

(Objetos sin transición, verbos inexactos, enunciación abstracta)

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El hastío que producen los hechos.

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La excusa para contar... que no se atreve a contar: vergüenza y culpa, culpa y vergüenza.

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(Dudas)

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¿Qué tipo de hechos? Una novela de aventuras nunca puede ser una autobiografía: la burguesía acabó con la épica, la imprenta con la poesía. Lo que se escribe corresponde a lo que vive.

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La religión anida en la lectura personal, con un dios patriótico que se revela al granjero cumplidor: éste es el demócrata, el opinante.

10 de diciembre de 2006

Confesiones

¿Para qué necesitamos una mala confesión, una confesión mal hecha? Sabemos que los sacerdotes bostezan en sus reclinatorios, y no hay por qué aumentar su malestar. Lo que hemos hecho con nuestro tiempo es realmente muy poco: productos de una educación tardoburguesa que nos movilizó para ser útiles, para no ser demasiado inútiles, no se nos puede pedir, además, la descripción de una vida como si fuera una suma de aventuras. Por lo menos, se nos puede pedir que reflexionemos sobre nuestra carencia de acontecimientos.

Tampoco debemos castigarnos demasiado por ello (sí por la irreflexión): testigos o partícipes, porque eso se pide a la narración, ¿se estaba allí?, ¿se es igual ahora? No es que nos hayan puesto allí y poco hayamos tenido que decir al respecto. En poco se podría distinguir nuestra situación de la de otros. Faltos de historia, nos ha convenido preguntarnos por la vida particular. Y con ello podemos apuntar a verdades mucho más generales.

Las dudas que albergamos sobre todo aquello que hemos escrito, privado y público, las correcciones que enmiendan lo escrito, generan la sospecha acerca de la posible ausencia de los hechos, y sobre la inflación de una voluntad de estilo que quiere rectificar todo. Se despeja el texto de las palabras añadidas, sobreañadidas, rectificadas, y ni aun así aparece la verdad: salvo como trivialidad y repetición de la trivialidad, sucesión inacabable de los ritos.

***

Se necesita difundir la creencia de que la individualidad no es creadora ni observadora de la historia. Trabaja más ocultamente, una vez que se ha cumplido con ciertas condiciones. Entonces, yo no le pediría a los relatos autobiográficos otra cosa que la impresión -el fragmento, el detalle, el punto- de los hechos y una intención de significado otra, no ideológica. Hoy desconocida.

***

Los argumentos representan la forma lograda de nuestras conversaciones, el modo de que éstas lleguen a buen término: ¿por qué no pensar que esto siempre es así? Que no existe ni un mundo V ni un mundo F.

Corolario: no deberíamos desconocer ni las lenguas ni las estrellas; significan lo otro y lo inefable sólo para el oído que no las ha hecho propias, para el ojo que no las ha admirado y deseado. Estas cosas suceden socialmente, aunque se pretenda que ocurren en secreto. Por eso conforman impresiones comunes y discutibles: un resultado final de la lengua, la autora.

Ironía, 10 de febrero de 2006

(Granada, Paseo de los Tristes, Mil novecientos ochenta y tantos)

Cuando joven, quise siempre compartir la alegría, aunque realmente nunca fui capaz, y /eso ocurría/ de un modo consciente y voluntario. Participar significaba vivir la fiesta de la borrachera, y deseaba por encima de todo conservar la conciencia y el esfuerzo. ¿Era consciente ya, entonces, de la obligación de contar el/mi tiempo /personal/? De una manera apoética, aparte de cualquier simbolismo o álgebra, tendría -pienso ahora- que saber /en aquel momento/ mi destino de escritor de unas memorias. Me faltaba y me falta (?; ilegible) el tema, o el argumento, aunque no el sentido -porque la obligación se concreta en un conjunto de episodios desconocidos por el joven: la muerte de los padres, la destrucción de un paisaje y hasta de una forma de vida, mi propia crisis sociológicamente orientada (por ese orden, según lo entiendo en este momento).

Queriendo ante todo ser fiel al hecho, me obligo a traicionarlo, trabando lo que me han dicho hoy (Paseo de los Tristes, Granada) con lo que no viví entonces, /cuando estaba/ ávido de mi serenidad aunque me la guardara en silencio o en la lectura -de siempre quise atar la memoria al dominio de las palabras y no a otra cosa, pero ¡qué ingratas son cuando se circula/vive con ambiciones y qué felizmente fluyen en los raros momentos de gracia, que por inmerecidos nos rinden a su gracia /NO: caricia/ amorosa! Así que podremos suponer en el joven la forma de la intención -si es que el niño no se orienta/gobierna ya por el esquema de las finalidades: "qué quiero ser de mayor?"-, /un/ objetivo que se asienta en el corazón y no se puede dejar de lado. Hasta ese momento /el de hablar, contar, recordar/ -no se puede conocer de manera exacta su llegada- se reitera la forma de la intención en el hábito obsesivo que seca el cerebro y la sangre, nuestra inteligencia y el cúmulo entero de las relaciones mantenidas con aquellas personas que nos comprometimos a amar.

Reducidos al mínimo /en ¿aquel? momento, igual que ahora, pero de otro modo/, la conciencia vuelve presente con una intensidad dolorosa... el paso entre la muchedumbre, Paseo de los Tristes arriba, percibido en la imagen mirada/vista de la fachada el conjunto que siento, con el corazón, que puedo gobernar con una palabra mágica y definitiva. (O quizás me engaño y la unidad entrevista, en la grandeza del edificio, y /al lado/ del puente que cruza el río sucio a los pies de la Alhambra, pertenecen a una visión posterior, al adulto expedito para el trabajo y la existencia familiar).

Ascendemos, y sólo me consta ahora el coro unánime de los borrachos -así lo imagino/veo-, vistiendo/representando una alegría que yo tengo que prestarles con la imaginación, porque no me siento, en mil novecientos ochenta y tantos, capaz de darle realidad a esa alegría -¿cómo pueden engañarse /tanto/? En el mirador tengo /experimento/ el máximo desagrado (?): la masa desplegada y yo deseando volver.

Instantes más felices, y deben ser también de la misma fiesta o me gusta a mí confundirlos, vienen con /el paseo por/ las aceras de la Gran Vía. ¡Quién no daría toda su vida por lograr -ahora que lo enuncio- el significado pleno del asunto más superficial que pudiera ocupar los ojos y la inteligencia del joven! Experimentar la urgencia de esta petición cuando en la vida de un individuo ya es imposible satisfacerla, puesto que los años y los fracasos han llevado tan lejos -al infinito de lo que se condena a la indefinición- lo inefable, el aroma de entonces, el perfume primero del amor, la alegría de cualquier descubrimiento trivial.

¿Por qué no conmovernos al recordar los gestos absurdos, el paseo kilométrico -por qué siempre ese motivo, esa obligación- al fracasar con la novia pretendida? De insatisfacción y fracasos me alimento, rellenando triste los huecos mediante el calor prestado -bastardo, aunque yo lo amo- de unas palabras desordenadas, tanto más puras y queridas cuando las abandono y me dedico a otra cosa.

***

Antes de la confesión, la vergüenza; después queda para el sacerdote, o los deudos.

Pero la confesión fracasa si se están corrigiendo las palabras, interponiendo un estilo entre la verdad y el oído, máscaras para la ocasión de un lucimiento: la religión contiene sus hipócritas, los crea, los necesita. Por supuesto también la religión de la verdad personal: el carnaval impone su alegría de caras falsas a la piedad más seca. La voluntad de vivir por delante, dogmática y creyente.

La interview calumniosa-IV

P. ¿De qué manera afectará a la organización de los centros la incorporación de las TIC?

Comment:

1. La pregunta supone el don de previsión precisa por parte de la entrevistada. Nunca se puede esperar menos de los expertos.
1.1. Nunca se puede esperar menos de la esperanza. La esperanza es lo último que se pierde.
2. No se trata de previsión, sino de imposición. Opino.

R. Ya está afectando queramos o no. En los EEUU hay un millón de alumnos y alumnos que no van a la escuela pero reciben educación y algunos países ya dan educación secundaria a distancia. La escuela tiene un papel socializador muy importante. Pero las escuelas que empiecen a organizarse de otra manera, trabajen con proyectos curriculares y se flexibilicen, serán las mejores preparadas para adaptarse al futuro.

Comment:

1. USA: Nada más y nada menos! Pero la información es irrelevante para España, aparte de imprecisa; y no responde a la concreción de lo que se ha preguntado. Porque tal cosa es imprevisible: porque no se puede saber cómo afectarán las TIC´s a la organización de los centros. El experto no es ningún dios, ni su profeta.
1.1. Una pre-disposición tecnológica de las cosas se basa en dos ignorancias: la presuntuosa del Experto, y la desganada del administrado.
1.2. La entrada tecnológica en la educación no se basa en ninguna determinación democrática, ni informada.
2. ¿De qué manera están organizadas las escuelas, si no es con proyectos curriculares y flexibilidad, mucha flexibilidad? Pero esta no es la solución sino el problema.
2.1. La flexibilidad es la fuga hacia adelante del disparate no asumido: no soluciona nada, lo deja para mañana. Los sistemas educativos exitosos no se basan en la flexibilidad überhaupt: en lo accesorio sí; en lo básico e importante, no.

R. Los alumnos y alumnos, dicen algunas encuestas, sienten que en la escuela nadie se preocupa de ellos y que la dimensión emocional parece descuidarse.

Comment:

1. Acabáramos! Las encuestas: vox populi, vox Dei.
1.1. ¿Qué encuestas? ¿Quién encuesta? “Dicen algunas encuestas”. Así, muy bien.
2. La escuela, escenario de frialdad deshumanizada, despreocupada: los alumnos, unos mártires; los maestros/profesores, unos psicópatas; aparte de ignorantes y gandules.
2.1. Pues se deben reunir todos los vicios para que el mal sea más localizable, y que huela a azufre.
2.2. El experto diagnostica platónicamente la carencia de virtudes. Deo gratias. (Se le invita a ello: le pertenece.)
3. El rumor no es saber: el ruido de las encuestas, anónimas, tendenciosas, tergiversadas, sesgadas.

R. La importancia de la dimensión emocional en el proceso de enseñanza y aprendizaje ha sido sistemáticamente descuidada. Hay ya numerosos países que recogen en todos sus informes la opinión del alumnado. Éste a veces no se siente reconocido como sujeto y la dimensión emocional tiene que ver con la relación de la escuela con el sujeto.

Comment:

1. Claro, había que aprovechar la facilidad de la carambola: “sistemáticamente descuidada“. De ahí la infelicidad de los jóvenes cuando llegan a la mayoría de edad, víctimas de la infelicidad escolar.
1.1. Dios no existe, pero los maestros/profesores han heredado el pecado mortal: destierran a los pequeñuelos del jardín. (Merecen la muerte, sí les llega. Evangélicamente, por lo menos).
2. En España, dictadura teocrática medieval, resulta hoy prácticamente imposible conocer la opinión de los alumnos: pues no pueden hablar con los profesores, con los tutores, con los directivos, ni luego en casa con los padres. ¿No será que éste no es ningún problema, y que se quiere justificar otra cosa: la violencia escolar, magníficamente enmascarada como maltrato emocional causado por el docente-verdugo?
2.1. Menos mal que nos queda la luz de otros países, occidentales o no. ¿Qué países?
3. ¿En qué sentido la educación emocional debe ser una prioridad de las escuelas? ¿No se trata de una intromisión intolerable -por sus efectos potencialmente perversos- del estado?
3.1. Los expertos también conocen la parte emocional del todo de la felicidad: los expertos son como filósofos metafísicos y éticos, pero más sabios: porque conocen la Historia, el pasado y el Por-venir: y seréis como dioses!
4. La imputación de que en la escuela se niega la definición de sus clientes naturales y primeros en cuanto sujetos (personas) es lo bastante grave como para que sea objeto de una investigación pormenorizada, y perseguidos los responsables; así, en el vacío de la improvisación, se queda en una acusación: falsa, porque los ciudadanos, prima facie, son inocentes; también los profesores nouniversitarios.
4.1. ¿Se trata -repito- de culpabilizar, en la conciencia de los docentes, en la circulación social de las opiniones, a alguien -Oh, sorpresa, la escuela-, de las disfunciones conductuales en los centros educativos: falta de respeto, violencia, agresiones, indisciplina, etc.? Si es así, dígase con palabras claras.


(En el centro de la página)

"El ordenador es sólo un instrumento para el aprendizaje.
Hay que vincular las TIC a un proceso creativo de transformación de la escuela."

Comment:

Dios sea siempre alabado, por darnos esta luz: y evitarnos pensar que el ordenador sea como la píldora de la felicidad, o la ciencia por fin infusa, y la conversión alquímica en oro. Pobre “neciedumbre “, que se cree, en cuanto sale de la facultad al sol, que los milagros existen, y que se ha educado (?) para adorarlos.



P. La formación del profesorado es un tema de interés social que se sale de la escuela.

Comment:

1. Los temas se salen.
2. Sospechamos, ante el tema, la disposición de ánimo de la ciudadanía ilustrada -mucho más que los docentes: qué tristeza, el docente no tiene formación, y sí muchas vacaciones y un buen sueldo (en esto se engañan).
R. El tema de la formación es el "patatón caliente". El profesorado no está preparado para las necesidades educativas del siglo XXI. En los países serios no puede ser que un licenciado aprueba sus oposiciones y se ponga delante de 30 chicos y chicas. Por otra parte, la formación permanente tiene que vincularse a proyectos educativos de mejora en los centros.

Comment:

1. “Patatón caliente”: Hermosísima figura, digna del 27 español, y de todos los siglos de oro y las épocas de plata; y qué hermosa apreciación cualitativo-cuantitativa de las carencias humanas y profesionales del docente.
2. La solución, pues ya no podíamos vivir sin ella: es, existe, el “patatón caliente” porque “el profesorado no está preparado apara las necesidades educativas del siglo XXI”. Entonces sí que estaba justificada la hermosísima metáfora. A ver si lo entiendo: personas educadas en la universidad, conocedoras de su materia, evaluadas para impartirla tras un proceso de selección inter-pares (una de la experiencias más paranoizantes que se conocen: ¿suena esto?, ¿oposiciones?, ¿la dureza de ellas?, ¿lo que hay que estudiar?), personas así no están preparadas para aquel trabajo para el cual han sido seleccionadas. Entonces, ¿para qué están preparadas? ¿para qué se les paga? Rápido, que no se siga perdiendo este río de dinero, dilapidando miserablemente los cabdales (es un supuesto oxímoron), y que se contrate al profesor adecuado, porque es el Profesor Adecuado y Uno: la falta de preparación distribuida a la colectividad representa la falta de preparación de todos y cada uno, y la necesidad de la sustitución de todos y cada uno. ¿Quién va a formar los tribunales de oposiciones?: ¿La ciudadanía ilustrada?, ¿la preilustrada?, ¿las facultades pedagógicas?, ¿el país de los soviets?
2. En los países serios no se deben celebrar estos festejos (“un licenciado aprueba sus oposiciones”; cosas que pasan, cuando se pasa por allí: oye, que me han tocado las oposiciones, qué hago?).
2.1. En los “países serios“, los opositores que han aprobado deben pasar una temporada en el campo, desarrollando tareas agrícolas. Para que vayan aprendiendo.
2.2. ¿Qué se hace en los países serios? ¿Qué son países serios?
3. Otra solución, el saber del experto es un pozo sin fondo, un abismo de sabiduría, dorado, infinito: la formación permanente tiene que vincularse a proyectos de mejora en los centros: culpable ahora, culpable para siempre. Debe ser el único oficio que cierra puertas: lo que uno va aprendiendo sólo se justifica si le encadena al lugar. Pues no se es profesor de 8 a 3, sino hasta en sueños y para toda la vida. Y formación científica y rigurosa no, que ya la tienen los expertos, que conocen cómo se mejora y lo encargan a los demás: y si no se mejora los culpables son los demás. Vivan las caenas.

R. Por último, ¿cuáles son los riesgos que se pueden derivar del uso de los TIC?

Comment:

1. ¿Los hay?
2. El experto tiene la respuesta, porque conoce la historia toda, la pasada y la por-venir.
3. El experto debe lucirse.
R. Los tecnoentusiastas piensan haber encontrado la solución a los problemas de la enseñanza; pero la esencia de la tecnología no es de ningún modo tecnológico. El ordenador es sólo un instrumento para el aprendizaje. Las TIC son caras y hay que buscar las maneras más efectivas para su buen uso. Es decir, hay que vincularlas a un proceso creativo de transformación de la escuela, pero si los integramos en practicas docentes ya caducas, estaremos en el camino contrario. Sin embargo, la concepción curricular y de los espacios en la escuela de hoy suponen un freno a las nuevas tecnologías que apuntan hacia otra dirección, la de abrir espacios de aprendizaje y diferentes tipos de organización escolar.

Comment:

1. Los tecnoentusiastas deben ser bastante estúpidos: ¿dónde están?
2. Una esencia no tecnológica de la tecnología: pero esto es tan falso como hablar de una esencia no capitalista del capitalismo. Se trata de una de las sentencias fáciles que sirven para escamotear la verdad más temible: justamente la tecnología posee la fuerza, los medios, para salirse de cualquier disposición de fines que se le hubiera señalado. Un ordenador nunca va a representar nada más que un medio. ¿De verdad se piensa? Quiero decir que representa mucho más que un medio, lo que sería como limitarlo a un juego infantil del que uno se sale cuando llega a adulto, y se le olvida. La informática representa mucho más que un medio porque ha cambiado por entero el paisaje humano y no humano. Hasta tal punto que lo de la educación emocional, sentimental o como quiera llamarse al engendro (i. e., lo generado) se queda en una frivolidad que puede costar carísima si se quiere hacer un “país serio“. Eso no pasa por tratar a los profesores como imbéciles íntegros y pillos redomados, sino por darles una formación, y exigírsela, lo más rigurosa y científica posible. No se trata de vincular el trabajo docente a supuestos proyectos de mejora, porque los planes quinquenales ya los tenemos conocidos. Se trata de que -dado que en este caso sí es verdad que existe una esencia no tecnológica de la tecnología, que consiste en la polarización de las economías del planeta en torno a la esfera de las tecnologías de la información- o se garantiza una formación de calidad, en contenidos de saber, en rigor en el trabajo, en exigencia pura y dura o ya nos podemos ir poniendo a rezar para que no venga el crack, del 29 o del 73 (en el año en el que ojalá no venga), y se vaya al traste todo el magnífico y munífico tinglado de turismo de sol y playa y especulación inmobiliaria. Porque Internet será todo el nuevo lenguaje que se quiera (Internet como metáfora de la nueva economía tecnológica), pero un lenguaje sin contenidos interesantes (no lo que se adecue a mi mente ahora, sino lo que la abra hacia delante; también en la economía, of course) representa una farsa en toda regla: ni en Internet ni en ningún sitio está el saber si no hay cabezas y manos que lo hayan puesto ahí. Lo demás, los pedagogismos, las sentimentalidades, quedan bien para halagar al público; un profesor debe saber y debe saber al máximo, y los alumnos le tienen que dejar explicar y explicarse. Lo demás es una ruina segura. Y ya está bien de matar al mensajero. Lo que, por cierto, no sirve da nada si la tormenta llega.
3. Quedo abierto a la mostración de la ventaja de los proyectos transformadores sobre las “prácticas caducas“, a cambiar mi opinión y adorar si es preciso en el seno de la religión psicopedagógica, como su más humilde fiel, o vasallo o esclavo.
3.1. También quedo abierto a qué me expliquen si resulta más innovador el docente que muestra -sin vacuidades- a los alumnos que sabe, y que está dispuesto a saber más, o el grandilocuente sin cabeza de las modas, sonriente, eso sí. Porque los alumnos no son estúpidos: saben a lo que juegan, los interesados igual que los no interesados (pues de esto se ha tratado y se tratará). El arbitrismo psicopedagogizante aburrirá a los alumnos (a los buenos me refiero, sin mayor duda; a los malos les parecerá un intento patético de ganarles por la mano, y llevarán razón). Quizás mi paréntesis esté injustificado y se vea como una atrocidad hablar de buenos y malos alumnos. Pues bien, que siga la fiesta.

José Ramón Martínez. Bruselas