RMR
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¿Para qué dejarlas? Todo se había acabado, y ya está. Al menos -otras veces es nada, abandono, derrota callada- había logrado una voz propia. El tiempo se le iba. O quizás no fuera eso, sino la sospecha de que tenía que tomar por fin una decisión, deshacerse del espesor. Después de todo, lo que él decía no era más farragoso que lo que decían otros, y era legítimamente suyo. Desde fuera se podía observar la misma extrañeza, la seriedad del que no puede contentarse en ninguna parte, admirado de las hojas caídas en las aceras, de la luz que se juega su oro entre los árboles del río, todos esos lugares donde él hubiera querido estar con su mujer. Y ahora no podía.
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