El narrador se obliga a contar lo que no ha visto, a sostenerse (yo, decidor; se mantiene a él, en su discurso). Sin haber sido testigo de nada, su testimonio no vale más que el de cualquier otro, si acaso menos: no respeta los hechos, se desprende de ellos, ni tan siquiera los ha visto. Deja sus ojos abandonados, enfermos de conciencia (obsesionados), para mirar mejor a los que no ven, activos y vivientes estos últimos; así concuerdan los demás en un decir recto y práctico, abandonado también e inconsciente, de otra manera.
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Recupera el aura en la distancia, extrañando su objeto (ah, esa primera vez que te viste mirado!). Pues calificarlo de bello, a él y su configuración estética, pertenece a una interpretación posterior, dialéctica y no reconstructiva (historicista). Los objetos son revisitados (revividos) "por sustracción": no son la obra de una época (el symbolon) en la que la época podría haberse reconocido y apreciado, sino su crítica; mediante la destrucción, la ruina y el fragmento, legados desde el pasado (desde ningún lugar, ya, ahora), el narrador contempla la acción del tiempo sobre la vida, su terminación. (Se reproduce como pura vida, si no se adhiere a la falsedad; no le sirven los objetos usados.)
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(Pensar/Escribir)
Renuncié a lo que quería, a lo que me iba a realizar. Admirando el hechizo de lo novedoso, dedicándome a él, confiaba en un logro imprevisto.
Pero la seguridad no vino a mi alma. Pues que se paguen con miedo y desaliento las palabras que se pronuncien.
1 comentario:
El narrador (para W.B) no sólo se mantiene a él en su discurso, sino también la memoria de la tradición, de todas las experiencias vividas (sufrimientos, ideales, proyectos...) que se quedaron en el camino, aplastados por el rodillo del Progreso.
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