19 de septiembre de 2007

Nulla dies sine...

Aprovechando que no pude enviar el siguiente texto a los comments de una noticia sobre educación aparecida ayer en El país:

Lo que me hace gracia es el argumento pedagógico (...), esa inquina que se le tiene al saber como condición suficiente para ser un buen profesor; como si no bastara con saber mucho: y de lo insuficiente a lo innecesario va un pequeño paso lógico que /se/ (...) está dispuesto a dar: saber es contraproducente, y los libros mucho más. (...). Eso no es más que un argumento de vagos, comodones y malos estudiantes... Haga Vd. que los docentes se formen científicamente en su especialidad, déles autoridad y respeto en las clases, págueles como funcionarios del grupo A que son, dígale a la sociedad lo que se está jugando con tanta maniobra de diversión (en los varios sentidos de la palabra): que el pan para hoy es hambre para mañana y papá Estado no va a funcionar siempre. Yo soy hijo de agricultores, me enseñaron el valor del esfuerzo y del estudio (por lo cual les estoy agradecido e intento cumplir, estudiando todo lo que puedo, y sin que me paguen más) y me parecen de una demagogia criminal los argumentos condescendientes... Que hay que ser educador, que lo importante son las técnicas pedagógicas, (..) Por Dios, vamos a ser serios... [He cortado lo que me parecía irrelevante y polémico, más que otra cosa. No he cortado el enfado.]


me permito recordar/me unas palabras de Pilar Benejam, Catedrática de Didáctica, que bien pueden pasar por ejemplo cumplido de maoísmo pedagógico:

"La reforma iniciada en la década de los años 80 y concretada en el 90 con la LOGSE (...) representó una respuesta a las nuevas exigencias democráticas y sociales de igualdad, integración, atención a la diversidad y preparación para el ejercicio de la ciudadanía. Tales iniciativas, acordes con una visión política socialista, también fueron vistas positivamente por el mundo del trabajo, dado que la economía reclamaba más formación para trabajadores y usuarios en un mundo tecnificado y en cambio acelerado. Esta ley vino arropada por una teoría educativa actualizada acerca de los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero olvidó la formación inicial del profesorado que había de hacer posible todos esos cambios. Los estudios de magisterio dieron cabida a nuevas especialidades pero no renovaron sus planteamientos, mientras la formación inicial del profesorado de secundaria se abordó tarde y mal y no pasó de decreto. De manera inexplicable, gran parte de los profesores, los políticos y la sociedad en general siguió confiando en que para enseñar a nivel de secundaria lo realmente importante era una buena preparación académica." [Cito del trabajo de Javier Orrico, "La guerra de los cuerpos", aparecido en el número 29 de La Ilustración liberal. Las cursivas aparecen en el texto del profesor murciano. Que escribe en redonda lo que quiere enfatizar.]

La atrocidad mayor, en mi opinión, del texto está en la frase final, en ese "De manera inexplicable" con que comienza, que es el lapsus de la élite, el escozor en el alma porque aún hay cosas del plan utópico que no han permeado la sociedad. Ya que el error no es sólo político, ni de los mensajeros (profesores) sino de la sociedad "en general". Lo dicho, Rousseau pasado por Mao.

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