28 de septiembre de 2007

El 21 de abril de 2006 escribí...

... en M., supongo que para matar el aburrimiento durante algún claustro o similar, este "ejercicio escolar":

Imposibilidad de la historia científica, o la Historia como ideología de (peri, acerca de) la historia.


Los hechos no existen.
Los datos son objetivos: se debe especificar qué es dato y qué es objetivo.
La definición -de dato y de objetividad- no es un dato sino una interpretación.
La definición tampoco es un hecho, puesto que éstos están formados por la conjunción o enlace de los datos.
La definición, en todo caso, implica un juicio acerca de los datos, de su sentido o valor.
Cualquier definición que tienda a asimilar los hechos históricos a datos objetivos constituye una interpretación de segundo grado, un juicio acerca de un juicio.
La neutralidad de los datos implica la imprevisibilidad histórica:
En efecto, una predicción exacta debería basarse en la evidencia de las premisas. Al carecer de ésta, la necesidad histórica es la misma que la del azar.
No se pueden tener dogmas acerca de la historia -ni esta aserción constituye un dogma: la formulación de afirmaciones definitivas requiere de un sujeto autorizado, responsable. Pero éste no existe, puesto que no puede ser otra cosa que el teatro de máscaras del lenguaje: una fantasmagoría.
El cuerpo y el lenguaje son reales: la mente, no. El ciudadano, por lo tanto, tampoco. La mente constituye la ilusión de un instante, el sueño que viene de la muerte y que acaba en la muerte.
Existe una realidad antes del sujeto (el cuerpo), y otra después del sujeto (el lenguaje). Por lo tanto, el sujeto no existe: el lenguaje también es anterior. La realidad humana es dolor y soledad: nostalgia.
Carece de sentido el escepticismo y su contrario, la esperanza: puesto que no hay ningún depósito de evidencias que los avale.
Lo mismo podemos hacer depender la sucesión histórica de un dios que del diablo, o de un mensajero: los acontecimientos repiten los acontecimientos, y el sentido no aparece (así, Rojo, de Kieslowski).
También podemos considerar que la luz se deshizo (los accidentes energéticos nos hacen cobrar conciencia de nuestra fragilidad).
No existen los derechos, sino las decisiones de una sociedad acerca de su curso: se asientan en el lenguaje y en él mueren.
La mentira política depende de la mala comprensión interesada: eternizamos el instante en gracia del interés. De esa manera incrementamos la pérdida: dolor y soledad.
La ley se basa en la posibilidad de erigir un patíbulo. La ilusión de la soberanía de una voluntad colectiva previa quiere ocultar ese hecho: de ahí nuestros desengaños.
No existe la impostura política, sino el juego oculto con el uso de la muerte.
La política viene del lenguaje y se afirma en los cuerpos (Agamben).


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Durante un tiempo nos gusta jugar al aforismo wittgensteininiano -en el fondo y en la forma-, aplicar un razonamiento construido a base de sentencias a nuestros malestares políticos o personales---

...

Cada una de esas frases podría vivir sin mí, o estar (ser) en el epitafio de todos, de cualquiera.

...

La frase anterior no es una sentencia, sino la burla de los sentenciosos, de mí mismo, que me creí que las proposiciones de estructura simplificada podían tener alguna validez.

...

Incluida la anterior.

Silencio.

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