30 de septiembre de 2007

La lectura de...

... las columnas de opinión política, fundamentalmente de la derecha liberal y conservadora (porque, honradamente, no sé dónde está el pensamiento de la izquierda: crítico, universalista, estatalista), que a mí me distrae (si se trata de una opinión argumentada o que me parezca inteligente o intuitiva, o simplemente original) de consideraciones más profundas (como mi profunda incapacidad para pensar con fruto), debería provocar el desasosiego que corresponde a la percepción inequívoca de lo "ya visto" histórico (en España). La cualidad de farsa grotesca, potencialmente muy peligrosa, de las peleas con y por los símbolos, las palabras, los gestos (incluidas las poses corporales) no lleva, solamente, la memoria hacia Marx, y su, para nuestro gusto, increíble optimismo antropológico, sino que, en tanto sujetos adecuadamente superficiales gracias a los muchos años de domesticación socialdemócrata, no nos queda más remedio que esforzar las espaldas para cargar con los dichos y hechos políticos, y muy principalmente con esa condición fratricida del lenguaje a la que parece que hemos decidido entregarnos por cualquier motivo y en cualquier ocasión---

Se han perdido tanto las formas que a esa pérdida se la vuelve contenido de derecho, legítimo y fundamentado: al quemar la efigie (puesto que a la inquisición se le escapa, de momento, la persona) se la denomina libertad de expresión. Y lo es, con la misma base filosófica con que lo es la censura, la quema de libros y cualquier fundamentalismo. Es decir, con esa soberana coherencia con que el principio de no contradecirse se niega a sí mismo, y, por ello, ex contradictione quodlibet---

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¿Cómo no van a servir las facultades de Filosofía? En horas que recuerdo con agradecimiento a mis padres y maestros, pude aprender (en Karl Otto Apel) lo que era el trilema de Munchausen, la fragilidad de nuestra inteligencia que sólo puede fundarse en la palabra convivida, y así se constituye en una auténtica refundación política y humanista, dado que se nos prohíbe absolutizar (introducir en el templo) cualquier enunciado, sacar de la discusión la pretensión de verdad, hecha Verdad, que sólo en la discusión (diálogo, crítica) tiene su lugar---

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¿Cómo no debería preocuparme, a mí por ejemplo, que no sé alemán, que por ello soy un mal filósofo, que las palabras traducidas de un sabio profesor teutón, me digan más (las respete más y me respete más) que todo el ruido y el bochorno de un mercadeo político que no comprendo o que comprendo demasiado bien?

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PS. El trilema es aducido por Hans Albert. Curiosamente la expresión "trilema de Munchausen" aparece muy poco en Google. Me daba pereza buscar el libro de Apel y la he buscado en Internet.

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