Tras larga deliberación interior (2 minutos intensísimos) he decidido no comprar hoy ningún cultural.
Sí, un acierto, porque la cultura pública o publicitariamente bendecida es una porquería. Con solamente alabar algo ya es suficiente para quitarle valor.
Si interviene la maquinaria hollywoodiense, todavía más porquería.
Bienaventurados los culturalmente despreciados, porque ellos todavía no son indecentes y serán leídos, mirados, admirados, etc. sin sentir vergüenza, en tiempos venideros.
La mayor parte de lo público (lo que se conoce y reconoce, lo premiado que apremia para comprarlo) no contiene más que falsedad.
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