El sueño me curó del escepticismo de la mañana
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La muerte, la gran verdad
Pedía el filósofo a sus magros discípulos, cuando venía de los ejercicios en el bar, que por una vez pensaran (era gratis), a ver si eran capaces de atisbar la falacia (existenciaria la denominaba, con préstamo tomado de alguna Alemania pasada) presente en la inferencia nombrada. Decía, para ayudarles o para liarles, que era más o menos como si la mosca se saliera de la botella y se pusiera a circunvolarla desde fuera, emitiendo opiniones muy metafísicas.
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