Como moderado creyente darwinista que soy, y furibundo racionalista ante todo, no me parece nada verosímil la influencia, desde el nacimiento hasta la muerte, dirigiendo el curso entero de la vida y también cada uno de sus instantes, de la mañana a la noche, el influjo, digo, de esos aparentes sistemas que son las constelaciones.
Es bueno pensar que la vida de cada uno está inscrita en los cálculos de un dios providente, que si nos manda bienes es porque se ha fijado en nosotros y pretende salvarnos, y si nos manda males, él sabrá y por algo será. Quizás pretenda ponernos a prueba...
Si no en los cálculos mentales impensables de un dios, también podemos buscar el sentido de lo que nos pasa en un destino impersonal. Es bueno librarse de esa forma de nuestras limitaciones y errores. Es bueno o es conveniente, pero lo más seguro es que esa tentativa contenga una falsedad.
Se fía el supuesto conocimiento astrológico (para mí más falso que los antiguos duros de madera) a la existencia de una cierta energía cósmica, puesto que sabemos de la equivalencia de materia en energía. Lo saben los físicos... que con ese saber han construido letales bombas atómicas y muy útiles reactores nucleares, pero que no han determinado la vida de las personas más que metiéndoles el miedo en el cuerpo.
Quiero decir: que la conversión einsteiniana de la famosa ecuación pertenece al mundo material, y que nada autoriza a extrapolarla al conjunto de la realidad, y menos aún al curso biográfico de una persona.
Evidentemente los astrólogos aciertan: que su saber sea falso no significa que no tengan que ser inteligentes... en el uso manipulador y persuasivo del lenguaje. Dicen verdades... es verdad. Pero nada más sencillo que decir verdades, con tal de que las proposiciones que las expresan sean suficientemente generales, o con tal de que astutamente se introduzca en el guión de la conjunción astrológica correspondiente a tal persona una proposición y su contradictoria.
No sé, lo que yo pienso es que esta vieja historia de los astros (sin extenderme genéricamente a las religiones) se origina en miedos e incertidumbres que son connaturales a la especie humana, a todos y cada uno de sus individuos, si son capaces de ejercer el uso de su razón. En ese respecto, no me parece nada raro que, en estos tiempos de incertidumbre y cambios, hombres y mujeres inteligentes se acojan al calor (pretendido) de gurúes administradores de sapiencias mágicas. Pero no creo que haya tal, sino una incomprensible (para mí) máquina genética más o menos inmortal, que mágicamente (ahora sí) pone sobre la Tierra existencias que no saben nada y que tienen que hacerlo todo.
Luego queda discutir si Dios existe, y el porqué de la existencia en general.
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