A la literatura de ficción: para fábulas ya estoy yo. Solamente textos referenciales: ensayo, historia, filosofía, sociología, etc.
A la fe. No mueve montañas sino de sangre.
A pensar otra cosa que [considerar que] escribiendo un diario se aprende a escribir... un diario. Sorpresa!
A las ideologías. Otra fe.
Al positivismo científico: solamente Rilke y Heidegger.
A considerar que haya en el fondo (cultural) otra cosa que valga la pena que la filosofía. Si vale la pena... es filosofía, ese saber añejo según los tontuelos del día.
A la filantropía, una fácil cura de almas, propiamente administrada, para presumir.
A olvidarme de que debo un texto de Morelli.
A considerar que yo pueda hacer otra cosa, albergar otra ambición, que la de ser un correcto comentarista de textos que valen la pena.
A pensar que exista una palabra pagada valiosa.
A lo politically correct.
A creer en la humanidad en un sentido cosmopolita. Imposible.
A comprender, en el plazo de una vida, el funcionamiento de los artefactos nanotecnologicos ad usum puerorum. Aunque sospecho que se trata de una manera nuova de piratería. Renuncio, mucho más, a comprender los libros de instrucciones que, en clave irónica sin duda, los acompañan. (Cosas de ingenieros estos enloquecidos cacharros. En venganza, se me antoja proponerles a los mentados engineers una selección de pasajes abstrusos de la Ph. d. G. de Hegel y de S. und Z. de Martin H.)
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