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6 de diciembre de 2008
Oh, mis paseantes walserianos...
... eternamente agradecidos con el mundo que no entienden, puestos ahí, en los caminos o en posadas transitorias, por una gracia que no les ha consultado. Llevan por dentro una sombra, tras el aparejo de la sonrisa. Vienen y van, sin relojes y en tardes iguales, templadas en el otoño tardío, con nubes plácidas arriba, compañeras de la luz parca de las tres y media (si uno mira por un momento el reloj de su pena).
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