![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQL7_N8XcItsroCRCyWywnj8NM7rgOdFEBYgl9pkqZVlSLaTrNsXvKRPpzzGJ5QoeSUpyU3Iq6vfjVu0UG0Nb1e7duaB6ilb2LFtiOxDsQtMFVDIlckCB-3TnrPNeiNGnTAqXr/s200/img411.jpg)
Aparece (p. 375), en la edición de Cátedra -la obra viene junto con
La voz a ti debida y
Razón de amor-, este paréntesis terrible subtitulando a
Largo lamento. 1936-1939. Empieza el poemario mentando el poder destructivo del amor, sobre el mundo. Entiéndase, por las terribles fechas, la guerra incivil. Sucede que el crimen y el odio pasan o cesan (¿pasan?, ¿cesan?; yo sé que la ignorancia malvada queda), pero la cualidad polémica y letal del amor no. La miseria de los cuerpos se vuelve miseria de las almas, trabados cuerpos y almas en hambres paralelas. Cuando los muertos han muerto (¿Han muerto los míos? -me pregunto con terror) los vivos siguen muriendo (¿estamos vivos?)---
No hay comentarios:
Publicar un comentario