Los martes por la tarde vuelve… ¿Cómo iba a dejarme tranquilo? El antiángel, ladrón de mi tiempo…
Todo, lo admito todo menos la pérdida de la voluntad. La voluntad, el lugar de donde procede la rectitud de los juicios. Sin voluntad no soy.
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Están ahí, incluso moviendo la mano que lo escribe y provocando la conciencia que lo advierte. ¿No? Si están todos... uno es todos... también.
Se comenta a vuelateclado. Al releer el comentario, oh paradoja, se piensa y se dice lo mismo y se piensa y se dice lo diferente: maladies de los sujetos comunicantes.
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Por la noche ya es otra cosa: la modestia del lector. Heidegger, "La época de la imagen del mundo". La beatitud conventual posible.
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