No es verdad que la disolución de la razón, esa puesta ante el espejo del espíritu analítico, produzca seres felices. Al contrario, la desgracia pintada en el rostro pertenece al que se pierde en el bosque nevado, un día en el manicomio. Tras muchos años esperándolo. (Sonriente y feliz, para el mundo.)
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