12 de septiembre de 2007

Razón monológica

Convencido de escribir, de tener que escribir y de desear tener que escribir (y no debe ser muy diferente el convencimiento de un deseo, que luego -además- se satisface, de la felicidad) me sucede -sí, a mí- tener la impresión de perder el tono adecuado, y pensar que las frases escritas son tan extrañas y difíciles de interpretar como las voces que se escuchan, sean dirgidas a uno mismo o las escuche al azar (en la música de las conversaciones cotidianas, en el trabajo, en el bar, en la calle... como una prueba rotunda de que la amistad existe como un objeto para el observador, aunque él se tenga que mantener al margen de los asuntos)---

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Por ello, no es tanto que se quiera ser ambiguo, sino que no se sabe no serlo: no se trata, entonces, de una supuesta virtud buscada, sino de un vicio indeseado y por el que humildemente se pide perdón. Pero, ¿a quién?

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La piedad hacia los otros (¿pero se tiene derecho a sentirla, y aun a pensar que se puede sentir?) es señal de magnanimidad, de una cierta grandeza de ánimo por la que no se tiene que esperar que a uno le vayan a agradecer nada. La piedad hacia uno mismo señala, muy al contrario, una debilidad imperdonable (casi una traición a la patria) que no hay que pensar en permitirse: ¿cuándo se ha abdicado de la razón crítica para, confortablemente al lado del brasero, ponerse a discutir que uno también tiene derecho a su cuota humana de felicidad? No. Uno, efectivamente, posee un derecho: a cumplir con lo que le dicta su conciencia que es su deber. Lo demás es mezquindad y confort---

(Y esperar que a uno le agradezcan es autocompasión. De ahí que no la espere ni la desee.)

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Los argumentos, que a veces resultan válidos cuando los analiza un testigo imparcial, pasan a través de su persona sin que experimenten ningún efecto: ni la persona ni los argumentos. Son, si bien se mira, una lengua fría o un anticipo de la muerte---

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Válgate el desprecio de escuela de vida y escritura. (¿Cuántas veces se habrá dado este consejo imposible?)

1 comentario:

Egoficción dijo...

No es la razón crítica la causante de la imposibilidad (o vaciamiento) de la felicidad. Debe ser algo más profundo.
Lo de la piedad es cierto muchas veces... pero no siempre. ¿Es la piedad lo mismo que la compasión, y ambas una forma de autocompasión?.