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11 de noviembre de 2008
Un lugar para hablar
Se quiere creer, se pretende hacer creer, que el negocio o lío que uno tiene con el lenguaje no se va pregonando por ahí, como si de mercancía se tratara. Se ha aprendido en algún otro sitio (¿qué mejor lugar que en un texto?) que la vida puede ser miserable y el cerebro arruinado, que la casa puede ser pobre. Que todo puede dar la impresión de ruina. Los que así valoran no se equivocan. Así incluso, al habitante apartado del hogar, en el hogar mismo, le pertenece un saber secreto: La metamorfosis retrata la nada que se dice como lenguaje. Nada y ser. ¿Quién no se mira a un espejo y musita Gregorio? Un susurrro apenas que se le escapa, y una promesa de explicarse a sí mismo y solo mucho más tarde, expresarse a sí solo para el mundo. En ese momento el espejo está olvidado, y el sujeto transformado en palabra que lo olvida y que es abismo.
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