Experiencia no ha de significar falta de pasión. Existe el riesgo cierto de que la pasión del adulto (si es a éste a quien atribuimos experiencia) esté hecha del resquemor: que de su aliento gélido cualquiera huya, que resulte inútil para el mismo que la alimenta.
Del otro: el pensamiento en las sentencias breves. De uno: el lenguaje. Según una particular voluntad de estilo.
La repetición de la desvergüenza no ha de salvarla mágico-teológicamente como virtud de la franqueza. Señala hacia un nivel superior de la misma desvergüenza: el de un cinismo estúpido que ha olvidado cualquier virtud, incluida la franqueza, por supuesto.
Lo malo de la escritura de Adorno es su actualidad (aparte de la dificultad/exigencia para el pensamiento): en cualquier momento puede convencer al lector de que es un pobre diablo, y forzarlo a escribir (por ejemplo aquí) lo que pensaba de sí mismo y Adorno le ha dicho. No quiere confesar y al final acaba escribiéndolo. Pero esto representa una forma de no confesar: porque la escritura publica y no redime, al no expresar arrepentimiento.
Comprendía que no podía escribir nada cuando me di cuenta (a causa de darme cuenta) de que mimetizaba cualquier estilo (casi). Y también: al mal psicólogo los consejos le salen por kilos. La facilidad es enemiga de la creatividad. ¿Quién se atreve a decirse esto?
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