La timidez toca a las puertas de los salones de la locura. Los que ya están dentro, cuyo nombre callaremos, le abren, la dejan pasar y cierran la puerta detrás de ella. Afuera no queda nadie. Esto ha ocurrido, parece ser, merced al tamaño de la culpa de este ser vergonzoso: pues ha sido por sus acciones por lo que han perecido los dioses y las madres. No podemos nombrar a los que hay dentro, ya lo he dicho. Dejemos que nuestra piedad nos gobierne por un instante. En realidad, lo que está dentro es el pasado. Sobre el presente nuestras contradicciones nos impiden tener un punto de vista adecuado, verdadero. En cuanto al futuro, hace falta tener mucha esperanza, y nosotros no somos de ésos.
Lo que está fuera... Lo que no queda fuera, más bien, porque finalmente no queda nadie, ¿qué es? Esta ausencia... me parece que es la incomunicación, el sinsentido de la lengua.
***
Indignación:
(Inquisiciones) Hay espíritus sombríos, yo los llamo espíritus-cuervo, que sin saber nada de la libertad real, se llenan la boca de ella, y de los derechos. Si los oís sin conocer el nombre, la ira ascendente, el ardor que escupe las palabras, va dando claridad a las brumas de lo que, al azar, comenzasteis a escuchar en esa emisora, esa tarde. Libertad, sí, pero os meterían en la cárcel, si pudieran, y es verdad que utilizan la palabra “cárcel” en su alocución. Os meterían en la cárcel por opinar o, meramente, por prever. Porque vuestras previsiones serían signos de vuestras creencias ocultas, para las cuales no os concede derecho esta voluntad vampira que, estúpidamente, dejamos que nos arroje su odio. No, estos espíritus airados, vestigios de una intelligentsia ida, renacida ahora con otros ropajes, no permiten que las cosas sean. A ellos no les va la poesía, sino la violencia filosófica de la peor especie (estoy utilizando sin permiso, yo soy así de liberal, los términos de María Zambrano), aquella que se impone desde unos dogmas primeros y altísimos y que, en coherente desvergüenza, cinismo y crimen, pretende transformar los cuerpos y almas concretos en fantasmas flaquísimos, los objetos adecuados de sus ilusiones de santidad.
***
Un ser que deja atrás nada más que el vacío y entra en el salón para quedarse, con todas las consecuencias... ¿Hay algo más poético y digno que este gesto? Pensemos que se decide a hablar el único lenguaje que quebranta las reglas: porque no se habla más que para uno mismo, en una intimidad plena que, sin embargo, no ha renunciado a la verdad---
No va a ser fácil su vida: con este álgebra de metáforas, en soledad, confundiendo su mar -el ruido interior- con el silencio. Así lo verán desde fuera: callado o agresivo, nunca un hombre que vive en común---
Estos seres nacen de cuando en cuando. No vamos a pedir, encima, que sean felices. Su vida y desgracia (lo mismo) dependen de su libertad. No son inteligentes, no lo pretenden, sino que el lenguaje ha venido a vivir en ellos y ya no pueden abandonarse mutuamente: ni el amo ni el esclavo (éste es el individuo apresado en las cadenas de la lengua, que se ha acostumbrado al error de pensar que en esa estructura soberbia de cristal y transparencia -esto se cree, nada menos- está algo así como la verdad viva).
Me doy cuenta de que ya he trazado la función. Pero no sé quién va a ser el infortunado en satisfacerla.
***
Contrafáctico:
Yo no vivo para contarlo. No. Yo sufro y lo cuento. Sufro para contarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario