12 de mayo de 2008

Dos listas incompletas

I. Carrión, Diarios. La hierba crece despacio, EDAF, 2007, p. 767. No digo a qué diario se refiere I. C.

A. Trapiello, El escritor de diarios, Península, 1998, p. 36

-Sí. ¿Y qué?
-Para cuando tenga que acordarme. Aunque seguramente no me acordaré de este lugar y estas listas. Porque son incompletas, porque no son listas, sino ejemplos que el diarista (Carrión o Trapiello) concreta en el momento. Luego están Pavese y Pessoa. Y Trapiello y Carrión... Aparte, coincido bastante con la idea (esto no significa más que mi acción de decir que coincido con la idea) de Trapiello acerca de los diarios, de su función de tesoro de la vida, cuando la novela ha envejecido para esa misma función, a causa de la sobredosis de truculenta realidad que ofertan a diario los mass media (y el libro de Trapiello es de 1998, y ya ha llovido y no para bien: dentro de la misma tendencia de cultura del shock, de la espectacularización y la desvergüenza en todos los sentidos). Esa materia de la memoria que ofrecen los diarios está muy lejos de ser un a reproducción fiel. En absoluto. Porque ni la memoria, ni la imaginación, ni el tiempo lo son tampoco. materia que en el tiempo se da, el diario conforma un texto similar al autobiográfico, y la forma o figura libres de éste no le serán ajenas. Materia y forma reflexivas, por lo tanto. Sin orden, igual que la vida. (Yo llamo orden a lo que otros nombran sentido.)

...

Pero no era esto lo que yo quería escribir, sino del hartazgo de la letra, de una forma de vivir que confunde los días con un objeto fetichizado, un maldito artefacto de los solitarios, pero que sólo por él no es conservada la apreciación pagana y liberal de la belleza. Una civilización fría y tecnológica puede coexistir (si es que no fundarse teológicamente) con los fundamentalismos, pero la belleza natural y humana (mortales) requieren de letras libres y de poesías, de una celebración continuada del ser y las ausencias. Es decir, epicureísmo y piedad.

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