11 de mayo de 2008

Domingo, 11

Fin de los extraordinarios Diarios de Ionesco (Páginas de Espuma, 2007): puro misticismo existencialista, a tono con la época, pero no conforme a la época---

En una de las entradas (hacia el final [en la p. 342]) hay una valiosísima sugerencia, por si se nos olvidan estas cosas: la inteligencia como fase anterior o primitiva del instinto, (por lo tanto) el instinto como inteligencia hiperdesarrollada, mecanizada, organizada, etc.

Las abejas (y otras), especie de instintos sociales, dejaron atrás la inteligencia. De forma análoga (imaginativa, ciertamente), nuestra progreso social (mito), técnico, político, etc. parece encaminarse hacia ese fin (objetivo consciente o inconsciente) de la vida automatizada---

Una inversión del espíritu como desarrollo, del proceso como razón. El verdadero antiHegel en marcha---

***

(Por la tarde, después de llegar de G.)

Hay seres que vienen al mundo asombrados, a los que se les dice que son algo especial y lo creen. El mundo no sabe nada de estas cosas, y no va a perdonarlo. Estos seres fracasan y experimentan una continua frustración, aunque no hayan fracasado del todo. Hay que pensar que, cuando se les dijo que eran especiales, ellos creyeron, y nadie les dijo lo contrario, que tendrían un lugar despejado en el mundo, como su claro del bosque particular. El mundo no sabe de bosques, sino de selvas. de selvas sabe mucho. Ellos nada: no comprendieron desde el principio y ahora son completamente imprácticos. La luz que siguen llevando nadie la ve. Quizás porque nadie la envidia, si esta luz consiste en la creencia, al fin adquirida por ellos, de que su especialidad en el mundo es el saber de la soledad, una conciencia continuamente asombrada, igual que al principio, del ser de las cosas---


...

Refiere Ionesco una vivencia de este tipo, acerca del asombro del ser y de ser, cuando lo sencillo y lo normal sería lo contrario, la nada. No debe ser infrecuente una emoción así, la de verse mirar el mundo, cobrar conciencia neurótica de la posición de nuestra mirada. Ionesco vincula claridad y ser, tiniebla y nada, puesto que su experiencia metafísica es diurna. Pero podría ser igualmente nocturna, y podríamos si quisiéramos, buscar las connotaciones de esa metafísica de la noche, de esta admiración nocturnal del hombre frente a las estrellas, cabe su corazón...

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