26 de mayo de 2008

Rinoceronte de Ionesco

El mal se va extendiendo sobre las apariencias triviales, por encima de las conversaciones azarosas, empezando por la visión de un accidente---

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No lo diría como lo he dicho (aunque ahí lo dejo), sino de otra forma:


De un incidente trivial que pertenece al sueño: un gato aplastado por un rinoceronte; de la cháchara subsiguiente acerca de lo que se ha visto; de esta escena absurda derivan los hechos. Habrá de ser verdad, sin embargo, que los hechos se han iniciado bastante antes, para que ahora se puedan manifestar, invadiendo poco a poco la conciencia de los seres, hasta lograr su... transformación. Las personas se convierten en bichos, y esta metamorfosis lo mismo se puede expresar desde el interior hacia afuera (Kafka) que desde un punto cero narrativo ("que nada se sabe"), confiando en la presencia cada vez mayor de las bestias y en el miedo (irracional) que producen. La multiplicación de los bichos (que no parecen fieros, salvo el accidente del gato, sino más bien seductores y amables... si tuvieran algo de humanos) se produce mecánicamente, como por una necesidad de las cosas a la que nadie pudiera sustraerse si se manejara con inteligencia y prudencia (si fuera como todos, como es debido). Puesto que la transformación ha ocurrido según la libertad de cada cual, no estará bien protestar demasiado de (contra) este relativismo valorativo benéfico que se va haciendo normal. Después de todo, siempre podría uno romper su máscara de costumbre, tan absolutista ella, y no crearse problemas, ni verlos. La verdad no es que esté en los detalles, sino que al ser el todo de la situación se corre el peligro de ser parcial e injusto con ella, puesto que siempre se va a perder de vista algo. Dejemos las cosas ser, que pasan según razón y justicia cósmica. Aunque no se nos dieran muchos detalles al respecto (ah, el detalle!), acabaríamos comprendiendo que el texto debe ser convertido en otro texto, según una cierta clave: la evolución específica, de hombre a animal; la invasión exponencial del espacio (cada vez más visibles, cada vez más) por parte de los brutos simpáticos; toda esta mecánica del teatro deberá ser llevada al tiempo y los hechos que pasan porque libremente se deciden. Lo que se cuenta es historia, la historia humana con un leve desplazamiento obtenido por la sustitución de uno de los elementos categoriales básicos por el otro que se le opone: en vez del tiempo, el espacio; en vez de la cultura (libertad), la naturaleza. No hay un todo, que sería inenarrable (sabemos que, al límite, ser = nada), sino una extraña metonimia o despersonalización: si el todo sólo se puede señalar por la otra parte complementaria; si los procesos sociales son convertidos a su figura inhumana. De esto último dependen las ciencias humanas para su constitución epistémica y fijación en la academia. Es decir, de una reducción de los actos de la conciencia a otros elementos de tipo mecánico: inconsciente, lucha (económica) por la vida, etc. La racionalización viene después. Vendrá, nunca falla. Consiste en esa perversa admisión modernista del "ser" como "debe" que hacía estallar de rabia a la secta humeana. Vale que hay "debes" entre las cosas, y está bien que los haya. El absurdo se origina cuando no aparece ninguno y se sacraliza el conjunto de los sucesos, convirtiendo la matemática probabilidad en querencia divina, y el quebrantamiento individual en pecado imperdonable. De forma que la paradoja resultará de que el único que no se aviene con la inhumanidad normal se queda, por esto mismo, al margen, como un criminal de la conciencia, alguien que podría escribir diarios (Orwell), o describir el funcionamiento delictivo de las ideas contra la carne (Ajmátova).

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