Llueve a esta hora (no nos acordábamos), y en un cruce de calles, sobre el gris ajado asfalto yace un hombre con la cabeza en sangre (¿caída?, ¿atropello?, ¿vive o no?). Parece que vive. Los servicios sanitarios, los de protección civil y la Guardia Civil actúan efizcamente y se llevan pronto al herido. (Inevitable el orgullo por el buen funcionamiento de las cosas en mi pequeña ciudad mestiza.) Seguimos. Duke Ellington puntea la habitual melancolía, o va deshaciéndola, desbaratando la niebla envolvente, /un celeste algodón sucio/, y una claridad pudorosa se va asomando ahí arriba. Llego. Escribo.
PS. La canaille se limita a anotar los sucesos. Surge la pregunta de qué somos.
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