20 de enero de 2007

El vagabundo y la niña, im-presiones

Una tarde de sábado, milagroso y como si fuera domingo, me aproximaba, más serio de lo acostumbrado, a un lugar que adoro, que consigue hablarme más cuanto más se va perdiendo, en razón de la canallesca especulación, de los males necesarios...

Qué poco necesita el espíritu para retornar! Sólo la tierra calcinada, pobre, algún modesto recuerdo de lo verde: lo que ven mis ojos y después mis pies. La sombra que refresca el camino -el paso de la luz entre los árboles, filtrándose por dentro de la sombra- alcanza al espíritu que se asienta en la persona -viviendo en las habitaciones más remotas, muy olvidado-, volviéndola feliz un momento, en su camino.

Pues se agregan a mi alegría las voces desaparecidas, trayéndome como la promesa de una repetición, un suceso imposible que debo interpretar considerando que todo tiene un significado, el que ponen los ojos en aquello que han visto.

***

Eduardo Hojman, "Predicciones imprecisas", Abcd, 20 de enero de 2007

...pero, acabada la capacidad de admirarnos, habremos perdido el amor más fiel: aquél -solo- que está en nuestras manos, el amor de saber. Se habrá constituido la (¿cuál es la palabra griega para "información"?)-sfera, pero habrá muerto el pensamiento (dentro y fuera de las Facultades de Filosofía).

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