26 de enero de 2007

MASG, o la redención educativa a través del tormento y el fuego, III

(Aclaraciones, 26 de enero de 2007, nieve y frío)

¿Rectificar lo escrito? ¿Eliminar las erratas? ¿Dónde se encuentra la falla moral? Puesto que se nos ha dado la posibilidad de pensar, ¿hemos de ser castigados si pensamos mal, si faltamos a la lógica?

Tenemos que quedarnos con las indecisiones: ¿para qué sirve completar lo escrito? ¿Quién te pide que aclares?

Pero un kantiano no aguarda a eso, se lo debe.

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(25/26 de enero de 2007)

Captatio benevolentiae, ofertas de empleo: se necesitan profesionales, “los mejores de un país”. Umm! Qué mal pienso! Pues no que se me ocurre que lo que quiere decir es que los que hay ahora no son los mejores... Para “abrirlas (sic) el camino del bien y de la verdad”. Nada menos! Nada más que las instituciones escolares empeñadas en el trabajo de la construcción de la autonomía sustantiva, esa libertad positiva que ya ha encontrado su para qué, y ha podido finalmente responder a Lenin y Mussolini: libertad para la verdad y el bien, un platonismo político que sólo los reaccionarios identificarán con el fascismo. A lo que el catedrático no quiere referirse, sino a todo lo contrario.

Pero no puedo dejar de imaginarme el dedo del Tío Sam llamando a filas tras la última contraofensiva de las tropas de Vietnam del Norte, la fuga hacia la nada de los malhadados Bush, solicitando un esfuerzo más de la nación, una voluntad más, otras decenas de miles de soldados. Ya diré por qué digo esto, aunque mi redacción ya es transparente y se me puede comprender mucho mejor de lo que yo me comprendo... Porque sólo se llama al que tiene vocación, quien se siente obligado a sentir la llamada, para lo cual son muy útiles -no obstante- los actos de propaganda de las cátedras universitarias.

El “camino del bien y de la verdad”: hacia los objetos verdad y bien, en consecuencia, en tanto meta, en cuanto objetivos conocidos. Yo me pregunto en qué momento hemos conocido la verdad y el bien, qué maestros nos han alumbrado y de qué manera se podría perder u olvidar un saber de tal y tan amplio alcance y vuelo. Aunque no me gusta ese alumbrar de la verdad y el bien que evita el esfuerzo de quererlos y buscarlos libremente, una vez que están ahí dispuestos como metas hechas, como la felicidad -por lo tanto- por fin encontrada y definida para todos. Una educación así constituye, efectivamente, un “medio supremo”, y también la persona educada en la que encarna, obligada a buscar ? la felicidad, a salir de sí misma hacia la meta.

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"Porque es una tarea difícil (y arriesgada): consiste en trabajar con «materiales» complejísimos (concepciones, conocimientos, sentimientos, emociones, valores, ideas, creencias, expectativas...). Es difícil también porque cada persona es un mundo diferente. Y porque hoy aparecen en la cultura invitaciones potentes a recorrer caminos equivocados. Ante la dificultad puede uno reaccionar con desaliento o con dinamismo. La dificultad se puede vivir como castigo o como reto." (MASG)

Ratio secunda: Lo necesario igual a lo difícil. Aquí lo sigo, aunque sólo un momento, porque inmediatamente se localiza la dificultad en el apartamento ocasional o accidental del bien, en las invitaciones potentes y alternativas que el docente superhéroe podrá/habrá de/deberá contrarrestar.

Elige el reto o el miedo, la libre actividad o la libre pasividad. Claro, conocida la meta, se determina automáticamente el camino de perfección que conduce a ella. También los múltiples caminos de imperfección culpables, que se apartan de ella. Renunciando a la libertad, no dejan de ejercerla: por esa razón son imputables y castigables (reos, culpables). Su culpa, según algún otro ideólogo, es no haber conocido en sus plenas consecuencias la necesidad de bañarse en el río de la historia, de no alcanzar la conciencia de la necesidad que los esclaviza en vida, y los vuelve ? libres (su única forma de ser libres) en su saber subjetivo.

Ciertamente, el que vive la realidad como si ésta fuera un castigo, ya sólo por ese motivo debe ser castigado: se fija en una conciencia (propia, indebida) que lo retrae de la fuerza de lo real, y no contribuye a la vida del ser colectivo, el bien, la patria, la nación, el progreso. Su apartamiento representa el crimen, lo es. Pero un pensamiento de que el apartamiento constituye el crimen representa ya, por su parte, un punto de vista criminal sobre las cosas. La traslación a los demás del conocimiento personal del bien total (colectivo, público, histórico), sea en la forma de una ciencia o bajo la forma de una determinada política -lo que es lo mismo, si la ciencia se puede reducir a un interés-, se reembolsa al cabo del tiempo con la existencia de cadáveres en el camino, o esas vidas infelices que todos conocemos. No queramos un bien para imponer a los demás una camisa de fuerza, para negarlos en vida.

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