12 de enero de 2007

Severidad

Se e-confiesa

"Mantuvo dudas muy serias acerca de la cuestión, porque nunca había confiado mucho en sus fuerzas... En general, había tenido una disposición escasamente religiosa en todo aquello que le había tocado emprender a lo largo de su vida. Aunque las gentes no lo crean, la fe no ha desaparecido con la disminución de vocaciones ni de visitas a la iglesia, sostenía. Se es crédulo, fundamentalmente, siempre, lo que no depende de falta de inteligencia. Al contrario, espíritus sumamente originales demuestran en ocasiones una creencia que no pierden con los desmentidos. Esas mentes representan un peligro mayor que toda la suma de la tontería: conocen todos los medios para llegar al desastre, del cual sólo ven la otra cara, la plenitud democrática, el bien realizado. Quedan fragmentos cuando antes se ha imaginado un todo, queda el mal como resto de la planificación del bien...

Dudaba. Es decir, que ensayaba, se abría posibilidades. Las descartaba. De este vicio nunca terminó de liberarse. Pues dejar de pensar en algo no le llevaba a dejar de pensar, a conformarse y cumplir las reglas, porque quizás no sabía... Imaginar que la libertad especula con reglas y actuaciones, que imita las secuencias causales tan admiradas del orbe determinista y muerto (la naturaleza eidetizada), le ha de parecer un truco pedagógico, una ficción inadecuada que arranca la providencia de un sujeto divino, para regalárnosla a nosotros. (Le parecerá así, si soy capaz de ponerme por dentro de su mente.)

Lanzados al abismo, que somos nosotros mismos, tirados en el suelo, enfermos y doloridos en todo lo que hacemos, desde el momento del minúsculo prólogo imaginario de por dónde queremos que vayan a ir los tiros, obligados a caminar sin ayudas demasiado largas, estaremos obligados a soportar los predicados de conducta de seres que hacíamos vivir más allá del horizonte, separados de los caprichos que eran nuestra manera de hacer, aunque a veces ellos se mostraran aficionados a descender a esos mismos caprichos, entre los humanos... Ahora hemos dejado de ser arbitrarios, decíase. Las huellas de las reglas -las cualidades que antes eran divinas- están en los mismos nervios del paisaje. Se viaja para ir a trabajar, y para no ir a trabajar, indistinguiendo las dos caras del tiempo, incluso hasta ser difícil imaginar cómo vamos a descender a nuestros propios caprichos, si no es que éstos han tomado la forma de una sustancia irreal, del deseo que sostiene el mundo, mercantil, gris metálico, ruin."

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