Exhibición ética
7 de enero de 2006
"No surgía esta noche, aunque lo hubiera necesitado, más que nunca, decir esas cosas a las que se veía obligado. hacía cuatro años y aún no había tenido claridad sobre el asunto, o temía tenerla y no hacía más que dar rodeos. Andar, conducir, evitar las conversaciones demasiado profundas. No había nadie en las calles, la gente debía haberse retirado, cansada de la fiesta, de cómo todo se ha transformado en un negocio. Deben saberlo a pesar de que no se lo quieran reconocer, aunque no quieran pensarlo... Hay razones para no pensar demasiado, el trabajo, la vocación. O porque se piensa demasiado, pero que demasiado bien, las excusas están ahí dispuestas para poder seguir cómodamente hacia delante. ¿Quién puede tener una visión correcta de estas cuestiones, los accesos de culpa? Responder, sí, hay que responder: no se puede evitar. Eso tendría que agradecérselo a ellos, cuando llegue la ocasión. Ahora no es el momento, y se siente tan incómodo porque no hay nadie por las calles... Tanto, que le pesa el cuerpo. Más que de costumbre. Igual que en los últimos días. Un poco peor, quizás... No tendría que agradecerles el hecho de responder, sino más bien que -previamente- se viera obligado a ese hecho; saber, además, que no se cuenta más que con una pequeña independencia, que para él es un mundo. No puede evitar que choque con el resto. Se da cuenta y le molesta."
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