Calla por hoy, escucha las canciones.
Deja el frío (para) que pase, los deberes para tu conciencia, /esa maquinaria humana de multiplicar escrúpulos, de complicar las acciones, aun las inacciones/.
Pobre /(porque así tienen que verte los demás, sobre todo si se comparan con ellos mismo, tan ingenuamente llenos de significados; o eso piensas tú que piensan ellos)/, no eres más rico porque estés ahora mejor comunicado.
La alegría de la canción te entra (¿te acuerdas?), y se va. ¿Quién eres tú, el que escribe? Si has de decirlo, dejarlo salir fuera, ya no eres tú, ya no se trata de tus pertenencias.
/¿No habíamos quedado en que eras pobre? Por lo tanto, a ti no te es permitida esa forma aristocrática de hablar: mío, tuyo; interior, exterior; tu vida, las otras vidas. Medita si no te conviene mucho más llevar tus cosas en la indiferencia, en el discurrir colectivo y en el progreso común hacia la ilustración: ni tú ni nadie (= ellos) creéis en otra finalidad social; en ningún otro interés cuya representación os pusiera en marcha; haciéndoos recordar vuestras disposiciones, de seres vivientes y racionales, obligados a hablar y justificar vuestras palabras-acciones./
Y guárdate para ti tus culpas, para pagarlas.
/Si la deuda constituye una culpa, el pago representa la expiación. Ay, amigo de las analogías, del pensamiento deficitario, siempre necesitado de los maestros, de los sabios, de los viejos, de la tradición: fuera de lo correcto, de la justicia, de la verdad, del progreso./
Recuerda: no siempe vas a poder contar lo de la calle helada, la nieve caída y todo eso.
A., 27/28 de enero de 2007.
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