(Cansancio, pesadumbre, Roland Barthes)
Enorme cuestión, la de la identidad; pensar en alguien como si fuera una sustancia efectiva, un conjunto productivo y coherente: en lo que dice, en lo que escribe, en lo que es y en lo que vive. Un ser así es capaz de dejar huellas por donde pase, rastros duraderos de una personalidad. Su carácter hace olvidar lo que tiene de construcción de máscaras, lo que éstas tienen de postreras, de pasar página y olvidar.
Sé que no queda realmente nada, ni los objetos mínimos del hábito (fui consciente cuando ella murió: me lo dijeron, pero yo lo pensaba también), como las costumbres debidas al día, la querida intendencia fisiológica, la cocina, los ritos del baño; excepto mi dolor, tu dolor.
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Las voces anónimas, ocultando el rostro, emiten signos de una falta de calor metálica, gris. Qué amables son los ecos que el azar encuentra! Querríamos darles una cara, para que las palabras sean vivas, seres hablantes.
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