31 de enero de 2007

Niebla

¿Qué pasa en el cerebro del escéptico para que tome la decisión de ponerse a dudar de todo lo que piensan los demás? No le serviría su opinión sola, una más frente a las otras como las cartas de una baraja deshecha, desplegada sobre la mesa y abandonada. Para quien -hasta ahora- ha abrazado la ortodoxia no hay consuelo, prefiere elegir la desesperación como su única certeza; porque al argumentar contra todos los demás nunca se olvidó de creer en su propia opinión: la verdad, la única. Vacía, sí, porque la tiene que vivir solo y no le da pie a la soberbia de la fama ni al trato de bellas mujeres, que no sabría cómo tratar.

Por eso pienso que su cerebro está enfermo.

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