La denuncia del arquitecto-mandarín (Tom Wolfe: Quién teme al Bauhaus feroz?) apunta hacia una de las posibilidades de realización del tipo histórico que representa el intelectual en las sociedades desarrolladas: alguien que pone la palabra que no dice en piedra, que fabrica una poesía silente---
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En un mundo histórico en el que fueron cayendo los grandes ídolos (Dios, Ser, Razón), cayó también, y calló, la firmeza o rigor del pensamiento. Ese nicho ecológico vaciado vinieron a ocuparlo las distintas especies de científicos sociales, teóricos y prácticos, el siguiente aún más enloquecido que el anterior. Pero a la era de los psicotécnicos y la producción seriada le convenía este tipo de sacerdotes ideólogos. No lo digo yo: lo mantendrán Comte y Taylor, si quieren. Hechos, no valores! Obras, no amor. Pero junto con el orden cayeron las categorías de la sensibilidad (no tengo que recordar que la ciencia social se produce al socaire del olvido más terrible de la historia europea: el del criticismo kantiano), el espacio y el tiempo, en las calles y en los cuadros, en el exterior como en el interior de las casas.
Por esta razón, puesto que surgen nuevos mandarines al respecto (pintores, arquitectos, diseñadores), habrá que considerar que su simple relacionarse con y hablar a los hombres vulgares ha de entenderse como la visita condescendiente de un dios (se deduce de mi extraordinario Giedion -¿para cuándo reeditado?-, con la salvedad de que soy yo el que deduce, mal deductor).
Dioses Le Corbusier, Alvar Aalto, Mies van der Rohe, Gropius, etc. Cómo extrañarnos de que las opiniones plebeyas vayan por otro lado, de que al cabo se enteren de la trampa que les quiere encerrar en la galera de la producción y el consumo, no ya en la caverna de su ignorancia con cadenas, sino con la decoración y espacio de los sirvientes del progreso.
Yo puedo soportar mi esclavitud natural, dirán, mas no mi esclavitud organizada, dirían si pudieran. No han salido al exterior para pesar la verdad o lo real, sino que el mundo insustancial ha entrado en lo más hondo. Así tienen galera y cine. Alguno de ellos, escamado o con visos de intuir otra cosa, la que sea pero otra, pedirá dinamita para la cueva (vid. Tom Wolfe).
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Y un par de citas escaneadas.
Citarse a uno mismo, para evitar el encuentro con uno mismo---
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Todo lo anterior a propósito de un artículo de AMM sobre la especulación urbanístico/arquitectónica, y a propósito de su interés por los elementos urbano/modernizadores. ¿Solamente urbanos? Sí, en la práctica... En los valles perdidos recibimos los restos, cuando al emperador conviene.
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