21 de agosto de 2010

Demencia, confesión, VI

“(Esta mañana he sentido el aguijón de la piedad. Todo me inspira piedad, empezando por mi cuerpo y por mi batín hasta el suelo. Piedad por los fugitivos de todo el mundo, piedad por los peces arrastrados hacia mares que no aman, piedad por el invierno, piedad por todo aquello que dentro y fuera de" nosotros nace y respira con dificultad. Los mapas que me rodean, ¿cuándo morirán? El aire que no veo, ¿qué está pensando? Me gustaría tener los brazos de Dios para abrazar todas las cosas y decirles: «Mañana estaréis conmigo en el paraíso.»)” (J. Mª Gironella, Los fantasmas de mi cerebro, Planeta, 1982, p. 122)

Esto sucede con la compasión: que tiene que inventarse regiones ficticias donde consolarse.

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¿Cómo entender la Tesis IX de WB? Un viento que sopla desde el paraíso, se enreda en las alas del ángel; entregándolo a la fatalidad, impotente, igual que todos los periodistas. Pues él comunica. ¿A quién? ¿Al dios ausente?

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