La diferencia entre los seres inteligentes (ergo triunfadores) y los demás quizás no resida más que en las preocupaciones absurdas de estos últimos. Su mente parece acuñada por la escolástica. La de los primeros sabe cuándo y lo que tiene que olvidar. De más está decir que yo tengo claro mi lugar.
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Virtud de las paradojas: la de obligar a buscar, detrás de la trampa, los intereses espurios.
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(De una conversación) Valoro mucho más la teología que la religión: los conceptos de la primera pueden ser refutados (discutidos, al menos); los sentimientos religiosos, incomunicables, no exigen más que reverencia.
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En cualquier aldea juega un pequeño lichtenberg.
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