24 de agosto de 2010

Este fragmento…

Cuando el 10 de octubre de 1920, bajo el mando de Franco, llegaron a Ceuta los primeros reclutas de la «primera bandera», una abigarrada colección de inadaptados y asesinos, algunos duros, otros despreciables, Millán los saludó con un mensaje resuelto: «Os habéis levantado, de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, que vuestras vidas estaban terminadas. Habéis venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a morir.» Y acabó con un «Viva la muerte!». Diríase que sabía, por instinto, el modo de sacar a relucir lo mejor de esa mezcolanza de bandidos, forajidos y descontentos que se había presentado (…) Les ofreció un nexo social, una suerte de calor y compañerismo humanos. A cambio, exigió obediencia ciega y plena disposición a morir. Transmitió a Franco su romántica idea de que, me¬diante el sacrificio, la disciplina, el sufrimiento, la violencia y la muerte, la Legión ofrecería redención a los parias que tenía por reclutas (…) Juntos, Millán y Franco elaboraron una rutina brutal que convertía a los reclutas en autómatas capaces de obedecer las órdenes sin cuestionarlas.

… de mística calcinada, de fría desesperación y de ruina… (Paul Preston, Las tres Españas del 36, Random House Mondadori, 2010, p. 73)

No hay comentarios: