16 de agosto de 2010

Desazón

Lo que he escrito, a veces hace ya años, cuando vuelvo a leerlo, lo cual sucede mucho más por casualidad que por intención, me provoca incomodidad: incorrecciones, imprecisiones, vaguedades, mala retórica (esto menos, puesto que se trata de ironía; sobre todo cuando la retórica es patente; lo malo es cuando se escapa), etc., etc. Me quedo un momento pensando. ¿qué es lo que quería poner?, ¿con quién la llevaba? Si el tema no está del todo encriptado, cualquier hilo me sirve para desenrollar el ovillo del sentido. Podría haberlo escrito bastante más claro, me digo. Nada se perdía con ello. Podría, y me llega la tentación de reescribirlo, en un castellano más humano y cordial. Siguiendo mi ilógica tendencia lo dejo, sin embargo, como está. Que no me quedo satisfecho lo prueba el que lo estoy diciendo ahora/que estoy escribiendo esto. Aunque no es más que un diario, ahora lo sé. Sus muchas imperfecciones no pueden hacer otra cosa que certificarlo y legitimarlo (como Diario, como la obra única del que no espera otra). Autoficción.

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