¿Qué pasa en el cerebro del escéptico para que tome la decisión de ponerse a dudar de todo lo que piensan los demás? No le serviría su opinión sola, una más frente a las otras como las cartas de una baraja deshecha, desplegada sobre la mesa y abandonada. Para quien -hasta ahora- ha abrazado la ortodoxia no hay consuelo, prefiere elegir la desesperación como su única certeza; porque al argumentar contra todos los demás nunca se olvidó de creer en su propia opinión: la verdad, la única. Vacía, sí, porque la tiene que vivir solo y no le da pie a la soberbia de la fama ni al trato de bellas mujeres, que no sabría cómo tratar.
Por eso pienso que su cerebro está enfermo.
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
31 de enero de 2007
La obsesión de los lunes
(Lo ajeno y lo propio)
Pasa a ras de tierra, en el extremo de la transparencia del pensamiento a sí mismo /(una vez que ha cesado, o casi)/, que sólo ha conocido -inmotivadamente, a su parecer- en las cimas del star system.
Lo normal son los pequeños miedos: el conducir con lluvia, las obligaciones y errores de un padre, pensar /él/ que nunca se ve capaz de abandonar un curso de intenciones que no le conviene /nada/. Así, cuando mira la nobleza y la dedicación en un rostro, cuando lo observa de nuevo, el fruto del trabajo del tiempo y de las manos, no sabría guardar rencor. No digo que sea bueno ni útil guardar rencor -demasiado bien conoce la esterilidad de envidias y ambiciones!-, sino que se fija sólamente en las lineas de la cara y olvida lo demás, equívocos y desaires. Ojalá pudiera olvidar que es culpable. Porque, acerca de la nobleza que quiere observar, él dudaría mucho en confiar que también sea suya. ¿Puede sostener que carece de esa virtud, presumir de falta de nobleza? No, ya que es pequeño y sólo se agarra a lo que finge, /un aire fugaz/ /los aires fugaces/.
(Los pequeños viajes que emprende en tardes lluviosas deprimentes, le tienen que asegurar lo poco que sabe. /Pues esta tarde se acercó a la biblioteca municipal de H.O./)
***
¿Qué significan esas cosas para ti? Hablar, y esta visión fugitiva que tienes ahora, cuando puedes verlo, viejo y ciego, deslizándose, fiado a la memoria sólo, noche tras noche por los pasillos, hasta su muerte.
Enero de 2007.
Pasa a ras de tierra, en el extremo de la transparencia del pensamiento a sí mismo /(una vez que ha cesado, o casi)/, que sólo ha conocido -inmotivadamente, a su parecer- en las cimas del star system.
Lo normal son los pequeños miedos: el conducir con lluvia, las obligaciones y errores de un padre, pensar /él/ que nunca se ve capaz de abandonar un curso de intenciones que no le conviene /nada/. Así, cuando mira la nobleza y la dedicación en un rostro, cuando lo observa de nuevo, el fruto del trabajo del tiempo y de las manos, no sabría guardar rencor. No digo que sea bueno ni útil guardar rencor -demasiado bien conoce la esterilidad de envidias y ambiciones!-, sino que se fija sólamente en las lineas de la cara y olvida lo demás, equívocos y desaires. Ojalá pudiera olvidar que es culpable. Porque, acerca de la nobleza que quiere observar, él dudaría mucho en confiar que también sea suya. ¿Puede sostener que carece de esa virtud, presumir de falta de nobleza? No, ya que es pequeño y sólo se agarra a lo que finge, /un aire fugaz/ /los aires fugaces/.
(Los pequeños viajes que emprende en tardes lluviosas deprimentes, le tienen que asegurar lo poco que sabe. /Pues esta tarde se acercó a la biblioteca municipal de H.O./)
***
¿Qué significan esas cosas para ti? Hablar, y esta visión fugitiva que tienes ahora, cuando puedes verlo, viejo y ciego, deslizándose, fiado a la memoria sólo, noche tras noche por los pasillos, hasta su muerte.
Enero de 2007.
30 de enero de 2007
MASG, o la redención educativa a través del tormento y el fuego, IV
"Porque es una tarea enriquecedora para quien la recibe y para quien la realiza. No hablo de dinero (aunque no se debe olvidar esta faceta). Hablo de otro tipo de enriquecimiento. Si se pretendiese incentivar la profesión docente sólo con dinero, ¿no acudirían a ella los más avaros en lugar de los más generosos? Trabajar con seres humanos encierra una posibilidad enorme de desarrollo personal y social." (MASG)
(Planteamiento)
“No hablo de dinero”. Claro, porque el dinero contamina al docente y lo envicia, y hay que mantenerle viva la vocación, que donde mejor es con la pobreza, ¿verdad? Pero Vd. Se delata: “aunque no se debe olvidar esta faceta”. La concesión no significa aquí realmente nada... si no se tiene prisa en leer. Porque el experto no puede decir que “se debe olvidar esta faceta”. No digo que no lo piense, que sobre eso se pueden tener legítimas y razonables suposiciones, sino que realmente no lo dice. Lo que dice es que no se debe olvidar, pero ¿qué significa esto con tal de que se tenga memoria (de que el trabajador merece cobrar bien)? Bien. Correcto, pero la memoria sola no compromete a nada, ni mucho menos a una mejora salarial, pese a que el incauto lector imagine esa referencia posible a la mejora de sus condiciones económicas.
(Nudo)
“Hablo de otro tipo de enriquecimiento. Si se pretendiese incentivar la profesión docente sólo con dinero, ¿no acudirían a ella los más avaros en lugar de los más generosos? “ (MASG)
¿Verdad que no se trata de dinero? ¿Queda claro? Pues el dinero envilece con el pecado. Nada más y nada menos que uno de los capitales, a lo que el predicador-pedagogo no puede ser ajeno, ya que él quiso la verdad y el bien. Puesto que se puede incentivar “la profesión docente” (¿dónde quedan los particulares, los individuos de carne y hueso, trabajadores, reales?) no “sólo con dinero”, el práctico político-pedagogo habrá de extraer la necesidad, y hasta el deber moral (no faltaba más!) de pagar con otra cosa que con dinero; no con algo más que dinero, sino con algo en lugar de dinero. Pues el lenguaje (y sólo tengo de él su lenguaje) autoriza a deducir esta posibilidad de pagos simbólicos, que son más baratos que los pagos monetarios, y generan menos quebraderos de cabeza políticos (menos agravios en las ambiciones y envidias sociales).
(Desenlace)
¿Aún dudáis, hijos míos? De verdad que os estáis ganando el Reino de los cielos, aquí en la tierra y por adelantado. Eso, disfrutad antes, que después ya veremos... Pues ya se te paga, caro mío, con ser “generoso”. Tú eres generoso y tienes vocación, y yo soy generoso y te perdono tus culpas. Pero no quieras el dinero, que no te conviene, que te ensucia y te hace malo. Nosotros los catedráticos no podemos aceptarlo más que con asco, y como deuda simbólica que debemos pagar para evitar la soberbia del teológico saber que abruma nuestras mentes y nuestros corazones, por vuestro bien (moral, no pecuniario). Porque tú no querrás ser un avaro... (Dixit)
Veo legión de notarios conscientes -al fin- de su vida extraviada, decididos a la verdad y el bien, a lo imprescindible de la tarea y del camino, maravillados y convertidos, pues ¿qué puede significar que el 50% de los docentes británicos estén dispuestos a renunciar, si se te paga en cupones de generosidad? Hasta es posible que caiga en las redes algún torpísimo especulador inmobiliario, que se convierta mágicamente a la vocación enseñante (pues ya se tiene de la gramática la parda).
A no ser, a no ser... Dios mío, tremenda duda me corroe! A no ser que si estuviera bien pagada la profesión docente, magníficamente pagada y con derecho a la posibilidad mental (ahora subjuntivísima) de perescrutar magnífico chalet en primera línea de mar español, sin agobios cada vez que tuerce el mes, decidieran -digo- dedicarse al oficio los más sabios, sagaces, trabajadores e insomnes estudiosos; una gente temible y odiosa que supiera sus derechos, su valor y su capacidad de juzgar de su valer y saber, y que estuviera dispuesta a hacer respetar sus derechos. (Pues me han dicho que los derechos laborales son menos formales y más reales si se pueden contratar abogados; y el voto menos cautivo, si no se necesita para comer: no sé qué del caciquismo, me dijeron.)
"Porque es una tarea colegiada: no se puede entender esta profesión desde una perspectiva individualista. Cuando se trabaja en solitario se consigue menos y se pasa peor. No hay niño que se resista a diez profesores que estén de acuerdo. (...)" (MASG)
Las tareas colectivas me producen urticaria, así que personalmente no veo por qué han de ser más útiles los comportamientos propios de un colegio cardenalicio en una profesión que tanto ha dependido del esfuerzo personal por saber y transmitir/enseñar lo sabido a otros. Sospecho que los profesionales (liberales; ¿liberales?, qué hermosas palabras!) utópicamente bien pagados en táleros constantes no necesitarían colegiación en su trabajo sostenido en el amor propio y la tranquilidad. No obstante, conozco las ventajas del ser colegiado (y aun del ser colectivo o totalitario) si lo que conviene es transformar el traspaso total de responsabilidad al docente en un conjunto de obligaciones concretas y horarias, con la penitencia consiguiente de la multiplicación de las reuniones y la burocracia (tácticas muy conocidas por la inteligencia miltar: las de no dejar descansar, para no dejar pensar). Adepto al surrealismo en pedagogía, habiendo tenido y teniendo tan buenos maestros en ejercicio, hasta doy las gracias por las tareas que el señor (y sus delegados en este mundo, vicarios o representantes de la administración) nos impone en tardes regulares, principiadas o, mejor, antecedidas por ágape común y colegiado en restaurante económico (i.e., con exceso cuantitativo de clientes generosos sobre los avaros). Digo lo del surrealismo por el empeño infinito y amoroso de la ciencia pedagógica en resolver el viejísimo problema, tormento de las ideas platónicas, sostenido por Aristóteles y conocido mayormente como el argumento del “tercer hombre”. No éste, ni ése, sino aquél (hombre): es decir, no la idea ni lo que es concreto (material); sino lo que sin ser idea ni ser concreto está en medio de los dos mundos, en el seno del abismo (separación o viejo caos)que los separa. Pues ésta es lo impresión que este analista de la retórica profana tiene de los empeños de la argumentación psicopedagógica, a través de sus distintas sectas y ministros en la tierra.
"Porque es una tarea gratificante: se insiste en los problemas de la profesión, en sus facetas amargas. Se habla menos de sus dimensiones gratificantes, de sus estímulos, incomparables a los que brinda cualquier otra profesión. ¿Qué hay semejante a ese alumbramiento en el saber, en la honestidad y en la convivencia que es la tarea de educar? ¿Qué hay comparable al hecho de ayudar a que las personas sean más sabias, más bondadosas, más felices?" (MASG)
“Tarea gratificante”. Ahora. Naturalmente. Por eso los ingleses se quieren ir, ellos que normalmente son tan poco propensos a irse. Realmente no existe nada más gratificante que ese “alumbramiento”. Sólo que no se cree en ese alumbramiento, porque éste significa ilustración, oficio contra las tinieblas originado en el inmortal comadrón ateniense. Y la ilustración significa instrucción pública, como bien conocía la II República, enseñanza. Por lo tanto, dominio y ostentación (¿detentar?: en absoluto, sino humildad y rigor) del saber por parte de unos profesionales que, por esa sola razón, deben contar con autoridad y respeto, encargados como son y están de la reproducción y el mejoramiento social. ¿Pretende sostener esta tarea el experto? Me temo que no, dada la preceptiva evangélica/moralizante que acompaña la mención del oficio de instruir (pero él querrá decir educar). Pues el catedrático debe saber acerca de la dificultad histórica para realizar un socratismo por decreto (saber = bondad=felicidad). De hecho, él no se puede permitir ingenuidad tamaña, que le negaría como socrático o le situaría como impostor. Por lo tanto, el socratismo es imposible y él debe apuntar (inconscientemente, porque no se le pueden suponer maliciosas intenciones) a una captación de la generosidad del auditorio, en tanto pago hic et nunc -por la parte del sabio pontífice- del sueldo simbólico que se le ha designado, en razón de sus funciones históricas.
"Porque es una tarea histórica: los profesores constituyen eslabones silenciosos en la cadena que conduce a la humanidad hacia el progreso y la mejora. ¿Qué hubiera sido del mundo y de la historia sin los maestros? Quienes tienen conocimiento tratan de utilizarlo en su beneficio (y de esconderlo a los competidores). Sin embargo, los profesores forman un grupo humano que tiene por oficio compartir todo lo que saben, transmitir a otros sus conocimientos, despertar en otros el deseo de aprender." (MASG)
Pero callemos por hoy.
(Planteamiento)
“No hablo de dinero”. Claro, porque el dinero contamina al docente y lo envicia, y hay que mantenerle viva la vocación, que donde mejor es con la pobreza, ¿verdad? Pero Vd. Se delata: “aunque no se debe olvidar esta faceta”. La concesión no significa aquí realmente nada... si no se tiene prisa en leer. Porque el experto no puede decir que “se debe olvidar esta faceta”. No digo que no lo piense, que sobre eso se pueden tener legítimas y razonables suposiciones, sino que realmente no lo dice. Lo que dice es que no se debe olvidar, pero ¿qué significa esto con tal de que se tenga memoria (de que el trabajador merece cobrar bien)? Bien. Correcto, pero la memoria sola no compromete a nada, ni mucho menos a una mejora salarial, pese a que el incauto lector imagine esa referencia posible a la mejora de sus condiciones económicas.
(Nudo)
“Hablo de otro tipo de enriquecimiento. Si se pretendiese incentivar la profesión docente sólo con dinero, ¿no acudirían a ella los más avaros en lugar de los más generosos? “ (MASG)
¿Verdad que no se trata de dinero? ¿Queda claro? Pues el dinero envilece con el pecado. Nada más y nada menos que uno de los capitales, a lo que el predicador-pedagogo no puede ser ajeno, ya que él quiso la verdad y el bien. Puesto que se puede incentivar “la profesión docente” (¿dónde quedan los particulares, los individuos de carne y hueso, trabajadores, reales?) no “sólo con dinero”, el práctico político-pedagogo habrá de extraer la necesidad, y hasta el deber moral (no faltaba más!) de pagar con otra cosa que con dinero; no con algo más que dinero, sino con algo en lugar de dinero. Pues el lenguaje (y sólo tengo de él su lenguaje) autoriza a deducir esta posibilidad de pagos simbólicos, que son más baratos que los pagos monetarios, y generan menos quebraderos de cabeza políticos (menos agravios en las ambiciones y envidias sociales).
(Desenlace)
¿Aún dudáis, hijos míos? De verdad que os estáis ganando el Reino de los cielos, aquí en la tierra y por adelantado. Eso, disfrutad antes, que después ya veremos... Pues ya se te paga, caro mío, con ser “generoso”. Tú eres generoso y tienes vocación, y yo soy generoso y te perdono tus culpas. Pero no quieras el dinero, que no te conviene, que te ensucia y te hace malo. Nosotros los catedráticos no podemos aceptarlo más que con asco, y como deuda simbólica que debemos pagar para evitar la soberbia del teológico saber que abruma nuestras mentes y nuestros corazones, por vuestro bien (moral, no pecuniario). Porque tú no querrás ser un avaro... (Dixit)
Veo legión de notarios conscientes -al fin- de su vida extraviada, decididos a la verdad y el bien, a lo imprescindible de la tarea y del camino, maravillados y convertidos, pues ¿qué puede significar que el 50% de los docentes británicos estén dispuestos a renunciar, si se te paga en cupones de generosidad? Hasta es posible que caiga en las redes algún torpísimo especulador inmobiliario, que se convierta mágicamente a la vocación enseñante (pues ya se tiene de la gramática la parda).
A no ser, a no ser... Dios mío, tremenda duda me corroe! A no ser que si estuviera bien pagada la profesión docente, magníficamente pagada y con derecho a la posibilidad mental (ahora subjuntivísima) de perescrutar magnífico chalet en primera línea de mar español, sin agobios cada vez que tuerce el mes, decidieran -digo- dedicarse al oficio los más sabios, sagaces, trabajadores e insomnes estudiosos; una gente temible y odiosa que supiera sus derechos, su valor y su capacidad de juzgar de su valer y saber, y que estuviera dispuesta a hacer respetar sus derechos. (Pues me han dicho que los derechos laborales son menos formales y más reales si se pueden contratar abogados; y el voto menos cautivo, si no se necesita para comer: no sé qué del caciquismo, me dijeron.)
"Porque es una tarea colegiada: no se puede entender esta profesión desde una perspectiva individualista. Cuando se trabaja en solitario se consigue menos y se pasa peor. No hay niño que se resista a diez profesores que estén de acuerdo. (...)" (MASG)
Las tareas colectivas me producen urticaria, así que personalmente no veo por qué han de ser más útiles los comportamientos propios de un colegio cardenalicio en una profesión que tanto ha dependido del esfuerzo personal por saber y transmitir/enseñar lo sabido a otros. Sospecho que los profesionales (liberales; ¿liberales?, qué hermosas palabras!) utópicamente bien pagados en táleros constantes no necesitarían colegiación en su trabajo sostenido en el amor propio y la tranquilidad. No obstante, conozco las ventajas del ser colegiado (y aun del ser colectivo o totalitario) si lo que conviene es transformar el traspaso total de responsabilidad al docente en un conjunto de obligaciones concretas y horarias, con la penitencia consiguiente de la multiplicación de las reuniones y la burocracia (tácticas muy conocidas por la inteligencia miltar: las de no dejar descansar, para no dejar pensar). Adepto al surrealismo en pedagogía, habiendo tenido y teniendo tan buenos maestros en ejercicio, hasta doy las gracias por las tareas que el señor (y sus delegados en este mundo, vicarios o representantes de la administración) nos impone en tardes regulares, principiadas o, mejor, antecedidas por ágape común y colegiado en restaurante económico (i.e., con exceso cuantitativo de clientes generosos sobre los avaros). Digo lo del surrealismo por el empeño infinito y amoroso de la ciencia pedagógica en resolver el viejísimo problema, tormento de las ideas platónicas, sostenido por Aristóteles y conocido mayormente como el argumento del “tercer hombre”. No éste, ni ése, sino aquél (hombre): es decir, no la idea ni lo que es concreto (material); sino lo que sin ser idea ni ser concreto está en medio de los dos mundos, en el seno del abismo (separación o viejo caos)que los separa. Pues ésta es lo impresión que este analista de la retórica profana tiene de los empeños de la argumentación psicopedagógica, a través de sus distintas sectas y ministros en la tierra.
"Porque es una tarea gratificante: se insiste en los problemas de la profesión, en sus facetas amargas. Se habla menos de sus dimensiones gratificantes, de sus estímulos, incomparables a los que brinda cualquier otra profesión. ¿Qué hay semejante a ese alumbramiento en el saber, en la honestidad y en la convivencia que es la tarea de educar? ¿Qué hay comparable al hecho de ayudar a que las personas sean más sabias, más bondadosas, más felices?" (MASG)
“Tarea gratificante”. Ahora. Naturalmente. Por eso los ingleses se quieren ir, ellos que normalmente son tan poco propensos a irse. Realmente no existe nada más gratificante que ese “alumbramiento”. Sólo que no se cree en ese alumbramiento, porque éste significa ilustración, oficio contra las tinieblas originado en el inmortal comadrón ateniense. Y la ilustración significa instrucción pública, como bien conocía la II República, enseñanza. Por lo tanto, dominio y ostentación (¿detentar?: en absoluto, sino humildad y rigor) del saber por parte de unos profesionales que, por esa sola razón, deben contar con autoridad y respeto, encargados como son y están de la reproducción y el mejoramiento social. ¿Pretende sostener esta tarea el experto? Me temo que no, dada la preceptiva evangélica/moralizante que acompaña la mención del oficio de instruir (pero él querrá decir educar). Pues el catedrático debe saber acerca de la dificultad histórica para realizar un socratismo por decreto (saber = bondad=felicidad). De hecho, él no se puede permitir ingenuidad tamaña, que le negaría como socrático o le situaría como impostor. Por lo tanto, el socratismo es imposible y él debe apuntar (inconscientemente, porque no se le pueden suponer maliciosas intenciones) a una captación de la generosidad del auditorio, en tanto pago hic et nunc -por la parte del sabio pontífice- del sueldo simbólico que se le ha designado, en razón de sus funciones históricas.
"Porque es una tarea histórica: los profesores constituyen eslabones silenciosos en la cadena que conduce a la humanidad hacia el progreso y la mejora. ¿Qué hubiera sido del mundo y de la historia sin los maestros? Quienes tienen conocimiento tratan de utilizarlo en su beneficio (y de esconderlo a los competidores). Sin embargo, los profesores forman un grupo humano que tiene por oficio compartir todo lo que saben, transmitir a otros sus conocimientos, despertar en otros el deseo de aprender." (MASG)
Pero callemos por hoy.
29 de enero de 2007
Ilustración y Romanticismo
La falta de continuidad, el hilo en lo que escribe, le llevaría a la temida facilidad del artículo. Pero, ¿quién se encargará de leer estos periódicos?
***
(De una nota escolar)
"Se propone la dignidad en tanto herramienta de la felicidad, aunque no qua medio de la felicidad. Ésta debe permanecer como un resto de fe, ajena al cálculo. Tiene que ser entrevista igual que el alma de la mujer bella, en la lejanía. Inmediatamente olvidada, para poder dedicarse en cuerpo y alma (ahora la suya) , al ajetreo diario, burgués o asalariado. Así puede dar de comer a su familia, pero tendrá que olvidarse del alma bella, que elige residir en palacios lejanos, sin contactos exteriores. Su vida aislada, cifra de la realidad de él (símbolo del residuo fideísta en el libro ilustrado), vive en el espíritu como la unidad aspirada, dentro de él, en su reflexión incansable: puesto que el alma amada se constituye, desde el principio, como si fuera un objeto; aunque quedara fuera del cálculo, de lo que tú alcanzas, y de esa manera haya de seguir por toda la eternidad -histórica. No puede tenerla porque le representa a él mismo, aquello de que carece -su desgracia de viviente.
(...)
La conciencia se le transforma en palabra, y ésta se le convierte en escritura. Obligado a estar en el mundo, lo que dice/escribe no puede serle ajeno al mundo; esto es, tiene consecuencias. Corresponde a anhelos insatisfechos, que no son sólo los suyos.
El mundo de la mercancía también ha logrado su propio poder de reflexión y encuentra ahí la posibilidad de hacer negocio. Al milagro del encuentro del interés y el artista lo conocemos como la obra. Ésta obliga a residir al artista en la vivienda de su amada (¿se acuerda él todavía de ella?), pobre y sin demasiadas esperanzas (¿sin ninguna?).
(...)
***
(De una nota escolar)
"Se propone la dignidad en tanto herramienta de la felicidad, aunque no qua medio de la felicidad. Ésta debe permanecer como un resto de fe, ajena al cálculo. Tiene que ser entrevista igual que el alma de la mujer bella, en la lejanía. Inmediatamente olvidada, para poder dedicarse en cuerpo y alma (ahora la suya) , al ajetreo diario, burgués o asalariado. Así puede dar de comer a su familia, pero tendrá que olvidarse del alma bella, que elige residir en palacios lejanos, sin contactos exteriores. Su vida aislada, cifra de la realidad de él (símbolo del residuo fideísta en el libro ilustrado), vive en el espíritu como la unidad aspirada, dentro de él, en su reflexión incansable: puesto que el alma amada se constituye, desde el principio, como si fuera un objeto; aunque quedara fuera del cálculo, de lo que tú alcanzas, y de esa manera haya de seguir por toda la eternidad -histórica. No puede tenerla porque le representa a él mismo, aquello de que carece -su desgracia de viviente.
(...)
La conciencia se le transforma en palabra, y ésta se le convierte en escritura. Obligado a estar en el mundo, lo que dice/escribe no puede serle ajeno al mundo; esto es, tiene consecuencias. Corresponde a anhelos insatisfechos, que no son sólo los suyos.
El mundo de la mercancía también ha logrado su propio poder de reflexión y encuentra ahí la posibilidad de hacer negocio. Al milagro del encuentro del interés y el artista lo conocemos como la obra. Ésta obliga a residir al artista en la vivienda de su amada (¿se acuerda él todavía de ella?), pobre y sin demasiadas esperanzas (¿sin ninguna?).
(...)
28 de enero de 2007
Buenos propósitos, silencio
Calla por hoy, escucha las canciones.
Deja el frío (para) que pase, los deberes para tu conciencia, /esa maquinaria humana de multiplicar escrúpulos, de complicar las acciones, aun las inacciones/.
Pobre /(porque así tienen que verte los demás, sobre todo si se comparan con ellos mismo, tan ingenuamente llenos de significados; o eso piensas tú que piensan ellos)/, no eres más rico porque estés ahora mejor comunicado.
La alegría de la canción te entra (¿te acuerdas?), y se va. ¿Quién eres tú, el que escribe? Si has de decirlo, dejarlo salir fuera, ya no eres tú, ya no se trata de tus pertenencias.
/¿No habíamos quedado en que eras pobre? Por lo tanto, a ti no te es permitida esa forma aristocrática de hablar: mío, tuyo; interior, exterior; tu vida, las otras vidas. Medita si no te conviene mucho más llevar tus cosas en la indiferencia, en el discurrir colectivo y en el progreso común hacia la ilustración: ni tú ni nadie (= ellos) creéis en otra finalidad social; en ningún otro interés cuya representación os pusiera en marcha; haciéndoos recordar vuestras disposiciones, de seres vivientes y racionales, obligados a hablar y justificar vuestras palabras-acciones./
Y guárdate para ti tus culpas, para pagarlas.
/Si la deuda constituye una culpa, el pago representa la expiación. Ay, amigo de las analogías, del pensamiento deficitario, siempre necesitado de los maestros, de los sabios, de los viejos, de la tradición: fuera de lo correcto, de la justicia, de la verdad, del progreso./
Recuerda: no siempe vas a poder contar lo de la calle helada, la nieve caída y todo eso.
A., 27/28 de enero de 2007.
Deja el frío (para) que pase, los deberes para tu conciencia, /esa maquinaria humana de multiplicar escrúpulos, de complicar las acciones, aun las inacciones/.
Pobre /(porque así tienen que verte los demás, sobre todo si se comparan con ellos mismo, tan ingenuamente llenos de significados; o eso piensas tú que piensan ellos)/, no eres más rico porque estés ahora mejor comunicado.
La alegría de la canción te entra (¿te acuerdas?), y se va. ¿Quién eres tú, el que escribe? Si has de decirlo, dejarlo salir fuera, ya no eres tú, ya no se trata de tus pertenencias.
/¿No habíamos quedado en que eras pobre? Por lo tanto, a ti no te es permitida esa forma aristocrática de hablar: mío, tuyo; interior, exterior; tu vida, las otras vidas. Medita si no te conviene mucho más llevar tus cosas en la indiferencia, en el discurrir colectivo y en el progreso común hacia la ilustración: ni tú ni nadie (= ellos) creéis en otra finalidad social; en ningún otro interés cuya representación os pusiera en marcha; haciéndoos recordar vuestras disposiciones, de seres vivientes y racionales, obligados a hablar y justificar vuestras palabras-acciones./
Y guárdate para ti tus culpas, para pagarlas.
/Si la deuda constituye una culpa, el pago representa la expiación. Ay, amigo de las analogías, del pensamiento deficitario, siempre necesitado de los maestros, de los sabios, de los viejos, de la tradición: fuera de lo correcto, de la justicia, de la verdad, del progreso./
Recuerda: no siempe vas a poder contar lo de la calle helada, la nieve caída y todo eso.
A., 27/28 de enero de 2007.
27 de enero de 2007
Tormenta de nieve
Hablando de mí, de nosotros, las cosas que digo, las que se dicen, aparecen teñidas por una interpretación caprichosa. Es mía, o la he hecho mía, una vez que la he adoptado.
Desteñir la interpretación supondría dejar de tratar de mí y de nosotros. No se estaría hablando de nadie; pero -dado que se habla- habrá que nombrar esa realidad ausente o desconocida. Alejada la visión subjetiva, el escenario científico parecería repleto de unos personajes desconocidos: átomos, estructuras, relaciones de un conjunto, significantes de un sistema de comunicación/significación... (Estas cosas aparecen en los libros, esa parte costosa de la cultura.)
Igual que las cartas desperdigadas de una baraja, o la obra de teatro deshecha, aunque los sistemas suelen tener vocación de teatro filosófico, fantasmal en su concepción y en su ejecución posterior: resulta impensable la coexistencia de sistemas que cohabitan malamente -de esa manera los hemos visto siempre-, si no es a causa de algún vicio de origen que los ha hecho nacer, crédulos de sí mismos, convenciendo -por lo menos- a los demás de que son crédulos, de esa su ingenua espontaneidad que hace visajes de verdad primera, /semillas o gérmenes de una ontología/.
¿Reunir, finalmente, las cartas? ¿Quién podría? ¿Para qué? Puesto que no hemos de conocer el resultado: dejemos la grandeza de la esperanza ilustrada -Kant- para los que vengan después a utilizar la razón en el mundo que no termina de aceptarla; no se ha de creer en la felicidad ahora, la topía; ni dirigir las tendencias, realmente otras interpretaciones fantasmagóricas, hacia las mentes, para que sean normas de su valor, reglas de conducta diaria, leyes en los parlamentos y presos en las cárceles.
Antes de creer en los pronósticos, conviene un pequeño acto de autodestrucción de la razón: pues esto es el análisis, porque en esto consiste la crítica.
Vivir diariamente realizando este trabajo, en uno mismo y para la reflexión, no deja, sin embargo, de provocar inconvenientes serios: los gélidos y fantasmales conceptos de la ciencia social avanzada (¿hacia dónde?) son relativamente tranquilizadores (han tomado prestado el calor de algún sitio: del prestigio o de la comodidad), comparados con los hechos que no comprendes, que desazonan porque no se sabe cómo han empezado ni cómo han de acabar, si se tiene la fuerza y la habilidad suficiente para desarrollar por completo un curso de acción cuidadosamente planificado, aunque tengas la certeza -terrible, desagradable- de que interrogar a los otros acerca de lo que pasa no haría más que agravar el problema y sus derivaciones...
Desteñir la interpretación supondría dejar de tratar de mí y de nosotros. No se estaría hablando de nadie; pero -dado que se habla- habrá que nombrar esa realidad ausente o desconocida. Alejada la visión subjetiva, el escenario científico parecería repleto de unos personajes desconocidos: átomos, estructuras, relaciones de un conjunto, significantes de un sistema de comunicación/significación... (Estas cosas aparecen en los libros, esa parte costosa de la cultura.)
Igual que las cartas desperdigadas de una baraja, o la obra de teatro deshecha, aunque los sistemas suelen tener vocación de teatro filosófico, fantasmal en su concepción y en su ejecución posterior: resulta impensable la coexistencia de sistemas que cohabitan malamente -de esa manera los hemos visto siempre-, si no es a causa de algún vicio de origen que los ha hecho nacer, crédulos de sí mismos, convenciendo -por lo menos- a los demás de que son crédulos, de esa su ingenua espontaneidad que hace visajes de verdad primera, /semillas o gérmenes de una ontología/.
¿Reunir, finalmente, las cartas? ¿Quién podría? ¿Para qué? Puesto que no hemos de conocer el resultado: dejemos la grandeza de la esperanza ilustrada -Kant- para los que vengan después a utilizar la razón en el mundo que no termina de aceptarla; no se ha de creer en la felicidad ahora, la topía; ni dirigir las tendencias, realmente otras interpretaciones fantasmagóricas, hacia las mentes, para que sean normas de su valor, reglas de conducta diaria, leyes en los parlamentos y presos en las cárceles.
Antes de creer en los pronósticos, conviene un pequeño acto de autodestrucción de la razón: pues esto es el análisis, porque en esto consiste la crítica.
Vivir diariamente realizando este trabajo, en uno mismo y para la reflexión, no deja, sin embargo, de provocar inconvenientes serios: los gélidos y fantasmales conceptos de la ciencia social avanzada (¿hacia dónde?) son relativamente tranquilizadores (han tomado prestado el calor de algún sitio: del prestigio o de la comodidad), comparados con los hechos que no comprendes, que desazonan porque no se sabe cómo han empezado ni cómo han de acabar, si se tiene la fuerza y la habilidad suficiente para desarrollar por completo un curso de acción cuidadosamente planificado, aunque tengas la certeza -terrible, desagradable- de que interrogar a los otros acerca de lo que pasa no haría más que agravar el problema y sus derivaciones...
26 de enero de 2007
Vivir...
...separando lo desagradable; abstrayendo de las noticias desagradables, de todo aquello que -lo sabes, te lo dijeron- desautoriza médicamente la alegría: las dudas del vivir, las dudas del morir, las palancas de tu dolor.
Soñando o escribiendo: vives menos, pero mejor; ahorrándote el sufrimiento que intuyes en lo que cuentan, en los males que les afligen.
¿Para qué los pronombres, si siempre eres tú? Debes de tenerlo mucho más seguro en días desapacibles como éste de hoy, porque la belleza de la nieve, hasta la belleza blanca, tiene que inquietarte.
Qué difíciles de encontrar son las palabras amables! Que las encuentren para ti o que las encuentres tú. Porque se trata del mismo deber, igual desconcierto, y no distinta incomprensión.
Soñando o escribiendo: vives menos, pero mejor; ahorrándote el sufrimiento que intuyes en lo que cuentan, en los males que les afligen.
¿Para qué los pronombres, si siempre eres tú? Debes de tenerlo mucho más seguro en días desapacibles como éste de hoy, porque la belleza de la nieve, hasta la belleza blanca, tiene que inquietarte.
Qué difíciles de encontrar son las palabras amables! Que las encuentren para ti o que las encuentres tú. Porque se trata del mismo deber, igual desconcierto, y no distinta incomprensión.
MASG, o la redención educativa a través del tormento y el fuego, III
(Aclaraciones, 26 de enero de 2007, nieve y frío)
¿Rectificar lo escrito? ¿Eliminar las erratas? ¿Dónde se encuentra la falla moral? Puesto que se nos ha dado la posibilidad de pensar, ¿hemos de ser castigados si pensamos mal, si faltamos a la lógica?
Tenemos que quedarnos con las indecisiones: ¿para qué sirve completar lo escrito? ¿Quién te pide que aclares?
Pero un kantiano no aguarda a eso, se lo debe.
***
***
(25/26 de enero de 2007)
Captatio benevolentiae, ofertas de empleo: se necesitan profesionales, “los mejores de un país”. Umm! Qué mal pienso! Pues no que se me ocurre que lo que quiere decir es que los que hay ahora no son los mejores... Para “abrirlas (sic) el camino del bien y de la verdad”. Nada menos! Nada más que las instituciones escolares empeñadas en el trabajo de la construcción de la autonomía sustantiva, esa libertad positiva que ya ha encontrado su para qué, y ha podido finalmente responder a Lenin y Mussolini: libertad para la verdad y el bien, un platonismo político que sólo los reaccionarios identificarán con el fascismo. A lo que el catedrático no quiere referirse, sino a todo lo contrario.
Pero no puedo dejar de imaginarme el dedo del Tío Sam llamando a filas tras la última contraofensiva de las tropas de Vietnam del Norte, la fuga hacia la nada de los malhadados Bush, solicitando un esfuerzo más de la nación, una voluntad más, otras decenas de miles de soldados. Ya diré por qué digo esto, aunque mi redacción ya es transparente y se me puede comprender mucho mejor de lo que yo me comprendo... Porque sólo se llama al que tiene vocación, quien se siente obligado a sentir la llamada, para lo cual son muy útiles -no obstante- los actos de propaganda de las cátedras universitarias.
El “camino del bien y de la verdad”: hacia los objetos verdad y bien, en consecuencia, en tanto meta, en cuanto objetivos conocidos. Yo me pregunto en qué momento hemos conocido la verdad y el bien, qué maestros nos han alumbrado y de qué manera se podría perder u olvidar un saber de tal y tan amplio alcance y vuelo. Aunque no me gusta ese alumbrar de la verdad y el bien que evita el esfuerzo de quererlos y buscarlos libremente, una vez que están ahí dispuestos como metas hechas, como la felicidad -por lo tanto- por fin encontrada y definida para todos. Una educación así constituye, efectivamente, un “medio supremo”, y también la persona educada en la que encarna, obligada a buscar ? la felicidad, a salir de sí misma hacia la meta.
***
"Porque es una tarea difícil (y arriesgada): consiste en trabajar con «materiales» complejísimos (concepciones, conocimientos, sentimientos, emociones, valores, ideas, creencias, expectativas...). Es difícil también porque cada persona es un mundo diferente. Y porque hoy aparecen en la cultura invitaciones potentes a recorrer caminos equivocados. Ante la dificultad puede uno reaccionar con desaliento o con dinamismo. La dificultad se puede vivir como castigo o como reto." (MASG)
Ratio secunda: Lo necesario igual a lo difícil. Aquí lo sigo, aunque sólo un momento, porque inmediatamente se localiza la dificultad en el apartamento ocasional o accidental del bien, en las invitaciones potentes y alternativas que el docente superhéroe podrá/habrá de/deberá contrarrestar.
Elige el reto o el miedo, la libre actividad o la libre pasividad. Claro, conocida la meta, se determina automáticamente el camino de perfección que conduce a ella. También los múltiples caminos de imperfección culpables, que se apartan de ella. Renunciando a la libertad, no dejan de ejercerla: por esa razón son imputables y castigables (reos, culpables). Su culpa, según algún otro ideólogo, es no haber conocido en sus plenas consecuencias la necesidad de bañarse en el río de la historia, de no alcanzar la conciencia de la necesidad que los esclaviza en vida, y los vuelve ? libres (su única forma de ser libres) en su saber subjetivo.
Ciertamente, el que vive la realidad como si ésta fuera un castigo, ya sólo por ese motivo debe ser castigado: se fija en una conciencia (propia, indebida) que lo retrae de la fuerza de lo real, y no contribuye a la vida del ser colectivo, el bien, la patria, la nación, el progreso. Su apartamiento representa el crimen, lo es. Pero un pensamiento de que el apartamiento constituye el crimen representa ya, por su parte, un punto de vista criminal sobre las cosas. La traslación a los demás del conocimiento personal del bien total (colectivo, público, histórico), sea en la forma de una ciencia o bajo la forma de una determinada política -lo que es lo mismo, si la ciencia se puede reducir a un interés-, se reembolsa al cabo del tiempo con la existencia de cadáveres en el camino, o esas vidas infelices que todos conocemos. No queramos un bien para imponer a los demás una camisa de fuerza, para negarlos en vida.
¿Rectificar lo escrito? ¿Eliminar las erratas? ¿Dónde se encuentra la falla moral? Puesto que se nos ha dado la posibilidad de pensar, ¿hemos de ser castigados si pensamos mal, si faltamos a la lógica?
Tenemos que quedarnos con las indecisiones: ¿para qué sirve completar lo escrito? ¿Quién te pide que aclares?
Pero un kantiano no aguarda a eso, se lo debe.
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(25/26 de enero de 2007)
Captatio benevolentiae, ofertas de empleo: se necesitan profesionales, “los mejores de un país”. Umm! Qué mal pienso! Pues no que se me ocurre que lo que quiere decir es que los que hay ahora no son los mejores... Para “abrirlas (sic) el camino del bien y de la verdad”. Nada menos! Nada más que las instituciones escolares empeñadas en el trabajo de la construcción de la autonomía sustantiva, esa libertad positiva que ya ha encontrado su para qué, y ha podido finalmente responder a Lenin y Mussolini: libertad para la verdad y el bien, un platonismo político que sólo los reaccionarios identificarán con el fascismo. A lo que el catedrático no quiere referirse, sino a todo lo contrario.
Pero no puedo dejar de imaginarme el dedo del Tío Sam llamando a filas tras la última contraofensiva de las tropas de Vietnam del Norte, la fuga hacia la nada de los malhadados Bush, solicitando un esfuerzo más de la nación, una voluntad más, otras decenas de miles de soldados. Ya diré por qué digo esto, aunque mi redacción ya es transparente y se me puede comprender mucho mejor de lo que yo me comprendo... Porque sólo se llama al que tiene vocación, quien se siente obligado a sentir la llamada, para lo cual son muy útiles -no obstante- los actos de propaganda de las cátedras universitarias.
El “camino del bien y de la verdad”: hacia los objetos verdad y bien, en consecuencia, en tanto meta, en cuanto objetivos conocidos. Yo me pregunto en qué momento hemos conocido la verdad y el bien, qué maestros nos han alumbrado y de qué manera se podría perder u olvidar un saber de tal y tan amplio alcance y vuelo. Aunque no me gusta ese alumbrar de la verdad y el bien que evita el esfuerzo de quererlos y buscarlos libremente, una vez que están ahí dispuestos como metas hechas, como la felicidad -por lo tanto- por fin encontrada y definida para todos. Una educación así constituye, efectivamente, un “medio supremo”, y también la persona educada en la que encarna, obligada a buscar ? la felicidad, a salir de sí misma hacia la meta.
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"Porque es una tarea difícil (y arriesgada): consiste en trabajar con «materiales» complejísimos (concepciones, conocimientos, sentimientos, emociones, valores, ideas, creencias, expectativas...). Es difícil también porque cada persona es un mundo diferente. Y porque hoy aparecen en la cultura invitaciones potentes a recorrer caminos equivocados. Ante la dificultad puede uno reaccionar con desaliento o con dinamismo. La dificultad se puede vivir como castigo o como reto." (MASG)
Ratio secunda: Lo necesario igual a lo difícil. Aquí lo sigo, aunque sólo un momento, porque inmediatamente se localiza la dificultad en el apartamento ocasional o accidental del bien, en las invitaciones potentes y alternativas que el docente superhéroe podrá/habrá de/deberá contrarrestar.
Elige el reto o el miedo, la libre actividad o la libre pasividad. Claro, conocida la meta, se determina automáticamente el camino de perfección que conduce a ella. También los múltiples caminos de imperfección culpables, que se apartan de ella. Renunciando a la libertad, no dejan de ejercerla: por esa razón son imputables y castigables (reos, culpables). Su culpa, según algún otro ideólogo, es no haber conocido en sus plenas consecuencias la necesidad de bañarse en el río de la historia, de no alcanzar la conciencia de la necesidad que los esclaviza en vida, y los vuelve ? libres (su única forma de ser libres) en su saber subjetivo.
Ciertamente, el que vive la realidad como si ésta fuera un castigo, ya sólo por ese motivo debe ser castigado: se fija en una conciencia (propia, indebida) que lo retrae de la fuerza de lo real, y no contribuye a la vida del ser colectivo, el bien, la patria, la nación, el progreso. Su apartamiento representa el crimen, lo es. Pero un pensamiento de que el apartamiento constituye el crimen representa ya, por su parte, un punto de vista criminal sobre las cosas. La traslación a los demás del conocimiento personal del bien total (colectivo, público, histórico), sea en la forma de una ciencia o bajo la forma de una determinada política -lo que es lo mismo, si la ciencia se puede reducir a un interés-, se reembolsa al cabo del tiempo con la existencia de cadáveres en el camino, o esas vidas infelices que todos conocemos. No queramos un bien para imponer a los demás una camisa de fuerza, para negarlos en vida.
25 de enero de 2007
Después
(23 de enero de 2007, noche)
Nos ocurre: asistir desde fuera a lo que se dice, se razona o vive. Verlo de paso, confuso; la luna entre las nubes; la imagen que quiero en gris de un día de frío, una verdad escasa, lo que llega después de tantas dudas.
***
(Recordando)
¿Cómo señalar la alegría en una certeza tan pobre? Ir andando, mirar arriba, caminando solo por el puente, a deshoras. Ver la luna, casi no verla, velada y casi eterna; mucho más que tú y material, siendo más que tú sin soberbia.
A ti te vuelve engreído lo que dices, bastante más que lo que piensas. Esto último no es tuyo y ya casi no te importa; en las palabras, sin embargo, concentras un brillo absurdo. Descrees de lo inmaterial, de las ideas, y te permites engañarte con fulgores falsos, materiales, las palabras, el sonido, lo escrito en silencio, el libro... la vida falsa y social en la que te tienes que recoger, al no soportar la dureza de las ideas, que serán eternas pero saben a ceniza, a muerte para ti si inmortales ellas.
No entiendes lo que escuchas, le das vueltas y sigues sin entenderlo. ¿A “qué” le das vueltas? Eres tú el que giras, tu cerebro, en ti, que funciona mal. Dependes, hasta para entenderte, del saber divulgado, de la circulación social y adquirida del saber, de los sucedáneos de la ignorancia que te debería hacer más honrado, veraz, sincero.
Cuando has aceptado renunciar a la luz, más a las luces falsas, aceptando vivir y los fallos, reconoce que ahí tienes una posibilidad de ser otro. Lo malo para ti es que ves la posibilidad, que no llegas a amarrarla. Aceptas soltarte -no ves otro remedio- y seguir en lo falso. Llámalo enfermedad, o carácter. Por un momento sirve de razón, aunque sabes también que los argumentos no son lo tuyo: nunca has podido coger las cosas con sus argumentos. Y luego está tu tendencia -no heredada- a enmudecer, a la hora de la verdad, aunque te satisfaga pensar que con eso eres libre.
Nos ocurre: asistir desde fuera a lo que se dice, se razona o vive. Verlo de paso, confuso; la luna entre las nubes; la imagen que quiero en gris de un día de frío, una verdad escasa, lo que llega después de tantas dudas.
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(Recordando)
¿Cómo señalar la alegría en una certeza tan pobre? Ir andando, mirar arriba, caminando solo por el puente, a deshoras. Ver la luna, casi no verla, velada y casi eterna; mucho más que tú y material, siendo más que tú sin soberbia.
A ti te vuelve engreído lo que dices, bastante más que lo que piensas. Esto último no es tuyo y ya casi no te importa; en las palabras, sin embargo, concentras un brillo absurdo. Descrees de lo inmaterial, de las ideas, y te permites engañarte con fulgores falsos, materiales, las palabras, el sonido, lo escrito en silencio, el libro... la vida falsa y social en la que te tienes que recoger, al no soportar la dureza de las ideas, que serán eternas pero saben a ceniza, a muerte para ti si inmortales ellas.
No entiendes lo que escuchas, le das vueltas y sigues sin entenderlo. ¿A “qué” le das vueltas? Eres tú el que giras, tu cerebro, en ti, que funciona mal. Dependes, hasta para entenderte, del saber divulgado, de la circulación social y adquirida del saber, de los sucedáneos de la ignorancia que te debería hacer más honrado, veraz, sincero.
Cuando has aceptado renunciar a la luz, más a las luces falsas, aceptando vivir y los fallos, reconoce que ahí tienes una posibilidad de ser otro. Lo malo para ti es que ves la posibilidad, que no llegas a amarrarla. Aceptas soltarte -no ves otro remedio- y seguir en lo falso. Llámalo enfermedad, o carácter. Por un momento sirve de razón, aunque sabes también que los argumentos no son lo tuyo: nunca has podido coger las cosas con sus argumentos. Y luego está tu tendencia -no heredada- a enmudecer, a la hora de la verdad, aunque te satisfaga pensar que con eso eres libre.
24 de enero de 2007
MASG, o la redención educativa a través del tormento y el fuego, II
"Voy a plantear algunas razones por las que merece la pena ser profesor hoy (digo profesor y no maestro para incluir en el término a docentes de todos los niveles, aunque me gusta la palabra maestro). Razones que voy a agrupar bajo seis epígrafes." (M. Á. Santos Guerra)
***
No diré nada de la encantadora y convenientísima igualación entre profesores y maestros, aunque el catedrático guste de la "palabra maestro". Claro! Yo también. Como gusto de la palabra "rosa" y de la palabra "amor". Pero, ¿gusta él de las acciones del maestro/profesor? No diré nada más que esto.
***
"Porque es una tarea imprescindible: enunciamos problemas sangrantes de todo tipo. Buscamos soluciones en mil sitios. Y olvidamos frecuentemente la educación como medio supremo. Hacen falta, pues, profesionales (los mejores de un país) capaces de ayudar a las personas a crecer, de enseñarlas a convivir, de abrirlas el camino del bien y de la verdad." (MASG)
***
Se trata de desempeñar las razones, de sacarlas del baúl de los sabios. Por eso, se le agradece que una la ciencia a la didáctica: "seis epígrafes". Pues así ha de resultar mucho más sencillo y agradable (simplificado) a nuestras inteligencias pequeñas. El primero de los epígrafes ya tiene que dar el tono de la argumentación, una atmósfera, la calidad propia de la que ha de vivir el discurso en sus vaivenes futuros, en mis exégesis, en sus peligros... Mas el experto no teme a la lógica. Quiero decir que no teme sus reglas, que no le importa cumplirlas o incumplirlas. Descubrimos un primer mar: el profesor es imprescindible. Aunque podía no serlo: China pudo sobrevivir a la revolución maoísta, a la deseducación radical. Me temo -ahora yo- que el profesor es imprescindible para poder contar con una primera víctima de los discursos de la polis, de la praxis de los políticos. Dejemos eso.
Admitiendo que el profesor sea "imprescindible", de ninguna manera se puede concluir que sea suficiente, que represente la "solución". Las condiciones necesarias no acostumbran a ser suficientes. De hecho pueden ser plenamente estériles, como muestran (no es cuestión de razones, sino de obras... que son amores) ciertos indicadores. Sin embargo, el experto no pretende apuntar una "solución" con un significado lógico-matemático, sino la desaparición de los problemas, "sangrantes". Acabáramos! Nada menos! Debe haber olvidado, es tan corta y sabia su memoria, los fundamentos (siquiera subjetivos) de la queja docente, ese malestar tan denostado, tan impropio y poco fino (porque las ovejas no deben balar...): que la supuesta solución educativa de todos los males constituye justamente el problema, que la institución escolar es enteramente problemática -desde sus mismos cimientos, el edificio entero-, que no sirve para lo que debe servir, porque la educación es, ante todo, reflejo de un gravísimo problema social, y yo no pretendo extraer conclusiones ni hallar soluciones, sino indicar que la correlación de hechos puede ir en los dos sentidos, que por eso es una correlación y no una conexión causal, una legalidad científica establecida (¿qué experimentos hay para ello?). Nada menos que el protestantismo ha sido puesto en relación con el capitalismo, pero no como un efecto ideológico del capital, sino como uno de los factores causales de/en su aparición. Entonces, ¿quién soy yo para evitar pensar que la dirección causal correcta es la que va del interés social hacia los buenos efectos (prácticos: resultados, realidades) educativos, y no al revés. ¿Se le ha ocurrido al experto preguntar a la gente, por mor de conocer sus intereses, de primera mano; por mor de ver si arraiga en sus cabezas esa mentalidad típicamente protestante que se traduce en el esfuerzo por saber, ese mismo esfuerzo que traspasan a sus hijos como la mejor herencia, a veces la única y enamorada herencia? Porque estas cosas pasan. ¿Pasan en España?
La educación... "medio supremo". Por Dios! Qué atrevimiento! La educación sólo puede representar el fin supremo, el lugar final de cualquier interés previo, del entero amor que la vida (humana) puede depositar en el saber. Pensar lo contrario es imaginar coartadas, planificar excusas, esas ruinas futuras que ya queremos tener aquí de forma irresponsable (¿cómo se puede tener pasión por la ruina?). ¿No se nos ha dicho que somos libres? Y pretendemos, con las instituciones escolares, ser modelados como plastilina, querer ser plastilina.
El final de la razón primera es plenamente consecuente:
"Hacen falta, pues, profesionales (los mejores de un país) capaces de ayudar a las personas a crecer, de enseñarlas a convivir, de abrirlas el camino del bien y de la verdad."
***
No diré nada de la encantadora y convenientísima igualación entre profesores y maestros, aunque el catedrático guste de la "palabra maestro". Claro! Yo también. Como gusto de la palabra "rosa" y de la palabra "amor". Pero, ¿gusta él de las acciones del maestro/profesor? No diré nada más que esto.
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"Porque es una tarea imprescindible: enunciamos problemas sangrantes de todo tipo. Buscamos soluciones en mil sitios. Y olvidamos frecuentemente la educación como medio supremo. Hacen falta, pues, profesionales (los mejores de un país) capaces de ayudar a las personas a crecer, de enseñarlas a convivir, de abrirlas el camino del bien y de la verdad." (MASG)
***
Se trata de desempeñar las razones, de sacarlas del baúl de los sabios. Por eso, se le agradece que una la ciencia a la didáctica: "seis epígrafes". Pues así ha de resultar mucho más sencillo y agradable (simplificado) a nuestras inteligencias pequeñas. El primero de los epígrafes ya tiene que dar el tono de la argumentación, una atmósfera, la calidad propia de la que ha de vivir el discurso en sus vaivenes futuros, en mis exégesis, en sus peligros... Mas el experto no teme a la lógica. Quiero decir que no teme sus reglas, que no le importa cumplirlas o incumplirlas. Descubrimos un primer mar: el profesor es imprescindible. Aunque podía no serlo: China pudo sobrevivir a la revolución maoísta, a la deseducación radical. Me temo -ahora yo- que el profesor es imprescindible para poder contar con una primera víctima de los discursos de la polis, de la praxis de los políticos. Dejemos eso.
Admitiendo que el profesor sea "imprescindible", de ninguna manera se puede concluir que sea suficiente, que represente la "solución". Las condiciones necesarias no acostumbran a ser suficientes. De hecho pueden ser plenamente estériles, como muestran (no es cuestión de razones, sino de obras... que son amores) ciertos indicadores. Sin embargo, el experto no pretende apuntar una "solución" con un significado lógico-matemático, sino la desaparición de los problemas, "sangrantes". Acabáramos! Nada menos! Debe haber olvidado, es tan corta y sabia su memoria, los fundamentos (siquiera subjetivos) de la queja docente, ese malestar tan denostado, tan impropio y poco fino (porque las ovejas no deben balar...): que la supuesta solución educativa de todos los males constituye justamente el problema, que la institución escolar es enteramente problemática -desde sus mismos cimientos, el edificio entero-, que no sirve para lo que debe servir, porque la educación es, ante todo, reflejo de un gravísimo problema social, y yo no pretendo extraer conclusiones ni hallar soluciones, sino indicar que la correlación de hechos puede ir en los dos sentidos, que por eso es una correlación y no una conexión causal, una legalidad científica establecida (¿qué experimentos hay para ello?). Nada menos que el protestantismo ha sido puesto en relación con el capitalismo, pero no como un efecto ideológico del capital, sino como uno de los factores causales de/en su aparición. Entonces, ¿quién soy yo para evitar pensar que la dirección causal correcta es la que va del interés social hacia los buenos efectos (prácticos: resultados, realidades) educativos, y no al revés. ¿Se le ha ocurrido al experto preguntar a la gente, por mor de conocer sus intereses, de primera mano; por mor de ver si arraiga en sus cabezas esa mentalidad típicamente protestante que se traduce en el esfuerzo por saber, ese mismo esfuerzo que traspasan a sus hijos como la mejor herencia, a veces la única y enamorada herencia? Porque estas cosas pasan. ¿Pasan en España?
La educación... "medio supremo". Por Dios! Qué atrevimiento! La educación sólo puede representar el fin supremo, el lugar final de cualquier interés previo, del entero amor que la vida (humana) puede depositar en el saber. Pensar lo contrario es imaginar coartadas, planificar excusas, esas ruinas futuras que ya queremos tener aquí de forma irresponsable (¿cómo se puede tener pasión por la ruina?). ¿No se nos ha dicho que somos libres? Y pretendemos, con las instituciones escolares, ser modelados como plastilina, querer ser plastilina.
El final de la razón primera es plenamente consecuente:
"Hacen falta, pues, profesionales (los mejores de un país) capaces de ayudar a las personas a crecer, de enseñarlas a convivir, de abrirlas el camino del bien y de la verdad."
23 de enero de 2007
Tesis 11, WB
(21 de enero de 2007)
Se nos ha pedido que seamos obreros alemanes: ajustarnos al futuro, ciñéndonos a su cara presente (eso es conformismo).
Realmente, el obrero (productor-consumidor) alberga la ilusión de la ciudadanía, de la aspiración utópico-solidaria a la ciudadanía mundial, a la paz, el reino de dios.
Pero no sé si resucita la moral protestante del trabajo -¿no resucita, más bien, la moral del descanso, del ocio, del siempre es domingo?
El trabajo es por igual la redención y el mesías, el cuerpo social y el cerebro, máquina y fantasma: los bienes completos -es decir, la felicidad, la visa absolutizada- han de provenir del trabajo. Por el socialismo a la fe!
***
Progresos del dominio de la naturaleza, confrontados al retroceso de lo social. Aquí se asiste a una contradicción aparente: un modo de producción avanzado, subsidiario de una barbarie renovada (feudalismo, incluso esclavitud del día -(?)-).
Un concepto positivista, técnico o tecnocrático de naturaleza se adueña de la cultura, propicia una (falsa) ilusión de libertad, lo que desemboca en el fascismo (en una petición cínico-autoritaria de un significado verdadero, positivo of course, de libertad).
Contrario a él, un concepto soñado y poético de naturaleza, que invierte la lucha por la vida y su consecuencia inmediata: ya que lo salvaje está ahí para ser dominado, sobre eso tienes todos los derechos, dios te los concedió. ¿Qué precio se debe pagar por que todo no sea gratis? ¿La poesía?
***
(El año de la muerte de Kafka)
Una vez que el paso del tiempo ha cumplido su función, una vez que ha podido destruir la falsedad de las ambiciones -los materiales innobles que hienden la tierra-, dando en su lugar una forma bella, armoniosa -hasta en el color, fundido con el de la tierra en torno-, cuando todo ello ha ocurrido, destruyéndose tu memoria, tu capacidad de hablar, tu persona... sólo entonces puedes creer en la restitución, en el pago de un deber (la deuda universal), lo cual salvará lo existente en su adecuación a lo que es.
***
(23 de enero de 2007)
¿Por qué tu sueño de Kafka? Una representación vívida de un personaje humano comunicándose con su criatura, que te resulta familiar en el sueño. En efecto, el odradek. Ahora no puedes recordar la aniquilación del creador, pero sí -aún- la del objeto: reabsorbiéndose en sí mismo, metamorfoseándose hasta quedar en nada. Posiblemente, él desaparece de una manera parecida: tal para cual. En el sueño le comunicas a ella que la película que estás viendo (sí, es una película) es una representación de un cuento de Kafka, una traslación narrativa de un objeto increíble. Parece tratarse de un episodio de una serie dedicada al autor checo, por otra parte. Despierto, luego, cuentas el raro sueño: el autor que has soñado.
Se nos ha pedido que seamos obreros alemanes: ajustarnos al futuro, ciñéndonos a su cara presente (eso es conformismo).
Realmente, el obrero (productor-consumidor) alberga la ilusión de la ciudadanía, de la aspiración utópico-solidaria a la ciudadanía mundial, a la paz, el reino de dios.
Pero no sé si resucita la moral protestante del trabajo -¿no resucita, más bien, la moral del descanso, del ocio, del siempre es domingo?
El trabajo es por igual la redención y el mesías, el cuerpo social y el cerebro, máquina y fantasma: los bienes completos -es decir, la felicidad, la visa absolutizada- han de provenir del trabajo. Por el socialismo a la fe!
***
Progresos del dominio de la naturaleza, confrontados al retroceso de lo social. Aquí se asiste a una contradicción aparente: un modo de producción avanzado, subsidiario de una barbarie renovada (feudalismo, incluso esclavitud del día -(?)-).
Un concepto positivista, técnico o tecnocrático de naturaleza se adueña de la cultura, propicia una (falsa) ilusión de libertad, lo que desemboca en el fascismo (en una petición cínico-autoritaria de un significado verdadero, positivo of course, de libertad).
Contrario a él, un concepto soñado y poético de naturaleza, que invierte la lucha por la vida y su consecuencia inmediata: ya que lo salvaje está ahí para ser dominado, sobre eso tienes todos los derechos, dios te los concedió. ¿Qué precio se debe pagar por que todo no sea gratis? ¿La poesía?
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(El año de la muerte de Kafka)
Una vez que el paso del tiempo ha cumplido su función, una vez que ha podido destruir la falsedad de las ambiciones -los materiales innobles que hienden la tierra-, dando en su lugar una forma bella, armoniosa -hasta en el color, fundido con el de la tierra en torno-, cuando todo ello ha ocurrido, destruyéndose tu memoria, tu capacidad de hablar, tu persona... sólo entonces puedes creer en la restitución, en el pago de un deber (la deuda universal), lo cual salvará lo existente en su adecuación a lo que es.
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(23 de enero de 2007)
¿Por qué tu sueño de Kafka? Una representación vívida de un personaje humano comunicándose con su criatura, que te resulta familiar en el sueño. En efecto, el odradek. Ahora no puedes recordar la aniquilación del creador, pero sí -aún- la del objeto: reabsorbiéndose en sí mismo, metamorfoseándose hasta quedar en nada. Posiblemente, él desaparece de una manera parecida: tal para cual. En el sueño le comunicas a ella que la película que estás viendo (sí, es una película) es una representación de un cuento de Kafka, una traslación narrativa de un objeto increíble. Parece tratarse de un episodio de una serie dedicada al autor checo, por otra parte. Despierto, luego, cuentas el raro sueño: el autor que has soñado.
22 de enero de 2007
Frente del norte
El frío que pasas cuando atraviesas los puentes de A., justo antes de que anochezca por completo, te resarce de aquello que te ves incitado a escribir.
La ciudad, con sus partes alta y baja, se sitúa a los costados de una rambla, una avenida seca, que en ocasión de inundaciones ha podido hacer mucho daño.
***
Asimismo conoce el miedo, el ridículo, cuando está a punto de ser atropellado esta misma tarde, sorteando los coches.
***
No puedo dejar que me venza el entusiasmo. Aunque siempre se dan razones para poder dudar de cualquier cosa, para no tener que esperar nada, o para esperar lo contrario -sostenía. Ése era el atrevimiento con el que daba comienzo a su noche.
***
¿Qué agudeza de alcanza? Impresiones sueltas: el frío en la cara, la alegría que te produce pensar en si habrá enrojecido a causa del viento que viene helado, aunque después te imaginas que extras algo pálido... Pensar que tienes que escribir esto mismo, cruzar los pasos de peatones, y acordarte de que andas algo despistado, también cuando conduces. Pero no debes darle demasiadas vueltas. Lo anotas y lo absuelves. Ya estás acostumbrado.
La ciudad, con sus partes alta y baja, se sitúa a los costados de una rambla, una avenida seca, que en ocasión de inundaciones ha podido hacer mucho daño.
***
Asimismo conoce el miedo, el ridículo, cuando está a punto de ser atropellado esta misma tarde, sorteando los coches.
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No puedo dejar que me venza el entusiasmo. Aunque siempre se dan razones para poder dudar de cualquier cosa, para no tener que esperar nada, o para esperar lo contrario -sostenía. Ése era el atrevimiento con el que daba comienzo a su noche.
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¿Qué agudeza de alcanza? Impresiones sueltas: el frío en la cara, la alegría que te produce pensar en si habrá enrojecido a causa del viento que viene helado, aunque después te imaginas que extras algo pálido... Pensar que tienes que escribir esto mismo, cruzar los pasos de peatones, y acordarte de que andas algo despistado, también cuando conduces. Pero no debes darle demasiadas vueltas. Lo anotas y lo absuelves. Ya estás acostumbrado.
MASG, o la redención educativa a través del tormento y el fuego, I.
Miguel Ángel Santos Guerra, "Ganar la vida de los otros", en Escuela, nº 3732, 18 de enero de 2007, p.2
(Comentarios a propósito)
***
(Yo) Un mar de tibieza anega nuestras vidas: los dolores son inhumanos, pero hemos de aprender a sobrellevarlos, ser dóciles y dulces. Pues, si no, caerá sobre nosotros la culpa de nuestro dolor. En la dureza de tales momentos nos acompaña el saber, poniendo significado y vida para el desaliento de los días de trabajo sin resultado. Contamos, eso sí, con las facultades de pedagogía para comprender la marcha ideal del todo. La sublime bondad del experto acoge un momento en su pecho las lágrimas que se asoman a nuestros ojos, reflexiona y luego nos habla. Benditos sean el saber y la virtud.
“Según una reciente encuesta británica uno de cada dos profesores desearía dejar la profesión a la menor oportunidad. Algo parecido parece ocurrir en otros países, entre ellos el nuestro. ¿Qué está pasando? "
Según el experto no está ocurriendo nada, sino derrotismo: un delito en tiempo de guerra. Es decir, que el docente es culpable de su queja, de los hechos y de lamentarse de los hechos. Supongo que los imperios que caen, los ejércitos que van de derrota en derrota hasta la liquidación final, se sirven de la misma retórica, de la impuesta negación optimista, de similar arsenal -pues otro no les queda- para intentar ocultar que ya no hay tiempo. Por cierto, la culpa, el delito de lesa educación no lo señalo yo, sino él, en claro castellano:
“Considero preocupante esta actitud pesimista ya que el profesor está en relación intensa y directa con grupos de personas que se encuentran en fases tempranas de la vida. La actitud derrotista es una tragedia para quien la vive y para quienes la tienen que soportar desde una posición de inferioridad.”
El lenguaje es adorable, sirve para el amor y para el crimen, pero se burla de los ingenuos que creen en la inocencia: se parte de la disposición del lenguaje que estima “preocupante” una “actitud pesimista”. Por lo tanto, ya desde el principio, ya desde lo eterno para la jerga pedagógica, se trata de una cuestión de interioridades, de incorrectas apreciaciones subjetivas... Que nunca han de corresponder a los hechos; los hechos, ¿qué hechos? ¿esos resquicios positivistas de la reacción? Nada que no pueda (de)moler el molino ideológico oficial. Se parte de ahí, pero se llega a mucho más: a la imposición de un mecanismo de culpabilización para el derrotista, que ha de soportar la “tragedia” en su salud (salut = salvación), que ha soportar que le soporten su delito: los alumnos “en posición de inferioridad”. Ay de ti, alevoso docente, prevaricador, inarmonioso! Pues quien hace daño a mis pequeñuelos ya está condenado por mí. Cristo y la inquisición, una vieja historia... ¿Les suena? Ya no creemos, pero nos encanta la inquisición. Mucho más a los españoles, que veneramos el lenguaje reglamentario, las traslaciones de sentido, los deslizamientos: todas las premisas interesadamente entendidas para al final encontrar un culpable práctico. Nunca nos asustó la falacia naturalista... Nuestro valor siempre fue más amplio.
“Hay motivos para el pesimismo, ya lo sé” ...llena eres de gracia! Pues el lector, humilde y ya culpado (aunque a ratos me siento inocente como en las primerísimas semanas del paraíso; yo, pagano) agradece al sabio la concesión, la gran venia, porque ha podido hablar y se le ha escuchado, o se le ha observado, directamente o de soslayo, como se dice al principio del artículo, en el lenguaje aséptico y supradimensional de la ciencia (“He detectado). “Sin embargo”: ¿Te pensabas que te ibas a ir sin pagar, pequeño? ¿Qué me había convencido lo que sabes? Pero, ¿qué sabes? ¿Sabes algo? ¿Yo te he dicho que sepas? No, no te he dicho nada, me he limitado a escucharte, no te confundas, mucha miel no te conviene, ni a tu lengua ni a tus labios.
“No digo sólo que merezca la pena que haya profesores, sino que merece la pena serlo.”
Qué extrañas palabras! Qué raro suena aquí el lenguaje! Qué mal sabe! Imagino la incomprensible situación de la creación (?) por parte de la sociedad de unos oficiantes que sienten desagrado de su oficio, como si fuera un trabajo ingrato que nadie quisiera desempeñar. Pienso que al experto le traicionan sus palabras, que reconoce sin querer una situación anómica, conflictiva, disruptiva, alienante: la existencia de unos papeles sociales que siguen existiendo y continúan siendo pagados, pero que se han vaciado de contenido, o que funcionan de acuerdo con unas reglas que hacen imposible el juego, cualquier juego. ¿Merecería la pena que no hubiera profesores? O, por lo menos, ¿podríamos aceptar, como un mal menor, que se sintieran a disgusto? Lo primero es para un pensamiento demasiado radical, y no para una sociedad que ama la moderación, porque aspira a conservar para sí y para sus hijos la tibieza del confort ganado. Aceptemos, en consecuencia, lo segundo, para ver de volver esa tristeza interior del docente en “motivos de optimismo”. Aunque no dejan de resonarme otras extrañas palabras que quieren describir los hechos (¿qué hechos?; ¿no habíamos decretado que no existen, que la teoría es mucho más fuerte, que la ideología es sagrada, más que la familia?):
“Según una reciente encuesta británica uno de cada dos profesores desearía dejar la profesión a la menor oportunidad. "
Porque estamos ya acostumbrados a creer que las encuestas reproducen nuestro pensamiento, lo que hemos pensado, lo que vamos a pensar, lo que tenemos que pensar. Curiosa lid ésa, con la mitad de desertores... Es como dos que se amaran, y uno de ellos no quisiera. ¿En serio se pueden predicar razones para el optimismo cuando la mitad de los empleados de un oficio estarían dispuestos a dejarlo? ¿Hasta qué punto pueden llegar los motivos de la voluntad, la vieja y aburrida canción de los motivos de la voluntad, la forma de la prédica antes religiosa y hogaño rousseauniana?
(Comentarios a propósito)
***
(Yo) Un mar de tibieza anega nuestras vidas: los dolores son inhumanos, pero hemos de aprender a sobrellevarlos, ser dóciles y dulces. Pues, si no, caerá sobre nosotros la culpa de nuestro dolor. En la dureza de tales momentos nos acompaña el saber, poniendo significado y vida para el desaliento de los días de trabajo sin resultado. Contamos, eso sí, con las facultades de pedagogía para comprender la marcha ideal del todo. La sublime bondad del experto acoge un momento en su pecho las lágrimas que se asoman a nuestros ojos, reflexiona y luego nos habla. Benditos sean el saber y la virtud.
“Según una reciente encuesta británica uno de cada dos profesores desearía dejar la profesión a la menor oportunidad. Algo parecido parece ocurrir en otros países, entre ellos el nuestro. ¿Qué está pasando? "
Según el experto no está ocurriendo nada, sino derrotismo: un delito en tiempo de guerra. Es decir, que el docente es culpable de su queja, de los hechos y de lamentarse de los hechos. Supongo que los imperios que caen, los ejércitos que van de derrota en derrota hasta la liquidación final, se sirven de la misma retórica, de la impuesta negación optimista, de similar arsenal -pues otro no les queda- para intentar ocultar que ya no hay tiempo. Por cierto, la culpa, el delito de lesa educación no lo señalo yo, sino él, en claro castellano:
“Considero preocupante esta actitud pesimista ya que el profesor está en relación intensa y directa con grupos de personas que se encuentran en fases tempranas de la vida. La actitud derrotista es una tragedia para quien la vive y para quienes la tienen que soportar desde una posición de inferioridad.”
El lenguaje es adorable, sirve para el amor y para el crimen, pero se burla de los ingenuos que creen en la inocencia: se parte de la disposición del lenguaje que estima “preocupante” una “actitud pesimista”. Por lo tanto, ya desde el principio, ya desde lo eterno para la jerga pedagógica, se trata de una cuestión de interioridades, de incorrectas apreciaciones subjetivas... Que nunca han de corresponder a los hechos; los hechos, ¿qué hechos? ¿esos resquicios positivistas de la reacción? Nada que no pueda (de)moler el molino ideológico oficial. Se parte de ahí, pero se llega a mucho más: a la imposición de un mecanismo de culpabilización para el derrotista, que ha de soportar la “tragedia” en su salud (salut = salvación), que ha soportar que le soporten su delito: los alumnos “en posición de inferioridad”. Ay de ti, alevoso docente, prevaricador, inarmonioso! Pues quien hace daño a mis pequeñuelos ya está condenado por mí. Cristo y la inquisición, una vieja historia... ¿Les suena? Ya no creemos, pero nos encanta la inquisición. Mucho más a los españoles, que veneramos el lenguaje reglamentario, las traslaciones de sentido, los deslizamientos: todas las premisas interesadamente entendidas para al final encontrar un culpable práctico. Nunca nos asustó la falacia naturalista... Nuestro valor siempre fue más amplio.
“Hay motivos para el pesimismo, ya lo sé” ...llena eres de gracia! Pues el lector, humilde y ya culpado (aunque a ratos me siento inocente como en las primerísimas semanas del paraíso; yo, pagano) agradece al sabio la concesión, la gran venia, porque ha podido hablar y se le ha escuchado, o se le ha observado, directamente o de soslayo, como se dice al principio del artículo, en el lenguaje aséptico y supradimensional de la ciencia (“He detectado). “Sin embargo”: ¿Te pensabas que te ibas a ir sin pagar, pequeño? ¿Qué me había convencido lo que sabes? Pero, ¿qué sabes? ¿Sabes algo? ¿Yo te he dicho que sepas? No, no te he dicho nada, me he limitado a escucharte, no te confundas, mucha miel no te conviene, ni a tu lengua ni a tus labios.
“No digo sólo que merezca la pena que haya profesores, sino que merece la pena serlo.”
Qué extrañas palabras! Qué raro suena aquí el lenguaje! Qué mal sabe! Imagino la incomprensible situación de la creación (?) por parte de la sociedad de unos oficiantes que sienten desagrado de su oficio, como si fuera un trabajo ingrato que nadie quisiera desempeñar. Pienso que al experto le traicionan sus palabras, que reconoce sin querer una situación anómica, conflictiva, disruptiva, alienante: la existencia de unos papeles sociales que siguen existiendo y continúan siendo pagados, pero que se han vaciado de contenido, o que funcionan de acuerdo con unas reglas que hacen imposible el juego, cualquier juego. ¿Merecería la pena que no hubiera profesores? O, por lo menos, ¿podríamos aceptar, como un mal menor, que se sintieran a disgusto? Lo primero es para un pensamiento demasiado radical, y no para una sociedad que ama la moderación, porque aspira a conservar para sí y para sus hijos la tibieza del confort ganado. Aceptemos, en consecuencia, lo segundo, para ver de volver esa tristeza interior del docente en “motivos de optimismo”. Aunque no dejan de resonarme otras extrañas palabras que quieren describir los hechos (¿qué hechos?; ¿no habíamos decretado que no existen, que la teoría es mucho más fuerte, que la ideología es sagrada, más que la familia?):
“Según una reciente encuesta británica uno de cada dos profesores desearía dejar la profesión a la menor oportunidad. "
Porque estamos ya acostumbrados a creer que las encuestas reproducen nuestro pensamiento, lo que hemos pensado, lo que vamos a pensar, lo que tenemos que pensar. Curiosa lid ésa, con la mitad de desertores... Es como dos que se amaran, y uno de ellos no quisiera. ¿En serio se pueden predicar razones para el optimismo cuando la mitad de los empleados de un oficio estarían dispuestos a dejarlo? ¿Hasta qué punto pueden llegar los motivos de la voluntad, la vieja y aburrida canción de los motivos de la voluntad, la forma de la prédica antes religiosa y hogaño rousseauniana?
21 de enero de 2007
Sueños
(19 de enero de 2007)
¡Alegría del sueño,
a la que nunca dicha alguna cierta
ha llegado!
- ¡Y qué triste alegría
diaria, esta
con que nos conformamos, olvidando
la otra, la otra, la otra;
que sabe, cada día, que no es más que
semilla vana de la flor del sueño!-
Juan Ramón Jiménez, Eternidades
La denegación del autor: ¿Cuál? ¿El AUTOR? ¿El Autor? ¿El autor? ¿El “autor”? Son diferentes posibilidades de afirmación/inscripción textual. Pero el autor (en general) suele vivir de sus crisis, de los momentos de duda/s. La irrupción de nuevos medios -físicos, tecnológicos- de transmisión/almacenamiento de la escritura no cambia en nada su posición básica, fundante de discurso. Únicamente nos dificulta, a nosotros y también a él, el entendimiento ajustado de lo que sucede (la construcción de un sistema de enunciados verdaderos, la ciencia). No había de ocurrir de otra manera con la escritura electrónica, que abre posibilidades (accesos a y desde) múltiples. Esa multiplicidad no le niega (a él, el autor): la acoge, selecciona, duda, piensa, interpreta o malinterpreta... todo un conjunto de acciones que tradicionalmente corresponden a la actividad reflexiva de un sujeto. Delante de una disposición de las cosas como ésa, negar la autoridad del autor equivale a imaginar una humanidad de clones (en la esencia y en el número). Lo que realmente se complica es el reconocimiento de la condición de (autoridad del) autor, pues se ha hecho meridianamente claro (/luz del mediodía, sin sombras, eterna/) el juego interesado de (en) la escritura del libro, esa modalidad industrial del reconocimiento de la autoría, de la escritura y el texto. Pero realmente no creo que se descubra nada nuevo recordando la fragilidad de la fama que consigue el escritor, la difícil objetividad crítica en la atribución de mérito.
El poema de JRJ no genera ninguna duda al respecto: corresponde a una experiencia universal para la que habitualmente faltan los términos adecuados (se tiene la impresión, pero falta la verdad del juicio; por así decirlo), y que por ello se relega a la emoción, la lírica, el lenguaje en primera persona, expresivo-no científico. El mérito de JRJ es tomar el lenguaje por su envés, desbrozándolo de hábitos (de la política y de lo vulgar). De ese modo, poner en mente la tristeza de tantos despertares, que no nos podemos creer que nos alejen de la felicidad; y por eso nos resistimos a dejar de invocar: “la otra, la otra, la otra”; trinidad infortunada de las derrotas asumidas (con un significado que no comprende el tercer día del espíritu hegeliano).
Pues esa flor nunca se ha abierto para ti!
¡Alegría del sueño,
a la que nunca dicha alguna cierta
ha llegado!
- ¡Y qué triste alegría
diaria, esta
con que nos conformamos, olvidando
la otra, la otra, la otra;
que sabe, cada día, que no es más que
semilla vana de la flor del sueño!-
Juan Ramón Jiménez, Eternidades
La denegación del autor: ¿Cuál? ¿El AUTOR? ¿El Autor? ¿El autor? ¿El “autor”? Son diferentes posibilidades de afirmación/inscripción textual. Pero el autor (en general) suele vivir de sus crisis, de los momentos de duda/s. La irrupción de nuevos medios -físicos, tecnológicos- de transmisión/almacenamiento de la escritura no cambia en nada su posición básica, fundante de discurso. Únicamente nos dificulta, a nosotros y también a él, el entendimiento ajustado de lo que sucede (la construcción de un sistema de enunciados verdaderos, la ciencia). No había de ocurrir de otra manera con la escritura electrónica, que abre posibilidades (accesos a y desde) múltiples. Esa multiplicidad no le niega (a él, el autor): la acoge, selecciona, duda, piensa, interpreta o malinterpreta... todo un conjunto de acciones que tradicionalmente corresponden a la actividad reflexiva de un sujeto. Delante de una disposición de las cosas como ésa, negar la autoridad del autor equivale a imaginar una humanidad de clones (en la esencia y en el número). Lo que realmente se complica es el reconocimiento de la condición de (autoridad del) autor, pues se ha hecho meridianamente claro (/luz del mediodía, sin sombras, eterna/) el juego interesado de (en) la escritura del libro, esa modalidad industrial del reconocimiento de la autoría, de la escritura y el texto. Pero realmente no creo que se descubra nada nuevo recordando la fragilidad de la fama que consigue el escritor, la difícil objetividad crítica en la atribución de mérito.
El poema de JRJ no genera ninguna duda al respecto: corresponde a una experiencia universal para la que habitualmente faltan los términos adecuados (se tiene la impresión, pero falta la verdad del juicio; por así decirlo), y que por ello se relega a la emoción, la lírica, el lenguaje en primera persona, expresivo-no científico. El mérito de JRJ es tomar el lenguaje por su envés, desbrozándolo de hábitos (de la política y de lo vulgar). De ese modo, poner en mente la tristeza de tantos despertares, que no nos podemos creer que nos alejen de la felicidad; y por eso nos resistimos a dejar de invocar: “la otra, la otra, la otra”; trinidad infortunada de las derrotas asumidas (con un significado que no comprende el tercer día del espíritu hegeliano).
Pues esa flor nunca se ha abierto para ti!
20 de enero de 2007
El vagabundo y la niña, im-presiones
Una tarde de sábado, milagroso y como si fuera domingo, me aproximaba, más serio de lo acostumbrado, a un lugar que adoro, que consigue hablarme más cuanto más se va perdiendo, en razón de la canallesca especulación, de los males necesarios...
Qué poco necesita el espíritu para retornar! Sólo la tierra calcinada, pobre, algún modesto recuerdo de lo verde: lo que ven mis ojos y después mis pies. La sombra que refresca el camino -el paso de la luz entre los árboles, filtrándose por dentro de la sombra- alcanza al espíritu que se asienta en la persona -viviendo en las habitaciones más remotas, muy olvidado-, volviéndola feliz un momento, en su camino.
Pues se agregan a mi alegría las voces desaparecidas, trayéndome como la promesa de una repetición, un suceso imposible que debo interpretar considerando que todo tiene un significado, el que ponen los ojos en aquello que han visto.
***
Eduardo Hojman, "Predicciones imprecisas", Abcd, 20 de enero de 2007
...pero, acabada la capacidad de admirarnos, habremos perdido el amor más fiel: aquél -solo- que está en nuestras manos, el amor de saber. Se habrá constituido la (¿cuál es la palabra griega para "información"?)-sfera, pero habrá muerto el pensamiento (dentro y fuera de las Facultades de Filosofía).
Qué poco necesita el espíritu para retornar! Sólo la tierra calcinada, pobre, algún modesto recuerdo de lo verde: lo que ven mis ojos y después mis pies. La sombra que refresca el camino -el paso de la luz entre los árboles, filtrándose por dentro de la sombra- alcanza al espíritu que se asienta en la persona -viviendo en las habitaciones más remotas, muy olvidado-, volviéndola feliz un momento, en su camino.
Pues se agregan a mi alegría las voces desaparecidas, trayéndome como la promesa de una repetición, un suceso imposible que debo interpretar considerando que todo tiene un significado, el que ponen los ojos en aquello que han visto.
***
Eduardo Hojman, "Predicciones imprecisas", Abcd, 20 de enero de 2007
...pero, acabada la capacidad de admirarnos, habremos perdido el amor más fiel: aquél -solo- que está en nuestras manos, el amor de saber. Se habrá constituido la (¿cuál es la palabra griega para "información"?)-sfera, pero habrá muerto el pensamiento (dentro y fuera de las Facultades de Filosofía).
Ex-presiones
Sol,
de enero en plenitud,
tibieza.
Arriba, fuera.
En las ciudades, un mismo y concordante caos de coches circulando. Huyendo de la ciudad, festejando el campo, el extravío de un día.
En mi cabeza, los pensamientos que no salen a la lengua o que, si hablan, lo hacen de una manera incomprensible.
Toda una realidad, mía y común, que quiere separarse de sí misma, en mi conciencia y en la suya. Se escapa, quiere abrigarse -olvidar- en un momento de sueño, de mediodía.
de enero en plenitud,
tibieza.
Arriba, fuera.
En las ciudades, un mismo y concordante caos de coches circulando. Huyendo de la ciudad, festejando el campo, el extravío de un día.
En mi cabeza, los pensamientos que no salen a la lengua o que, si hablan, lo hacen de una manera incomprensible.
Toda una realidad, mía y común, que quiere separarse de sí misma, en mi conciencia y en la suya. Se escapa, quiere abrigarse -olvidar- en un momento de sueño, de mediodía.
19 de enero de 2007
Tesis 10, WB
“Los temas de meditación que la regla monástica señalaba a los hermanos tenían por objeto prevenirlos contra el mundo y contra sus pompas. La concatenación de ideas que ahora seguimos procede de una determinación parecida. En un momento en que los políticos, en los cuales los enemigos del fascismo habían puesto sus esperanzas, están por el suelo y corroboran su derrota traicionando su propia causa, dichas ideas pretenden liberar a la criatura política de las redes con que lo han embaucado. La reflexión parte de que la testaruda fe de estos políticos en el progreso, la confianza que tienen en su «base en las masas» y finalmente su servil inserción en un aparato incontrolable son tres lados de la misma cosa. Además procura darnos una idea de lo cara que le resultará a nuestro habitual pensamiento una representación de la historia que evite toda complicidad con aquella a la que los susodichos políticos siguen aferrándose.” (Walter Benjamin, Tesis 10)
***
La meditación obedece a reglas privadas, como resultado de una soledad enfrentada al mundo social. Por lo tanto, a la opinión pública.
Se recogen las ideas de la calle (i. e., se retiran a descansar), desconfiando de la libertad de prensa: de la palabra profusa, excesiva, excedida...
Nos parece sencillo (pero ¿quién nos pide hablar?) identificar la misma confianza de principio e idéntica burocracia final en los desarrollos tardomodernos que conocemos en la actualidad.
Las mismas credulidades, dudas, sospechas... Aquí debe haber algún error!
(Creyendo en el progreso no se comprende ninguna idea. Esto no pertenece a las actividades mentales, a la libertad. Se trata de una superstición, de una fuerza de la costumbre. Qué difícil es intentar que desconfiéis de las queridas costumbres, del comfort! Tengo para mí que es muy difícil desaprender lo inconveniente.)
Ni post ni ultra ni hiper , todo lo cual supondría un añadido, del que existen fundadas razones para sospechar acerca de su legitimidad. Aceptando la condición del epígono (pues hemos llegado a creer que nos gusta, esa pasión entibiada; nos hace acordar con el tiempo), no se nos ocurre ambicionar nada más, y la confianza que podemos albergar -todavía- no se fundamenta en la idea del progreso, sino en un entendimiento abierto del tiempo, incomprensible, signo -por esa razón, por esa contradicción- de vida.
***
Un pensamiento que se ha retirado voluntariamente del prestigio social, consecuentemente ascético, libre de tentaciones, ha sustituido coherentemente el mundo por dios: un exceso de ruido por una plenitud de silencio.
***
La meditación obedece a reglas privadas, como resultado de una soledad enfrentada al mundo social. Por lo tanto, a la opinión pública.
Se recogen las ideas de la calle (i. e., se retiran a descansar), desconfiando de la libertad de prensa: de la palabra profusa, excesiva, excedida...
Nos parece sencillo (pero ¿quién nos pide hablar?) identificar la misma confianza de principio e idéntica burocracia final en los desarrollos tardomodernos que conocemos en la actualidad.
Las mismas credulidades, dudas, sospechas... Aquí debe haber algún error!
(Creyendo en el progreso no se comprende ninguna idea. Esto no pertenece a las actividades mentales, a la libertad. Se trata de una superstición, de una fuerza de la costumbre. Qué difícil es intentar que desconfiéis de las queridas costumbres, del comfort! Tengo para mí que es muy difícil desaprender lo inconveniente.)
Ni post ni ultra ni hiper , todo lo cual supondría un añadido, del que existen fundadas razones para sospechar acerca de su legitimidad. Aceptando la condición del epígono (pues hemos llegado a creer que nos gusta, esa pasión entibiada; nos hace acordar con el tiempo), no se nos ocurre ambicionar nada más, y la confianza que podemos albergar -todavía- no se fundamenta en la idea del progreso, sino en un entendimiento abierto del tiempo, incomprensible, signo -por esa razón, por esa contradicción- de vida.
***
Un pensamiento que se ha retirado voluntariamente del prestigio social, consecuentemente ascético, libre de tentaciones, ha sustituido coherentemente el mundo por dios: un exceso de ruido por una plenitud de silencio.
18 de enero de 2007
Los parques
"Alfabetización", Miguel Marañón Ripoll, en Abcd, 13 de enero de 2007
***
El tempo de la técnica no coincide con el de la cultura.Ésta exige la integración, un espejo individual y reflexivo, limitado, autoconsciente. Finalmente fracasa. Al contrario, los ciclos largos de la técnica son colectivos: una mala compañía, una urgencia innecesaria para la reflexión. He aquí el absurdo de querer fijar el horizonte de un saber en el tránsito (continuo, continuado): la materia y la forma de lo cognoscible, hic et nunc.
Qué pronto se nos olvidan Kant, los límites de la experiencia. Con cuánta prontitud se nos pide volver al prejuicio, al absurdo -de nuevo: dejar los libros para aprender a leer. Demasiadas contradicciones. A no ser que no se trate de aprender, sino de un desaprendizaje; de acabar con los límites de la experiencia por el expediente de disolverla. Oh tiempo de religiones de metal!
***
(Pessoana)
Andan con su destrucción a cuestas, sus miserias, entregados a lo que sucede y es inevitable: el paso del tiempo con la caída del sol, cada día. No es cómodo encontrarse con la misma gente, a la misma hora. Conviene poner distancias, un descanso entre las miradas, lo que dices tú y lo que yo oigo, y a la inversa (¿dejar vacantes los sentidos?); dejarnos estar, pues podemos tan poco.
***
El tiempo mide la destrucción. Eso lo han sabido los filósofos, cuando han tratado con la vida, invirtiendo los términos de la realidad: eternizando -queriendo- un continuo de destrucción; nombrando sustancias, realidad, dioses; ejemplos imaginarios, presencias.
***
El tempo de la técnica no coincide con el de la cultura.Ésta exige la integración, un espejo individual y reflexivo, limitado, autoconsciente. Finalmente fracasa. Al contrario, los ciclos largos de la técnica son colectivos: una mala compañía, una urgencia innecesaria para la reflexión. He aquí el absurdo de querer fijar el horizonte de un saber en el tránsito (continuo, continuado): la materia y la forma de lo cognoscible, hic et nunc.
Qué pronto se nos olvidan Kant, los límites de la experiencia. Con cuánta prontitud se nos pide volver al prejuicio, al absurdo -de nuevo: dejar los libros para aprender a leer. Demasiadas contradicciones. A no ser que no se trate de aprender, sino de un desaprendizaje; de acabar con los límites de la experiencia por el expediente de disolverla. Oh tiempo de religiones de metal!
***
(Pessoana)
Andan con su destrucción a cuestas, sus miserias, entregados a lo que sucede y es inevitable: el paso del tiempo con la caída del sol, cada día. No es cómodo encontrarse con la misma gente, a la misma hora. Conviene poner distancias, un descanso entre las miradas, lo que dices tú y lo que yo oigo, y a la inversa (¿dejar vacantes los sentidos?); dejarnos estar, pues podemos tan poco.
***
El tiempo mide la destrucción. Eso lo han sabido los filósofos, cuando han tratado con la vida, invirtiendo los términos de la realidad: eternizando -queriendo- un continuo de destrucción; nombrando sustancias, realidad, dioses; ejemplos imaginarios, presencias.
17 de enero de 2007
Fictiones, 16 de enero
¡Mis pies! ¡qué hondos en la tierra!
Mis alas ¡qué altas en el cielo!
-- ¡Y qué dolor
de corazón distendido!--
Juan Ramón Jiménez, Eternidades, 1918
***
(Itinerarium ab infero, in deum)
Partido en el espacio, quebrados sus miembros entre un imperio y otro, entre mar y tierra, una isla.
Da el cuerpo a los pies, para indicar que es de plomo. Las alas a la mente, para sostener sus ambiciones; una querencia en la levedad que la eterniza, en el tiempo.
***
La condición insular radica en el dolor, en un viaje de ida y vuelta, a la vez deseado y temido; como la verdad contenida en la lengua que dice los márgenes de los cuerpos, resistiéndose.
***
Residiendo en el cuerpo máximo de la tierra, el corazón pone presencia al tiempo, dividiendo sus estados según su ánimo propio (los instantes, el momento). Hundido en la tierra, hasta el pasado pierde la vocación de su recuerdo; luego, suspendida en su frente la luz del día, alza los brazos quebrantados por el peso antiguo y quisiera volar. Al sol que invade todo lo llama su esperanza, sus alas; el cielo que lo adopta. Pero recordemos que vive sólo en el olvido momentáneo del peso, según los dictámenes de una providente diosa compasiva que suspende en ciertos tiempos las sentencias.
Mis alas ¡qué altas en el cielo!
-- ¡Y qué dolor
de corazón distendido!--
Juan Ramón Jiménez, Eternidades, 1918
***
(Itinerarium ab infero, in deum)
Partido en el espacio, quebrados sus miembros entre un imperio y otro, entre mar y tierra, una isla.
Da el cuerpo a los pies, para indicar que es de plomo. Las alas a la mente, para sostener sus ambiciones; una querencia en la levedad que la eterniza, en el tiempo.
***
La condición insular radica en el dolor, en un viaje de ida y vuelta, a la vez deseado y temido; como la verdad contenida en la lengua que dice los márgenes de los cuerpos, resistiéndose.
***
Residiendo en el cuerpo máximo de la tierra, el corazón pone presencia al tiempo, dividiendo sus estados según su ánimo propio (los instantes, el momento). Hundido en la tierra, hasta el pasado pierde la vocación de su recuerdo; luego, suspendida en su frente la luz del día, alza los brazos quebrantados por el peso antiguo y quisiera volar. Al sol que invade todo lo llama su esperanza, sus alas; el cielo que lo adopta. Pero recordemos que vive sólo en el olvido momentáneo del peso, según los dictámenes de una providente diosa compasiva que suspende en ciertos tiempos las sentencias.
16 de enero de 2007
Indecibles
¡Olvidos de estos yos
Que, un punto, creí eternos!
¡Qué tesoro infinito de yos vivos!
Juan Ramón Jiménez, Eternidades, 1918
***
(Inundación)
1973. Un hombre de seis años está detrás de la puerta, guardándose de la tormenta. Tiene miedo y frío, y una protección que le abandonará tiempo después, que tendrá él que dejar aunque no se decida nunca. Puede recordar la oscuridad en la calle, el deslumbrar de los relámpagos, la angustia que le producen los truenos. Él siempre detrás de la puerta, pegado al paredón de tierra, mirando afuera de vez en cuando, admirando con temor la absoluta oscuridad. No sabe dónde está el padre, protector protegido, inocente. Será para toda la vida aquél al que se debe, la deuda impagable: pues no puede y no quiere. Tiene que decir lo que él no ha dicho, pero ha manifestado de otra forma. Es imposible, mucho más de lo que puede lograr.
¿De qué otra forma? ¿De la que él conoce: antesala del lenguaje, deseo de hablar todavía no hecho palabra, urgencia de decir? Así lleva toda la vida, con invitaciones a ceremonias que luego no acaban celebrándose. ¿Por qué tendría él que desposarse con el lenguaje, con lo escrito: pues comprende el lenguaje como fundamentalmente lo escrito, /lo encuadernado/? ¿Lo escrito es lo válido? No. Pero es la huella de lo válido, la única, la voz conservada, /la verdad en botella/. Realmente no sabe si ha sido invitado.
Le sucede anticiparse de algún modo a lo que ha de decir. En momentos en que la conciencia ha puesto de su parte: concediéndole un trozo de memoria. No muchas veces, dura poco y requiere algún artificio.
***
Antesalas del decir: metáforas de la insuficiencia lingüística. Una anticipación o deseo sin nombre, inefable.
Que, un punto, creí eternos!
¡Qué tesoro infinito de yos vivos!
Juan Ramón Jiménez, Eternidades, 1918
***
(Inundación)
1973. Un hombre de seis años está detrás de la puerta, guardándose de la tormenta. Tiene miedo y frío, y una protección que le abandonará tiempo después, que tendrá él que dejar aunque no se decida nunca. Puede recordar la oscuridad en la calle, el deslumbrar de los relámpagos, la angustia que le producen los truenos. Él siempre detrás de la puerta, pegado al paredón de tierra, mirando afuera de vez en cuando, admirando con temor la absoluta oscuridad. No sabe dónde está el padre, protector protegido, inocente. Será para toda la vida aquél al que se debe, la deuda impagable: pues no puede y no quiere. Tiene que decir lo que él no ha dicho, pero ha manifestado de otra forma. Es imposible, mucho más de lo que puede lograr.
¿De qué otra forma? ¿De la que él conoce: antesala del lenguaje, deseo de hablar todavía no hecho palabra, urgencia de decir? Así lleva toda la vida, con invitaciones a ceremonias que luego no acaban celebrándose. ¿Por qué tendría él que desposarse con el lenguaje, con lo escrito: pues comprende el lenguaje como fundamentalmente lo escrito, /lo encuadernado/? ¿Lo escrito es lo válido? No. Pero es la huella de lo válido, la única, la voz conservada, /la verdad en botella/. Realmente no sabe si ha sido invitado.
Le sucede anticiparse de algún modo a lo que ha de decir. En momentos en que la conciencia ha puesto de su parte: concediéndole un trozo de memoria. No muchas veces, dura poco y requiere algún artificio.
***
Antesalas del decir: metáforas de la insuficiencia lingüística. Una anticipación o deseo sin nombre, inefable.
15 de enero de 2007
¿Hacia 1985? Factions
¡No corras, ve despacio,
que adonde tienes que ir es a ti solo!
¡Ve despacio, no corras,
que el niño de tu yo, reciennacido
eterno,
no te puede seguir!
Juan Ramón Jiménez, Eternidades, 1918
***
(Comentarios libres, obligaciones)
Nunca se lo dije, nunca se lo diré. Dejé de ser lo que era hasta entonces. Empecé a equivocarme, aprendí a sostenerme justo en aquello en que me equivocaba. De esa manera, supe ser para hoy, para la eternidad y la vida: dejando de ser lo que era, volviéndome (un) adulto. Aunque todo vaya teniendo un sabor seco, aun cuando tenga que parecer insulso.
Renunciando a ser, dejando aquello que había sido una vez, no diciendo, conseguí ir desconociéndolo todo; también a mí mismo, en lo que soy una pregunta y en lo que soy o tengo de respuesta, allí donde observo la frente, el rubor. Lo admiro y me devuelven real las palabras de urgencia: esos proyectos que ignoro, la clave del plan y del rubor. Me traen de la ciudad, la noche y la sala de fiestas, al trabajo de nuevo, y a lo que éste tiene de entrega, infecunda o fecunda.
Quisiera volver a la ciudad, la cara y el rojo viviente. A una memoria realizada en presente, real.
***
En el frontispicio de la ética dispuso Kant una inscripción inhumana y que tiene que seguirse fielmente: "Hazte digno de poder ser feliz". Como mandato inmediato, cruel, ausente /de los rescoldos de la misericordia/, se deduce que deberás comenzar por no serlo. Escribirlo.
que adonde tienes que ir es a ti solo!
¡Ve despacio, no corras,
que el niño de tu yo, reciennacido
eterno,
no te puede seguir!
Juan Ramón Jiménez, Eternidades, 1918
***
(Comentarios libres, obligaciones)
Nunca se lo dije, nunca se lo diré. Dejé de ser lo que era hasta entonces. Empecé a equivocarme, aprendí a sostenerme justo en aquello en que me equivocaba. De esa manera, supe ser para hoy, para la eternidad y la vida: dejando de ser lo que era, volviéndome (un) adulto. Aunque todo vaya teniendo un sabor seco, aun cuando tenga que parecer insulso.
Renunciando a ser, dejando aquello que había sido una vez, no diciendo, conseguí ir desconociéndolo todo; también a mí mismo, en lo que soy una pregunta y en lo que soy o tengo de respuesta, allí donde observo la frente, el rubor. Lo admiro y me devuelven real las palabras de urgencia: esos proyectos que ignoro, la clave del plan y del rubor. Me traen de la ciudad, la noche y la sala de fiestas, al trabajo de nuevo, y a lo que éste tiene de entrega, infecunda o fecunda.
Quisiera volver a la ciudad, la cara y el rojo viviente. A una memoria realizada en presente, real.
***
En el frontispicio de la ética dispuso Kant una inscripción inhumana y que tiene que seguirse fielmente: "Hazte digno de poder ser feliz". Como mandato inmediato, cruel, ausente /de los rescoldos de la misericordia/, se deduce que deberás comenzar por no serlo. Escribirlo.
14 de enero de 2007
Bidimensional man
Le sucedía querer recordar, atraído por el incómodo efecto nostágico-lacrimógeno de las canciones -benditas canciones; la cara felicitante del pop, lo que fui, lo que fuiste, cuando no nos conocíamos!
***
(A propósito de Gómez Pin)
La imagen de lo que fue, televisiva, desarraiga de lo vivido. Un efecto que debe ser máximamente embrutecedor en la era de una definición virtual del cuerpo y de las conductas, de la denegación de los derechos (propiamente) humanos.
...las canciones, pequeños fragmentos de mito, de habla despolitizada y naturalista (Barthes). Sin contexto, sirven para esencia de la memoria, empobrecida. Si es que la memoria no representa (ya) la conciencia humana de una pérdida real de sustancia, de cuerpo, a lo largo del tiempo...
***
(A propósito de Gómez Pin)
La imagen de lo que fue, televisiva, desarraiga de lo vivido. Un efecto que debe ser máximamente embrutecedor en la era de una definición virtual del cuerpo y de las conductas, de la denegación de los derechos (propiamente) humanos.
...las canciones, pequeños fragmentos de mito, de habla despolitizada y naturalista (Barthes). Sin contexto, sirven para esencia de la memoria, empobrecida. Si es que la memoria no representa (ya) la conciencia humana de una pérdida real de sustancia, de cuerpo, a lo largo del tiempo...
WB, tesis 8, correcciones
“La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos. Hemos de llegar a un concepto de la historia que le corresponda. Tendremos entonces en mientes como cometido nuestro provocar el verdadero estado de excepción; con lo cual mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. No en último término consiste la fortuna de éste en que sus enemigos salen a su encuentro, en nombre del progreso, como al de una norma histórica. No es en absoluto
filosófico el asombro acerca de que las cosas que estamos viviendo sean «todavía» posibles en el siglo veinte. No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser de éste: que la representación de historia de la que procede no se mantiene.” (W. Benjamín, Tesis 8, trad. de J. Aguirre)
“¿El pensador observa?” Naturalmente. El alma tiene ojos, los pensamientos son efectos ópticos. Lo que los ojos ven son sus pensamientos: en la rosa, la rosa pensada, de peligro o muerte, rilkeana.
Se observa, en un primer sentido, griego, milagrosamente conservado entre los olvidos. Se contempla participando en el espectáculo de la escena (de la historia). Por esa razón, la urgencia de romper amarras con un sentido del progreso demasiado bien acogido y entendido por el fascismo. Éste dialoga en el foro con el liberalismo, ocultándole que ha comprendido perfectamente el mecanismo entero de la astucia en el empleo de los medios, y que está dispuesto a utilizarlo, a la vez que se calla lo mucho que le aburre la idea de seguir siendo cristiano, el tedio de los fines, y los principios (el marco, los límites).
El aburrimiento de las reglas ya perdió al burgués -liberal-, aunque no lo sepa. Definitivamente, le pierde su propio hastío y el que se dibuja cruel en los labios del otro, totalitario. Él, el pensador, tiene que dejarlo, el liberal representa una ayuda demasiado peligrosa, o precaria. La contemplación, en efecto, debe ser activa, la teoría del que va al teatro social y se interesa en las representaciones (dramas o ideologías). Para él no existen los hechos, las ciudades meramente turísticas (reconstruidas, historizantes). Aprecia, por su parte, los monumentos caídos, las piedras: todo aquello que especula (refleja o señala) con la negación de la construcción de lo positivo, de la suma evolutiva alcanzada -según creencia- en el tiempo histórico.
En ese lugar, el de lo que aprecia, está su propio peligro, si él se pusiera a reflexionar acerca de lo que hace, lo que escribe, los textos. (No le hagamos responsable. El miedo le puede. Piedad para él y para nosotros.) Su estimación del fragmento es la misma del arte insustancial que vive en los museos, de la erudición y del partido: WB no puede liberarse de la veneración religiosa que vegeta en las academias, también en el que lee sincera y solitariamente.
Pero no queramos trasladarle nuestra política de partidos. Él elige el antifascismo en tanto fuerza viviente, actuante, histórica. Como un sacerdote que libra la memoria de los muertos.
filosófico el asombro acerca de que las cosas que estamos viviendo sean «todavía» posibles en el siglo veinte. No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser de éste: que la representación de historia de la que procede no se mantiene.” (W. Benjamín, Tesis 8, trad. de J. Aguirre)
“¿El pensador observa?” Naturalmente. El alma tiene ojos, los pensamientos son efectos ópticos. Lo que los ojos ven son sus pensamientos: en la rosa, la rosa pensada, de peligro o muerte, rilkeana.
Se observa, en un primer sentido, griego, milagrosamente conservado entre los olvidos. Se contempla participando en el espectáculo de la escena (de la historia). Por esa razón, la urgencia de romper amarras con un sentido del progreso demasiado bien acogido y entendido por el fascismo. Éste dialoga en el foro con el liberalismo, ocultándole que ha comprendido perfectamente el mecanismo entero de la astucia en el empleo de los medios, y que está dispuesto a utilizarlo, a la vez que se calla lo mucho que le aburre la idea de seguir siendo cristiano, el tedio de los fines, y los principios (el marco, los límites).
El aburrimiento de las reglas ya perdió al burgués -liberal-, aunque no lo sepa. Definitivamente, le pierde su propio hastío y el que se dibuja cruel en los labios del otro, totalitario. Él, el pensador, tiene que dejarlo, el liberal representa una ayuda demasiado peligrosa, o precaria. La contemplación, en efecto, debe ser activa, la teoría del que va al teatro social y se interesa en las representaciones (dramas o ideologías). Para él no existen los hechos, las ciudades meramente turísticas (reconstruidas, historizantes). Aprecia, por su parte, los monumentos caídos, las piedras: todo aquello que especula (refleja o señala) con la negación de la construcción de lo positivo, de la suma evolutiva alcanzada -según creencia- en el tiempo histórico.
En ese lugar, el de lo que aprecia, está su propio peligro, si él se pusiera a reflexionar acerca de lo que hace, lo que escribe, los textos. (No le hagamos responsable. El miedo le puede. Piedad para él y para nosotros.) Su estimación del fragmento es la misma del arte insustancial que vive en los museos, de la erudición y del partido: WB no puede liberarse de la veneración religiosa que vegeta en las academias, también en el que lee sincera y solitariamente.
Pero no queramos trasladarle nuestra política de partidos. Él elige el antifascismo en tanto fuerza viviente, actuante, histórica. Como un sacerdote que libra la memoria de los muertos.
13 de enero de 2007
Tesis 8, WB
El pensador observa la crisis de la democracia liberal: valorando los síntomas concluye que éstos no son nuevos, sino una constante histórica. Un concepto histórico verdadero, adecuado, debe deshacerse de la idea de un final progresivo: libertad, plenitud. En efecto, la proposición al fascismo de una regla de verdad y moral (el progreso) olvida la parcial, interesada y temible verdad del fascismo: su representación del sistema político de la democracia liberal como un sistema arbitrario entre otros sistemas políticos existentes.
Al lector preclaro, al que la imprenta dotó de la forma y potencialidad del ciudadano, se le representará un desagradable trilema: la sangre patriótica y mendaz; la letra sombría del catecismo revolucionario, ajena a la piedad; o, por último, la letra sin fuerza, garantista, confiada, de los regímenes parlamentarios. Deberá también pensar en la posibilidad y alcances de la aplicación de este esquema, que se ha adueñado de la opinión pública, a los sucesos de la actualidad política. Sentirá la incomodidad de las argumentaciones, en lo que se sostiene y en lo que subsiste detrás de lo que se sostiene. ¿Mediocridad? ¿Maldad?
***
Erratas, 12 de enero de 2007 (Personas; de la gramática)
Escuchando, sería raro que también pudieras comprender; adueñarte de lo que oyes... (La lengua es su mujer, y le oculta cosas, más de lo que él cree. Vive entre secretos, polvorientos, entreabriéndole a veces la puerta, mucho menos de lo que él quisiera.) Encontrarla una vez, esta tarde, qué suerte! Luego, encontrarla una segunda vez. A veces ocurre dar en el blanco, salir y hallar (esta tarde, dos veces, en secreto). Dura un momento, él se conforma con poco: las claves y lo furtivo son de la interpretación del instante, de lo íntimo.
***
Le gusta esa palabra, errar, que describe bien lo que hace, las equivocaciones, los pequeños viajes de vagabundeo por las calles y en todo lo que va escribiendo, en sus errancias de la tarde, él, como un pequeño agustín...
Le agrada lo que ve, el aire serio cambiado en sonrisa súbita, en un tiempo de milagro (que le huye y le derrama su encanto, desenvuelta en alegría), para él solo y sus adentros; rubiasco un poco alto, maduro y normalizado (del común, no llamativo), van sus ojillos inquietos, zigzagueando entre la gente y las cosas.
***
(Animus meus, 13 de enero de 2007)
"...un sol tibio -si pudiera imaginar que recogido!-, para tenerme (yo) entre las sombras, entre ellas minúsculo y reflejo..."
Al lector preclaro, al que la imprenta dotó de la forma y potencialidad del ciudadano, se le representará un desagradable trilema: la sangre patriótica y mendaz; la letra sombría del catecismo revolucionario, ajena a la piedad; o, por último, la letra sin fuerza, garantista, confiada, de los regímenes parlamentarios. Deberá también pensar en la posibilidad y alcances de la aplicación de este esquema, que se ha adueñado de la opinión pública, a los sucesos de la actualidad política. Sentirá la incomodidad de las argumentaciones, en lo que se sostiene y en lo que subsiste detrás de lo que se sostiene. ¿Mediocridad? ¿Maldad?
***
Erratas, 12 de enero de 2007 (Personas; de la gramática)
Escuchando, sería raro que también pudieras comprender; adueñarte de lo que oyes... (La lengua es su mujer, y le oculta cosas, más de lo que él cree. Vive entre secretos, polvorientos, entreabriéndole a veces la puerta, mucho menos de lo que él quisiera.) Encontrarla una vez, esta tarde, qué suerte! Luego, encontrarla una segunda vez. A veces ocurre dar en el blanco, salir y hallar (esta tarde, dos veces, en secreto). Dura un momento, él se conforma con poco: las claves y lo furtivo son de la interpretación del instante, de lo íntimo.
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Le gusta esa palabra, errar, que describe bien lo que hace, las equivocaciones, los pequeños viajes de vagabundeo por las calles y en todo lo que va escribiendo, en sus errancias de la tarde, él, como un pequeño agustín...
Le agrada lo que ve, el aire serio cambiado en sonrisa súbita, en un tiempo de milagro (que le huye y le derrama su encanto, desenvuelta en alegría), para él solo y sus adentros; rubiasco un poco alto, maduro y normalizado (del común, no llamativo), van sus ojillos inquietos, zigzagueando entre la gente y las cosas.
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(Animus meus, 13 de enero de 2007)
"...un sol tibio -si pudiera imaginar que recogido!-, para tenerme (yo) entre las sombras, entre ellas minúsculo y reflejo..."
12 de enero de 2007
Severidad
Se e-confiesa
"Mantuvo dudas muy serias acerca de la cuestión, porque nunca había confiado mucho en sus fuerzas... En general, había tenido una disposición escasamente religiosa en todo aquello que le había tocado emprender a lo largo de su vida. Aunque las gentes no lo crean, la fe no ha desaparecido con la disminución de vocaciones ni de visitas a la iglesia, sostenía. Se es crédulo, fundamentalmente, siempre, lo que no depende de falta de inteligencia. Al contrario, espíritus sumamente originales demuestran en ocasiones una creencia que no pierden con los desmentidos. Esas mentes representan un peligro mayor que toda la suma de la tontería: conocen todos los medios para llegar al desastre, del cual sólo ven la otra cara, la plenitud democrática, el bien realizado. Quedan fragmentos cuando antes se ha imaginado un todo, queda el mal como resto de la planificación del bien...
Dudaba. Es decir, que ensayaba, se abría posibilidades. Las descartaba. De este vicio nunca terminó de liberarse. Pues dejar de pensar en algo no le llevaba a dejar de pensar, a conformarse y cumplir las reglas, porque quizás no sabía... Imaginar que la libertad especula con reglas y actuaciones, que imita las secuencias causales tan admiradas del orbe determinista y muerto (la naturaleza eidetizada), le ha de parecer un truco pedagógico, una ficción inadecuada que arranca la providencia de un sujeto divino, para regalárnosla a nosotros. (Le parecerá así, si soy capaz de ponerme por dentro de su mente.)
Lanzados al abismo, que somos nosotros mismos, tirados en el suelo, enfermos y doloridos en todo lo que hacemos, desde el momento del minúsculo prólogo imaginario de por dónde queremos que vayan a ir los tiros, obligados a caminar sin ayudas demasiado largas, estaremos obligados a soportar los predicados de conducta de seres que hacíamos vivir más allá del horizonte, separados de los caprichos que eran nuestra manera de hacer, aunque a veces ellos se mostraran aficionados a descender a esos mismos caprichos, entre los humanos... Ahora hemos dejado de ser arbitrarios, decíase. Las huellas de las reglas -las cualidades que antes eran divinas- están en los mismos nervios del paisaje. Se viaja para ir a trabajar, y para no ir a trabajar, indistinguiendo las dos caras del tiempo, incluso hasta ser difícil imaginar cómo vamos a descender a nuestros propios caprichos, si no es que éstos han tomado la forma de una sustancia irreal, del deseo que sostiene el mundo, mercantil, gris metálico, ruin."
"Mantuvo dudas muy serias acerca de la cuestión, porque nunca había confiado mucho en sus fuerzas... En general, había tenido una disposición escasamente religiosa en todo aquello que le había tocado emprender a lo largo de su vida. Aunque las gentes no lo crean, la fe no ha desaparecido con la disminución de vocaciones ni de visitas a la iglesia, sostenía. Se es crédulo, fundamentalmente, siempre, lo que no depende de falta de inteligencia. Al contrario, espíritus sumamente originales demuestran en ocasiones una creencia que no pierden con los desmentidos. Esas mentes representan un peligro mayor que toda la suma de la tontería: conocen todos los medios para llegar al desastre, del cual sólo ven la otra cara, la plenitud democrática, el bien realizado. Quedan fragmentos cuando antes se ha imaginado un todo, queda el mal como resto de la planificación del bien...
Dudaba. Es decir, que ensayaba, se abría posibilidades. Las descartaba. De este vicio nunca terminó de liberarse. Pues dejar de pensar en algo no le llevaba a dejar de pensar, a conformarse y cumplir las reglas, porque quizás no sabía... Imaginar que la libertad especula con reglas y actuaciones, que imita las secuencias causales tan admiradas del orbe determinista y muerto (la naturaleza eidetizada), le ha de parecer un truco pedagógico, una ficción inadecuada que arranca la providencia de un sujeto divino, para regalárnosla a nosotros. (Le parecerá así, si soy capaz de ponerme por dentro de su mente.)
Lanzados al abismo, que somos nosotros mismos, tirados en el suelo, enfermos y doloridos en todo lo que hacemos, desde el momento del minúsculo prólogo imaginario de por dónde queremos que vayan a ir los tiros, obligados a caminar sin ayudas demasiado largas, estaremos obligados a soportar los predicados de conducta de seres que hacíamos vivir más allá del horizonte, separados de los caprichos que eran nuestra manera de hacer, aunque a veces ellos se mostraran aficionados a descender a esos mismos caprichos, entre los humanos... Ahora hemos dejado de ser arbitrarios, decíase. Las huellas de las reglas -las cualidades que antes eran divinas- están en los mismos nervios del paisaje. Se viaja para ir a trabajar, y para no ir a trabajar, indistinguiendo las dos caras del tiempo, incluso hasta ser difícil imaginar cómo vamos a descender a nuestros propios caprichos, si no es que éstos han tomado la forma de una sustancia irreal, del deseo que sostiene el mundo, mercantil, gris metálico, ruin."
Datos críticos
Datos críticos: una forma de autocorrección continuada, el refrendo exterior de la voz interna, una modestia que asume el lenguaje propio, que se la juega siempre, que tiene reglas...
El viajero lleva su particular verdad y debe confrontarla. El viajero es cualquiera y sus actos: un narrador, un investigador, un turista, un ser anónimo...
Para esta regla de verdad mínima, aproximativa, flexible..., para esta condición abierta de lo que debe ser tomado como real, vale correlativamente la simpatía, como forma de conocernos, de decir las verdades. Aunque siempre queda algo.
El viajero lleva su particular verdad y debe confrontarla. El viajero es cualquiera y sus actos: un narrador, un investigador, un turista, un ser anónimo...
Para esta regla de verdad mínima, aproximativa, flexible..., para esta condición abierta de lo que debe ser tomado como real, vale correlativamente la simpatía, como forma de conocernos, de decir las verdades. Aunque siempre queda algo.
11 de enero de 2007
Tesis 7, Walter Benjamin
Han pasado eternidades desde la "disputa del positivismo": entre el dato fijado en el museo y la interpretación liberadora, contaminada (repleta, preñada, adjetivada...) de esperanza, dialéctica.
Los datos, críticos, corresponden a la ciudad vista desde la lejanía, a una idea racional, a una primera aproximación, si bien no existe una última aproximación para el viajero.
Viajeros más impulsivos, urgidos, han preparado el camino de otra manera, con otras miras: no las de ser cronistas, neutros practicantes del turismo; incendiarios, más bien; aunque las piedras arrojadas al suelo de los monumentos, abandonados por el tiempo y el mal, las recogen cuidadosamente. Ven lo completo como falso; lo partido y disperso como reflejo de verdad y ausencia. Son lo que son, durante el viaje: así encuentran finalmente lo que no es, y un tercer día de la verdad investigada, el resurrexit gozoso después del trayecto. Qué lejos ellos de los modales sisíficos, trilemáticos, del seudobarón Hans Albert!
***
Conozco, en mí, cómo son las decisiones rápidas y rotundas: en proporción inversa de su constancia (es decir, de su recuerdo). Una mayor rotundidad, una verdadera y eficaz, dependería de una práctica de la dureza que no va con mi tendencia a caer en el perdón, en el olvido y en la palabrería.
Pues aun equivocándome me salvo: si lo escribo.
Los datos, críticos, corresponden a la ciudad vista desde la lejanía, a una idea racional, a una primera aproximación, si bien no existe una última aproximación para el viajero.
Viajeros más impulsivos, urgidos, han preparado el camino de otra manera, con otras miras: no las de ser cronistas, neutros practicantes del turismo; incendiarios, más bien; aunque las piedras arrojadas al suelo de los monumentos, abandonados por el tiempo y el mal, las recogen cuidadosamente. Ven lo completo como falso; lo partido y disperso como reflejo de verdad y ausencia. Son lo que son, durante el viaje: así encuentran finalmente lo que no es, y un tercer día de la verdad investigada, el resurrexit gozoso después del trayecto. Qué lejos ellos de los modales sisíficos, trilemáticos, del seudobarón Hans Albert!
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Conozco, en mí, cómo son las decisiones rápidas y rotundas: en proporción inversa de su constancia (es decir, de su recuerdo). Una mayor rotundidad, una verdadera y eficaz, dependería de una práctica de la dureza que no va con mi tendencia a caer en el perdón, en el olvido y en la palabrería.
Pues aun equivocándome me salvo: si lo escribo.
Impre(ci)siones
Se confiesa. Eso se lo debe.
"... equivocarse, pensar en una confianza que no llega, que no es devuelta,
... confundir lo público con lo privado, dentro de un movimiento creciente que te va dejando solo,
/... como un muñeco de nieve que rodase montaña abajo, y se va agrandando, pero tú no./
Tus comentarios y gestos no generan el efecto que pretendes. Piensas, enuncias (indicas, ruegas, sonríes). ¿Qué dice el espejo, ese resultado no intencionado del efecto que tú has buscado? Nada que no se conozca desde hace ya mucho tiempo: un vacío, las batallas que se pierden.
Los mínimos actos de significación (unas cuantas verdades) salen disparados, chocan, rebotan: tienen un precio que no se podía esperar (cómo suben los precios!), /un aire seco, cruel, una sombra/, lugar de destino para pasear despacio y mantener el círculo de vida, entre las pequeñas verdades que se dicen y las incomprensiones que se alcanzan."
"... equivocarse, pensar en una confianza que no llega, que no es devuelta,
... confundir lo público con lo privado, dentro de un movimiento creciente que te va dejando solo,
/... como un muñeco de nieve que rodase montaña abajo, y se va agrandando, pero tú no./
Tus comentarios y gestos no generan el efecto que pretendes. Piensas, enuncias (indicas, ruegas, sonríes). ¿Qué dice el espejo, ese resultado no intencionado del efecto que tú has buscado? Nada que no se conozca desde hace ya mucho tiempo: un vacío, las batallas que se pierden.
Los mínimos actos de significación (unas cuantas verdades) salen disparados, chocan, rebotan: tienen un precio que no se podía esperar (cómo suben los precios!), /un aire seco, cruel, una sombra/, lugar de destino para pasear despacio y mantener el círculo de vida, entre las pequeñas verdades que se dicen y las incomprensiones que se alcanzan."
10 de enero de 2007
Mediodía, ventanas
Buenos propósitos de la tarde:
subir la persiana, para ver el mundo, si el mundo es lo que se ve...
...haciendo frases, siempre,
...que salen solas.
subir la persiana, para ver el mundo, si el mundo es lo que se ve...
...haciendo frases, siempre,
...que salen solas.
Desprendimiento
Se confiesa
“Miembro de una generación intermedia, nunca sabe bien qué carta jugar (aparte de que nunca me gustó, no me veía). No le tocó conocer la dureza y la miseria (nada socialrealistas) de los mayores, su lucha entre la sombra... En eso reconoce su virtud, el agradecimiento. Aunque no quiere dar las gracias, siente que algunas realidades las ha tenido que conocer demasiado tarde: el brillo de los ojos, delante de los jóvenes, estudiándolos, desde fuera debe parecer de ironía o despego. Realmente no termina de comprenderlos. Ellos sí juegan, demasiado. ¿Qué puede darles? ¿Tener que participar de su “brillo en los ojos”, deshaciendo el equívoco irónico? Fue a buscar una verdad y tropezó... El cinismo tiene que cuadrarle a él, que solamente ha tenido que reflexionar sin necesidad de actuar, y ahora tiene que obligarse -seguidor levantino de Kant- a un deber para el que no está dotado, si es que no logra terminar por convencerse de que la memoria consiste en la falta de recuerdos propios, en una nostalgia de...
lo otro, de lo que siempre ha sabido que carece.
Algunas veces duda y piensa que tiene.
¿Qué es lo que tiene?...”
***
Conocerse objeto, necesitando de los maestros...
“Miembro de una generación intermedia, nunca sabe bien qué carta jugar (aparte de que nunca me gustó, no me veía). No le tocó conocer la dureza y la miseria (nada socialrealistas) de los mayores, su lucha entre la sombra... En eso reconoce su virtud, el agradecimiento. Aunque no quiere dar las gracias, siente que algunas realidades las ha tenido que conocer demasiado tarde: el brillo de los ojos, delante de los jóvenes, estudiándolos, desde fuera debe parecer de ironía o despego. Realmente no termina de comprenderlos. Ellos sí juegan, demasiado. ¿Qué puede darles? ¿Tener que participar de su “brillo en los ojos”, deshaciendo el equívoco irónico? Fue a buscar una verdad y tropezó... El cinismo tiene que cuadrarle a él, que solamente ha tenido que reflexionar sin necesidad de actuar, y ahora tiene que obligarse -seguidor levantino de Kant- a un deber para el que no está dotado, si es que no logra terminar por convencerse de que la memoria consiste en la falta de recuerdos propios, en una nostalgia de...
lo otro, de lo que siempre ha sabido que carece.
Algunas veces duda y piensa que tiene.
¿Qué es lo que tiene?...”
***
Conocerse objeto, necesitando de los maestros...
Respuestas, WB
Si no lo entiendo mal, la estructura victimario/víctima se mantiene constante. En ese sentido, posee validez cultural, y no se localizan muchas objetividades fuera del mundo de la cultura, y de esa instancia privilegiada y eternizadora (en el intento: en el resultado del juego no nos toca saberlo; pero yo siempre yerro) que es la tradición escrita.
Se trata, me parece, de mantener la vigencia de la condición cainita, lobuna, sacrificial... la sangre detrás del brillo, la ópera y el barro (que ensucia los vestidos). Además, de traer esa condición al primer plano, a la escena, trabar/tramar vida y cultura, etc. Un tema actual (en el sentido inglés, creo, de real, sustancial, constante: actually).
La tarea de la memoria histórica (un trabajo ingrato, y dejemos la ambigüedad de esta "ingratitud"), hic et nunc, podría reescribir el final de la Tesis 6 de WB: "... tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer". No digo suscribir, sino reescribir, aplicar las palabras marcadas con toda la intención de un peligro mortal: la barbarie histórica, la re-novada del nazismo, el peligro personal de Benjamin, el miedo. Es decir, emplear tópicamente las tesis de Benjamin para los asuntos del día, esa política con minúsculas que luego aparece en los libros de Historia.
***
No deja de ser apasionante revivir el quiliasmo en el siglo XX (de la desesperación, la esperanza; de la barbarie, la civilización y la educación para la ciudadanía). Todo para ser empaquetado y cómodamente consumido, es verdad. Se hacen desaparecer del texto (Tesis 6) el "sujeto histórico" y la "clase dominante", y no queda más que ponerles cara de conocidos al mesías y al anticristo, en lo que se deleita la opinión pública/publicada y la opinión política.
Siempre consumidores ¿en las rebajas del saber?
Ojalá pudiéramos entender las tesis siguiendo el consejo-mandato de Luis Wittgenstein: deshacerse de los peldaños de la escalera, de los edificios viejos, cavernosos... Con lo trascendental/estructural sólo nos cabe movernos en círculo, pidiendo demasiado el principio.
En resumen, leer, legere, legein: tener la capacidad de no coleccionar los datos, ¿integrarlos? Des-decir el texto. Esto es imposible, es verdad: pues la "tradición" pertenece al "conformismo", sólo es una parte de la tradición, no hemos definido lo que es tradición, ni el valor malamente metafórico de ciertos términos: tradición, progreso, autoridad, democracia... Aunque "legitimidad" satisface a todo el arco parlamentario, ¿o no? Nadie quiere quedarse "fuera de la legitimidad".
Se trata, me parece, de mantener la vigencia de la condición cainita, lobuna, sacrificial... la sangre detrás del brillo, la ópera y el barro (que ensucia los vestidos). Además, de traer esa condición al primer plano, a la escena, trabar/tramar vida y cultura, etc. Un tema actual (en el sentido inglés, creo, de real, sustancial, constante: actually).
La tarea de la memoria histórica (un trabajo ingrato, y dejemos la ambigüedad de esta "ingratitud"), hic et nunc, podría reescribir el final de la Tesis 6 de WB: "... tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer". No digo suscribir, sino reescribir, aplicar las palabras marcadas con toda la intención de un peligro mortal: la barbarie histórica, la re-novada del nazismo, el peligro personal de Benjamin, el miedo. Es decir, emplear tópicamente las tesis de Benjamin para los asuntos del día, esa política con minúsculas que luego aparece en los libros de Historia.
***
No deja de ser apasionante revivir el quiliasmo en el siglo XX (de la desesperación, la esperanza; de la barbarie, la civilización y la educación para la ciudadanía). Todo para ser empaquetado y cómodamente consumido, es verdad. Se hacen desaparecer del texto (Tesis 6) el "sujeto histórico" y la "clase dominante", y no queda más que ponerles cara de conocidos al mesías y al anticristo, en lo que se deleita la opinión pública/publicada y la opinión política.
Siempre consumidores ¿en las rebajas del saber?
Ojalá pudiéramos entender las tesis siguiendo el consejo-mandato de Luis Wittgenstein: deshacerse de los peldaños de la escalera, de los edificios viejos, cavernosos... Con lo trascendental/estructural sólo nos cabe movernos en círculo, pidiendo demasiado el principio.
En resumen, leer, legere, legein: tener la capacidad de no coleccionar los datos, ¿integrarlos? Des-decir el texto. Esto es imposible, es verdad: pues la "tradición" pertenece al "conformismo", sólo es una parte de la tradición, no hemos definido lo que es tradición, ni el valor malamente metafórico de ciertos términos: tradición, progreso, autoridad, democracia... Aunque "legitimidad" satisface a todo el arco parlamentario, ¿o no? Nadie quiere quedarse "fuera de la legitimidad".
A., tarde, 10 de enero
(Lo que va quedando del entretenimiento, 20 de diciembre de 2006:
"La semántica, la sintaxis. La prosa, el poema.")
***
¿Una extensión horizontal de la mirada? Sí, el presente, los días: todo eso que no queda más que dicho/escrito. Un recuerdo condenado, igual que las puertas...
de las habitaciones
de las casas
de las calles
de las ciudades.
¿Cómo abrirlo después? Fiándolo a la suerte, a su consagración que se denomina ciencia. A otras palabras y otros ojos que se buscan mutuamente.
Sin después. Dejándolo a la lectura instantánea y olvidadiza.
***
(Público y privado)
Escribir es una acto de los cuerpos, obligados a eso como a otras muchísimas cosas. Se les ha llamado para que actúen, y en verdad son unos grandes actuantes: respiran y dejan marcas de sus manos que aspiran a eternizarlas. Alguien desenvuelve el regalo y se encuentra con el pensamiento, con el libro.
En alguna ocasión privilegiada, lo que pasaba detrás de la frente ya quería llegar a las manos: en un amor o en unas letras. El convocado debe abandonarse, dejar que las cosas le pasen, dejarse de pragmatismos (que son las tendencias de las realidades a que juguemos demasiado con ellas, a entretenernos). Nunca la luz es tan hermosa que cuando no es mirada, cuando hiere sin esperarla. A tantas cosas llamamos luz, pues no se puede evitar ser agradecido, ni las palabras amables, sorprendida(s).
Ocurre sin querer, a ras de suelo, en el temor: dejando chispas fugitivas, palabras que se incendian en el papel, /el arder santo en silencio de las bibliotecas./
"La semántica, la sintaxis. La prosa, el poema.")
***
¿Una extensión horizontal de la mirada? Sí, el presente, los días: todo eso que no queda más que dicho/escrito. Un recuerdo condenado, igual que las puertas...
de las habitaciones
de las casas
de las calles
de las ciudades.
¿Cómo abrirlo después? Fiándolo a la suerte, a su consagración que se denomina ciencia. A otras palabras y otros ojos que se buscan mutuamente.
Sin después. Dejándolo a la lectura instantánea y olvidadiza.
***
(Público y privado)
Escribir es una acto de los cuerpos, obligados a eso como a otras muchísimas cosas. Se les ha llamado para que actúen, y en verdad son unos grandes actuantes: respiran y dejan marcas de sus manos que aspiran a eternizarlas. Alguien desenvuelve el regalo y se encuentra con el pensamiento, con el libro.
En alguna ocasión privilegiada, lo que pasaba detrás de la frente ya quería llegar a las manos: en un amor o en unas letras. El convocado debe abandonarse, dejar que las cosas le pasen, dejarse de pragmatismos (que son las tendencias de las realidades a que juguemos demasiado con ellas, a entretenernos). Nunca la luz es tan hermosa que cuando no es mirada, cuando hiere sin esperarla. A tantas cosas llamamos luz, pues no se puede evitar ser agradecido, ni las palabras amables, sorprendida(s).
Ocurre sin querer, a ras de suelo, en el temor: dejando chispas fugitivas, palabras que se incendian en el papel, /el arder santo en silencio de las bibliotecas./
9 de enero de 2007
M., mañana
8 de enero de 2007 (A propósito de Maurice Blanchot, El espacio literario)
***
Filantropía: tratamiento lobotómico (Egas Moniz) de los trastornos de ansiedad y obsesivo-compulsivos severos. La repetición del pensamiento, la reflexión dañina, debilitante, arraigan en un exceso, material aunque disfuncional, de cerebro. Siempre se ligaron felicidad y tontería!
***
(Lord Chandos)
Lo que se dice se separa de quien lo dice, enfrentado a él, opaco -porque es capaz de mirar: el lenguaje cobra vida, resiste. Al mismo tiempo, se produce la idea de otro texto, en un lenguaje perfecto, incipiente. Entre denegación y potencia renovada del habla se traza el círculo poético, el hábitat de la escritura, esa difícil vida hölderliniana desgraciada y piadosa, que se vincula al suelo sagrado: el vacío que (se) dejan hombres y dioses, abandonándose mutuamente.
Esta es una manera de señalar que el amor nunca es más grande que durante el conflicto (activo-reactivo).
***
El diario representa el refugio mundano, secular, quotidien, ante el peligro del fuego, y del desierto que ocupa el lugar del fuego: sustitución que se produce cuando ha desaparecido la inspiración divina del poeta y de los hombres. El diario vive de la obra, la que nunca termina, distante. Él, no yo, escribe; yo vivo, a diario.
Pero lo que venía, retórico-dialécticamente, requerido por la tensión humano/divino, a través de la conformación solitaria y enajenada de una obra, que es mucho más que el libro (resultado de la urgencia, del interés), el lugar que la escritura (ah!, de nuevo y condenadamente la escritura) ocupa en la economía vital de nuestro raro personaje (que escribe), dando primores de lo trivial, toda esa tensión interior/exterior, libertad/esclavitud, privado/público, puede acabarse con la llegada de la escritura electrónica. Ésta inscribe sus instantes (¿dónde efectúa ese imposible?) conociendo las redes de instantes (en horizontal) y mirando hacia lo eterno (en vertical): sabe que es imposible, que ya ha perdido, exhibe todo lo que da de sí, sin dejar nada (en el teclado).
La obra no llega, ni es buscada.
***
Filantropía: tratamiento lobotómico (Egas Moniz) de los trastornos de ansiedad y obsesivo-compulsivos severos. La repetición del pensamiento, la reflexión dañina, debilitante, arraigan en un exceso, material aunque disfuncional, de cerebro. Siempre se ligaron felicidad y tontería!
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(Lord Chandos)
Lo que se dice se separa de quien lo dice, enfrentado a él, opaco -porque es capaz de mirar: el lenguaje cobra vida, resiste. Al mismo tiempo, se produce la idea de otro texto, en un lenguaje perfecto, incipiente. Entre denegación y potencia renovada del habla se traza el círculo poético, el hábitat de la escritura, esa difícil vida hölderliniana desgraciada y piadosa, que se vincula al suelo sagrado: el vacío que (se) dejan hombres y dioses, abandonándose mutuamente.
Esta es una manera de señalar que el amor nunca es más grande que durante el conflicto (activo-reactivo).
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El diario representa el refugio mundano, secular, quotidien, ante el peligro del fuego, y del desierto que ocupa el lugar del fuego: sustitución que se produce cuando ha desaparecido la inspiración divina del poeta y de los hombres. El diario vive de la obra, la que nunca termina, distante. Él, no yo, escribe; yo vivo, a diario.
Pero lo que venía, retórico-dialécticamente, requerido por la tensión humano/divino, a través de la conformación solitaria y enajenada de una obra, que es mucho más que el libro (resultado de la urgencia, del interés), el lugar que la escritura (ah!, de nuevo y condenadamente la escritura) ocupa en la economía vital de nuestro raro personaje (que escribe), dando primores de lo trivial, toda esa tensión interior/exterior, libertad/esclavitud, privado/público, puede acabarse con la llegada de la escritura electrónica. Ésta inscribe sus instantes (¿dónde efectúa ese imposible?) conociendo las redes de instantes (en horizontal) y mirando hacia lo eterno (en vertical): sabe que es imposible, que ya ha perdido, exhibe todo lo que da de sí, sin dejar nada (en el teclado).
La obra no llega, ni es buscada.
8 de enero de 2007
A., tarde
Roland Barthes par Roland Barthes
***
No sabe dar continuidad a lo que sostuvo una vez (dicho, hecho). Le pertenece a otro, a él, una vez que las circunstancias han desaparecido de su memoria. Es lo corriente: desaparecen las circunstancias y las personas dentro de ellas. /La muerte otorga nuestro peso verdadero, de circunstantes./ Lo dicho ya deja atrás lo pensado, el fogonazo de la conciencia que casi no puede creer que le llega a él. Lo que le sucede le atraviesa, no se fija: milagro es que en ese momento se encuentre allí, /en la habitación del alma, la ocurrencia/. Así le pasan las cosas más verdaderas, resistiéndole, faltándole ellas al respeto, y a él las palabras ajustadas. Esa falta (distancia también, no sólo temporal) es la referencia. Da a conocer de esa forma lo que le obliga, cada vez que está en situación. Si, por otra parte, encontrase lo que escribió de joven, tendría la felicidad de quien se tropieza con fotografías perdidas. De quien, en general, encuentra algo o a alguien. No conoce lances más bellos: el nacimiento del pelo en la frente, la hermosa perspectiva, de lado, el tacto levísimo que sorprende.
***
(14 de junio de 2006, velatorio)
Programa para la interpretación de un sueño: ir levantando las diversas capas, detenerse de repente, en un punto sin espacio y sin tiempo. A la inversa -no el hallazgo de la eterna y presente felicidad: nunc stans, luz; sí la escritura de la monotonía, de esta tristeza, los instantes iguales: ¿dónde encontrar las fotografías para este/os pie/s de foto/s? ¿De qué sirve la tristeza, sin poder mostrarla, sin pintarla? La correcta representación del contenido mental (emoción y actitud) requiere de la forma, el aspecto pintado y visible. Pero, ¿qué representación /es/ posible para una persona encontrada muchos años después? Qué sorpresa!
***
No sabe dar continuidad a lo que sostuvo una vez (dicho, hecho). Le pertenece a otro, a él, una vez que las circunstancias han desaparecido de su memoria. Es lo corriente: desaparecen las circunstancias y las personas dentro de ellas. /La muerte otorga nuestro peso verdadero, de circunstantes./ Lo dicho ya deja atrás lo pensado, el fogonazo de la conciencia que casi no puede creer que le llega a él. Lo que le sucede le atraviesa, no se fija: milagro es que en ese momento se encuentre allí, /en la habitación del alma, la ocurrencia/. Así le pasan las cosas más verdaderas, resistiéndole, faltándole ellas al respeto, y a él las palabras ajustadas. Esa falta (distancia también, no sólo temporal) es la referencia. Da a conocer de esa forma lo que le obliga, cada vez que está en situación. Si, por otra parte, encontrase lo que escribió de joven, tendría la felicidad de quien se tropieza con fotografías perdidas. De quien, en general, encuentra algo o a alguien. No conoce lances más bellos: el nacimiento del pelo en la frente, la hermosa perspectiva, de lado, el tacto levísimo que sorprende.
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(14 de junio de 2006, velatorio)
Programa para la interpretación de un sueño: ir levantando las diversas capas, detenerse de repente, en un punto sin espacio y sin tiempo. A la inversa -no el hallazgo de la eterna y presente felicidad: nunc stans, luz; sí la escritura de la monotonía, de esta tristeza, los instantes iguales: ¿dónde encontrar las fotografías para este/os pie/s de foto/s? ¿De qué sirve la tristeza, sin poder mostrarla, sin pintarla? La correcta representación del contenido mental (emoción y actitud) requiere de la forma, el aspecto pintado y visible. Pero, ¿qué representación /es/ posible para una persona encontrada muchos años después? Qué sorpresa!
Reconocimientos
Qué fácil! Salir del tiempo, reencontraros. Callármelo o decirlo, pero que se note que lo pienso. Poder escuchar las intenciones frescas, admirar los regalos, poder teneros a vosotros como regalos: seguir admirando la corriente de un río que se conoce, que habla con igual frescura, aquí o en cualquier parte.
Vida/s privada/s
Exhibición ética
7 de enero de 2006
"No surgía esta noche, aunque lo hubiera necesitado, más que nunca, decir esas cosas a las que se veía obligado. hacía cuatro años y aún no había tenido claridad sobre el asunto, o temía tenerla y no hacía más que dar rodeos. Andar, conducir, evitar las conversaciones demasiado profundas. No había nadie en las calles, la gente debía haberse retirado, cansada de la fiesta, de cómo todo se ha transformado en un negocio. Deben saberlo a pesar de que no se lo quieran reconocer, aunque no quieran pensarlo... Hay razones para no pensar demasiado, el trabajo, la vocación. O porque se piensa demasiado, pero que demasiado bien, las excusas están ahí dispuestas para poder seguir cómodamente hacia delante. ¿Quién puede tener una visión correcta de estas cuestiones, los accesos de culpa? Responder, sí, hay que responder: no se puede evitar. Eso tendría que agradecérselo a ellos, cuando llegue la ocasión. Ahora no es el momento, y se siente tan incómodo porque no hay nadie por las calles... Tanto, que le pesa el cuerpo. Más que de costumbre. Igual que en los últimos días. Un poco peor, quizás... No tendría que agradecerles el hecho de responder, sino más bien que -previamente- se viera obligado a ese hecho; saber, además, que no se cuenta más que con una pequeña independencia, que para él es un mundo. No puede evitar que choque con el resto. Se da cuenta y le molesta."
7 de enero de 2006
"No surgía esta noche, aunque lo hubiera necesitado, más que nunca, decir esas cosas a las que se veía obligado. hacía cuatro años y aún no había tenido claridad sobre el asunto, o temía tenerla y no hacía más que dar rodeos. Andar, conducir, evitar las conversaciones demasiado profundas. No había nadie en las calles, la gente debía haberse retirado, cansada de la fiesta, de cómo todo se ha transformado en un negocio. Deben saberlo a pesar de que no se lo quieran reconocer, aunque no quieran pensarlo... Hay razones para no pensar demasiado, el trabajo, la vocación. O porque se piensa demasiado, pero que demasiado bien, las excusas están ahí dispuestas para poder seguir cómodamente hacia delante. ¿Quién puede tener una visión correcta de estas cuestiones, los accesos de culpa? Responder, sí, hay que responder: no se puede evitar. Eso tendría que agradecérselo a ellos, cuando llegue la ocasión. Ahora no es el momento, y se siente tan incómodo porque no hay nadie por las calles... Tanto, que le pesa el cuerpo. Más que de costumbre. Igual que en los últimos días. Un poco peor, quizás... No tendría que agradecerles el hecho de responder, sino más bien que -previamente- se viera obligado a ese hecho; saber, además, que no se cuenta más que con una pequeña independencia, que para él es un mundo. No puede evitar que choque con el resto. Se da cuenta y le molesta."
7 de enero de 2007
¿Sabiduría o locura?; WB
Escuchado: “¿Vds. Son Vds. o son por referencia a otro?”
6 de enero de 2007
***
“La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante de su cognoscibilidad. «La verdad no se nos escapará»; esta frase, que procede de Gottfried Keller, designa el lugar preciso en que el materialismo histórico atraviesa la imagen del pasado que amenaza desaparecer con cada presente que no se reconozca mentado en ella. (La buena nueva, que el historiador, anhelante, aporta al pasado viene de
una boca que quizás en el mismo instante de abrirse hable al vacío.” (Walter Benjamin, Tesis..., 5)
Aquí, en provincias, se considera que quizás I. Reguera apuntara en la dirección correcta /link/, que debamos detectar la presencia de una religión académica, una práctica civilizada y muy post de la compasión hacia el ausente (more aproximado al de Derrida, si no me engañó la impresión primera: hacia Paul de Man y Maurice Blanchot).
***
De todo esto los chinos poseen muy escasa noticia; aunque el mensaje le estuviera destinado él jamás llegaría a conocerlo por completo, si llegar al centro de cualquier cosa significa acceder a la interpretación correcta, a la ortodoxia.
***
“La verdadera imagen...” Es decir, que no constituye objeto/materia de discurso, sino que ahuyenta la reflexión (¿es que ésta se horroriza?). Un objeto que desaparece, si se quiere que no desaparezca del todo, para evitar su ausencia definitiva, debe integrar su propio sentido, ser un fragmento y ser todo, al mismo tiempo. De manera que el historiador viene recargado con las evidencias cartesianas, en los teatros de cristal, donde mejor destellan los fogonazos rápidos, presencias adecuadas a la aprehensión inmediata y sólo a ella. Sin embargo, no se ve cómo se puede hacer discurso comunicable de aquello que se ha negado, por principio, que lo sea; si lo que decimos sobre los hechos históricos debe, finalmente, establecerse como verdad. Por esa razón existe el peligro de no ser escuchada, de quedarse en lenguaje para nadie, y tener que enmudecer. Además, si el alcance de esa verdad es universal, constitutivo, se corre el peligro de permitir la extensión del mal.
Aunque el auditorio, la actualidad, ya se muestra dispuesto a no acoger otro tiempo que el de sus intereses, inmediatos.
La Tesis 6 recuerda las obligaciones: la transformación moral de los hechos en recuerdos, la conversión dialéctica de lo positivo para dar con su verdad encerrada; convocados de improviso por la urgencia histórica.
Una cuestión: una lectura actualizada y ¿edulcorada? de las palabras de Benjamin, ¿pasaría por la aplicación política y partidista del deber hacia las víctimas, i.e., la posición de la memoria histórica como mandato moral?
No se entiende que ese imperativo de recuerdo y justicia sea inadecuado, al contrario: en tiempo de dioses huidos es bueno ponernos límites, trascendencias, aunque sean del tiempo. (También la lengua es de los muertos, y es lo mejor que tenemos, la presencia de su voz ausente: a la imposibilidad de pensarlo la denominamos sistema, langue.) Mi duda es acerca de las posibilidades y la misma legitimidad de dejar el deber total, la compasión y la justicia, a las partes que tienen que administrarlo (las leyes morales tienen que escribirse en leyes civiles/políticas si los deberes de humanidad tienen que conservar algún sentido); dejar lo eterno en el tiempo. La guerra de las esquelas representa un resultado absurdo (con todo mi respeto), trágico, de intentos demasiado apresurados de dar la palabra ahora a quien la perdió. Yo también tengo familiares que la perdieron, y no me queda más remedio que vivir con la imposibilidad de saber lo que pasó (pues sólo conocí esto cuando ya no podía pedir información detallada a quien me lo contó). Pero en todo esto no creo que deban jugar los parlamentos, a destiempo y cambiantes, sino la conciencia madura. Creo que se la sirve mejor (¿no se trata de eso?) cumpliendo lo que me parece la primera obligación, premoral incluso: la intención de verdad y conocimiento. Los errores ya llegarán solos.
Pero no conozco la lectura/aplicación de Reyes Mate.
6 de enero de 2007
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“La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante de su cognoscibilidad. «La verdad no se nos escapará»; esta frase, que procede de Gottfried Keller, designa el lugar preciso en que el materialismo histórico atraviesa la imagen del pasado que amenaza desaparecer con cada presente que no se reconozca mentado en ella. (La buena nueva, que el historiador, anhelante, aporta al pasado viene de
una boca que quizás en el mismo instante de abrirse hable al vacío.” (Walter Benjamin, Tesis..., 5)
Aquí, en provincias, se considera que quizás I. Reguera apuntara en la dirección correcta /link/, que debamos detectar la presencia de una religión académica, una práctica civilizada y muy post de la compasión hacia el ausente (more aproximado al de Derrida, si no me engañó la impresión primera: hacia Paul de Man y Maurice Blanchot).
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De todo esto los chinos poseen muy escasa noticia; aunque el mensaje le estuviera destinado él jamás llegaría a conocerlo por completo, si llegar al centro de cualquier cosa significa acceder a la interpretación correcta, a la ortodoxia.
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“La verdadera imagen...” Es decir, que no constituye objeto/materia de discurso, sino que ahuyenta la reflexión (¿es que ésta se horroriza?). Un objeto que desaparece, si se quiere que no desaparezca del todo, para evitar su ausencia definitiva, debe integrar su propio sentido, ser un fragmento y ser todo, al mismo tiempo. De manera que el historiador viene recargado con las evidencias cartesianas, en los teatros de cristal, donde mejor destellan los fogonazos rápidos, presencias adecuadas a la aprehensión inmediata y sólo a ella. Sin embargo, no se ve cómo se puede hacer discurso comunicable de aquello que se ha negado, por principio, que lo sea; si lo que decimos sobre los hechos históricos debe, finalmente, establecerse como verdad. Por esa razón existe el peligro de no ser escuchada, de quedarse en lenguaje para nadie, y tener que enmudecer. Además, si el alcance de esa verdad es universal, constitutivo, se corre el peligro de permitir la extensión del mal.
Aunque el auditorio, la actualidad, ya se muestra dispuesto a no acoger otro tiempo que el de sus intereses, inmediatos.
La Tesis 6 recuerda las obligaciones: la transformación moral de los hechos en recuerdos, la conversión dialéctica de lo positivo para dar con su verdad encerrada; convocados de improviso por la urgencia histórica.
Una cuestión: una lectura actualizada y ¿edulcorada? de las palabras de Benjamin, ¿pasaría por la aplicación política y partidista del deber hacia las víctimas, i.e., la posición de la memoria histórica como mandato moral?
No se entiende que ese imperativo de recuerdo y justicia sea inadecuado, al contrario: en tiempo de dioses huidos es bueno ponernos límites, trascendencias, aunque sean del tiempo. (También la lengua es de los muertos, y es lo mejor que tenemos, la presencia de su voz ausente: a la imposibilidad de pensarlo la denominamos sistema, langue.) Mi duda es acerca de las posibilidades y la misma legitimidad de dejar el deber total, la compasión y la justicia, a las partes que tienen que administrarlo (las leyes morales tienen que escribirse en leyes civiles/políticas si los deberes de humanidad tienen que conservar algún sentido); dejar lo eterno en el tiempo. La guerra de las esquelas representa un resultado absurdo (con todo mi respeto), trágico, de intentos demasiado apresurados de dar la palabra ahora a quien la perdió. Yo también tengo familiares que la perdieron, y no me queda más remedio que vivir con la imposibilidad de saber lo que pasó (pues sólo conocí esto cuando ya no podía pedir información detallada a quien me lo contó). Pero en todo esto no creo que deban jugar los parlamentos, a destiempo y cambiantes, sino la conciencia madura. Creo que se la sirve mejor (¿no se trata de eso?) cumpliendo lo que me parece la primera obligación, premoral incluso: la intención de verdad y conocimiento. Los errores ya llegarán solos.
Pero no conozco la lectura/aplicación de Reyes Mate.
6 de enero de 2007
Mensonges romanesques
Exhibición de cinismo
"Prácticamente la mitad de las historias acaban mal. Mueren de frío, de tedio, de usos que han perdido la alegría. Pertenece a la contemplación cínica un tipo de conocimiento que da la razón al poder: siendo conscientes de que la derrota de las personas constituirá el triunfo, seguro, de la violencia. También en esto, ¿por qué no? Notarlo en los jóvenes es muy triste, para los adultos ya no hay remedio... Se han desentendido, negocian día a día, se desencuentran. Cuaquier lugar es bueno para rendirse."
"Prácticamente la mitad de las historias acaban mal. Mueren de frío, de tedio, de usos que han perdido la alegría. Pertenece a la contemplación cínica un tipo de conocimiento que da la razón al poder: siendo conscientes de que la derrota de las personas constituirá el triunfo, seguro, de la violencia. También en esto, ¿por qué no? Notarlo en los jóvenes es muy triste, para los adultos ya no hay remedio... Se han desentendido, negocian día a día, se desencuentran. Cuaquier lugar es bueno para rendirse."
Tarde de domingo
(Obligaciones)
Derrida: la razón cartesiana y la locura.
http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/foucault.htm
***
También se deshace el arte del camino, lo que tiene de humano, cálido y agradable el paisaje mínimamente civilizado: encuentra -saludado por un sol que zumba alegre, en enero- una bañera, lo que parece una bolsa de palos de golf y la pantalla destrozada de un televisor viejo. ¿Quién negaría que eso es buena parte de la vida de una ciudad, y en este sitio constituye algo absurdo? Asimismo se tropieza con botellas de plástico y paquetes de tabaco.
***
La mayoría de las personas que confiaron en ti ya no están. La duda es si debe esperar uno a su propia desaparición, si nunca se ha confiado, si ese es realmente el problema. A ellos los has salvado de todos los errores que pudieron cometer. Porque nadie tuvo una claridad total sobre sus asuntos ni sobre los tuyos, no se habían definido bien las reglas (eras demasiado joven y no tenías por que comprender los prejuicios, las durezas, de su experiencia), y no debemos suponer que a partir de ahora la seguridad vaya a ser mayor. De hecho, podemos pensar que lo más normal va a ser lo contrario, el gregarismo de hombres civilizados, compartimentados.
Dejando para los ausentes aquello que podría justificarte en alguna medida, viviendo ciertas ideas como si también para ti hubieran sido escritas, no eres ajeno a la tentación de pensar si la fijación en el pasado no debió tomar parte en la luz intensa -libre, trágica, gozosa, dependiendo del camino que se tomara- de algunas decisiones, si esa firmeza en agradecer, reconociendo que todo es la lengua y lo que se te ha comunicado, no posee igualmente una potencia destructiva, un exceso para lo que tú eres capaz de aguantar. Que nadie te haya visto capaz de soportar nada es un punto en tu cuenta, que no te obligaría a decepcionar a nadie, si bien tampoco tienes que pensar en que iban a sorprenderse.
Derrida: la razón cartesiana y la locura.
http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/foucault.htm
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También se deshace el arte del camino, lo que tiene de humano, cálido y agradable el paisaje mínimamente civilizado: encuentra -saludado por un sol que zumba alegre, en enero- una bañera, lo que parece una bolsa de palos de golf y la pantalla destrozada de un televisor viejo. ¿Quién negaría que eso es buena parte de la vida de una ciudad, y en este sitio constituye algo absurdo? Asimismo se tropieza con botellas de plástico y paquetes de tabaco.
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La mayoría de las personas que confiaron en ti ya no están. La duda es si debe esperar uno a su propia desaparición, si nunca se ha confiado, si ese es realmente el problema. A ellos los has salvado de todos los errores que pudieron cometer. Porque nadie tuvo una claridad total sobre sus asuntos ni sobre los tuyos, no se habían definido bien las reglas (eras demasiado joven y no tenías por que comprender los prejuicios, las durezas, de su experiencia), y no debemos suponer que a partir de ahora la seguridad vaya a ser mayor. De hecho, podemos pensar que lo más normal va a ser lo contrario, el gregarismo de hombres civilizados, compartimentados.
Dejando para los ausentes aquello que podría justificarte en alguna medida, viviendo ciertas ideas como si también para ti hubieran sido escritas, no eres ajeno a la tentación de pensar si la fijación en el pasado no debió tomar parte en la luz intensa -libre, trágica, gozosa, dependiendo del camino que se tomara- de algunas decisiones, si esa firmeza en agradecer, reconociendo que todo es la lengua y lo que se te ha comunicado, no posee igualmente una potencia destructiva, un exceso para lo que tú eres capaz de aguantar. Que nadie te haya visto capaz de soportar nada es un punto en tu cuenta, que no te obligaría a decepcionar a nadie, si bien tampoco tienes que pensar en que iban a sorprenderse.
Críticas de diario
Pozuelo Yvancos en Abcd, 6 de enero de 2007, sobre una novela (Nocilla dream, de A. Fernández Mallo), construida según la estética de los blogs.
La ortodoxia blanda, lo difícil que es renunciar a ser pontífices platónicos, o canónicos.
Ya no hay autos de fe culturales; ahora se evalúan los fallos estructurales: hacia la mitad, o de vez en cuando.
No se condena la obra, se valora la buena intención: la vida de la obra, la alegría y lo novedoso. Pues la literatura debe seguir su historia milenaria.
Los académicos son necesarios, pero inaccesibles. Como inaccesible es el justo medio o punto arquimédico de la crítica literaria: esa escritura de presente que hace visajes a la eternidad. ¿Ésta se entera?
La ortodoxia blanda, lo difícil que es renunciar a ser pontífices platónicos, o canónicos.
Ya no hay autos de fe culturales; ahora se evalúan los fallos estructurales: hacia la mitad, o de vez en cuando.
No se condena la obra, se valora la buena intención: la vida de la obra, la alegría y lo novedoso. Pues la literatura debe seguir su historia milenaria.
Los académicos son necesarios, pero inaccesibles. Como inaccesible es el justo medio o punto arquimédico de la crítica literaria: esa escritura de presente que hace visajes a la eternidad. ¿Ésta se entera?
5 de enero de 2007
Salida/s
Pensamos en la manera de conjurar ese sentido nuevo y triunfante de la riqueza, el ansia de novedades, el imperio total de la moda (para consumidores y ciudadanos: una vez que éstos, faltos de la conciencia de finalidades, son, definitivamente, consumidores de las ofertas políticas). La riqueza siempre abrió el camino, pero ha sido la riqueza democrática y social la que ha terminado por arrumbar con el runrún -monocorde, de un solo corazón- de la tecnoideología todo resto de piedad de que podían vivir las ideologías enfrentadas. Así que añoremos libertades negativas dentro de la fatalidad de la cultura afirmativa en la que nos toca vivir y morir...
Grandes mandatos
“ ...nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia.” (W. Benjamin, Tesis..., 3)
Se convoca (cita, reúne, relata...) el pasado, para la felicidad y la salvación, indistinguibles. Se habla de la existencia de una fuerza depositada en cada una de las generaciones, y del vínculo presente y actuante que las une. ¿Cómo puede hablarse todavía así, si no es manchando la verdad, fingiendo que se cree?
En el presente, ahora de la conciencia, se juzga como si fuera el final: se tiene vocación, o es que el mesías está ausente y se proyecta la gran vocación que debería aguardarle; aunque no está ausente su fuerza, irónicamente reintroducida en el relato, als ob (Tesis, 1).
Lo que saben algunos, la raíz religiosa de la explicación social-histórica, reservado, constituye, no obstante, una fuerza escasa. No se sabe si se podrá evitar la catástrofe. Conviene avisar, en cualquier caso... (Tesis, 2)
El historiador carente de fe reúne todos los hechos: el resultado del juicio (“citation à l´ordre du jour”) los pone en su sitio. No se puede decir que los encadene. Más bien los libera: al entregar el pasado como depósito finalmente significativo, es la realidad histórica (¿por qué no también la naturaleza, la plenitud amistosa de humanidad y naturaleza?) lo que es concedido finalmente a los seres humanos. Entonces, ¿por qué el cronista-historiador lo contaba todo? ¿Qué es lo que esperaba? Seguramente que alguien le agradeciera su fidelidad.
Se tiende a pensar en una disposición metafísica, en un orden oculto en todo lo que sucede, también históricamente. Se trata de una tendencia inconsciente, o que se ha vuelto de esa manera, para lo cual antes hemos tenido que olvidar algo, forzosamente. Probablemente debido a la retirada del escenario histórico-político de la posibilidad real de una ciudad religiosa. Lo que es un acontecimiento magnífico y fundador, que arroja a los seres humanos a su suerte, hasta facilitarles con el arrojo las mismas categorías de su condena filosófica posterior, toda esa sucesión deberá balancearse en frío, siglos después, con la escasa perspectiva que da la vida de la individualidad humana, ajena en su mayor parte al conocimiento histórico, a alimentarlo como su experiencia.
Pero las inclinaciones que no se conocen no son menos activas, al contrario. Casi nada sucede en la superficie. Esto desencadena a su debido tiempo la capacidad del recuerdo: que puede devolver o crear sentidos en los acontecimientos, en la materia neutra de la narración; y denunciar igualmente la misma posibilidad de existencia de unos hechos sin color (vid. Tesis, 4).
Quizás la narración -“los hechos”- no gane claridad (¿nada más que los hechos?), pero sí sabiduría y apertura.
Se convoca (cita, reúne, relata...) el pasado, para la felicidad y la salvación, indistinguibles. Se habla de la existencia de una fuerza depositada en cada una de las generaciones, y del vínculo presente y actuante que las une. ¿Cómo puede hablarse todavía así, si no es manchando la verdad, fingiendo que se cree?
En el presente, ahora de la conciencia, se juzga como si fuera el final: se tiene vocación, o es que el mesías está ausente y se proyecta la gran vocación que debería aguardarle; aunque no está ausente su fuerza, irónicamente reintroducida en el relato, als ob (Tesis, 1).
Lo que saben algunos, la raíz religiosa de la explicación social-histórica, reservado, constituye, no obstante, una fuerza escasa. No se sabe si se podrá evitar la catástrofe. Conviene avisar, en cualquier caso... (Tesis, 2)
El historiador carente de fe reúne todos los hechos: el resultado del juicio (“citation à l´ordre du jour”) los pone en su sitio. No se puede decir que los encadene. Más bien los libera: al entregar el pasado como depósito finalmente significativo, es la realidad histórica (¿por qué no también la naturaleza, la plenitud amistosa de humanidad y naturaleza?) lo que es concedido finalmente a los seres humanos. Entonces, ¿por qué el cronista-historiador lo contaba todo? ¿Qué es lo que esperaba? Seguramente que alguien le agradeciera su fidelidad.
Se tiende a pensar en una disposición metafísica, en un orden oculto en todo lo que sucede, también históricamente. Se trata de una tendencia inconsciente, o que se ha vuelto de esa manera, para lo cual antes hemos tenido que olvidar algo, forzosamente. Probablemente debido a la retirada del escenario histórico-político de la posibilidad real de una ciudad religiosa. Lo que es un acontecimiento magnífico y fundador, que arroja a los seres humanos a su suerte, hasta facilitarles con el arrojo las mismas categorías de su condena filosófica posterior, toda esa sucesión deberá balancearse en frío, siglos después, con la escasa perspectiva que da la vida de la individualidad humana, ajena en su mayor parte al conocimiento histórico, a alimentarlo como su experiencia.
Pero las inclinaciones que no se conocen no son menos activas, al contrario. Casi nada sucede en la superficie. Esto desencadena a su debido tiempo la capacidad del recuerdo: que puede devolver o crear sentidos en los acontecimientos, en la materia neutra de la narración; y denunciar igualmente la misma posibilidad de existencia de unos hechos sin color (vid. Tesis, 4).
Quizás la narración -“los hechos”- no gane claridad (¿nada más que los hechos?), pero sí sabiduría y apertura.
La moda en la argumentación, tonos
(4 de enero de 2007)
A) En la segunda tesis WB recoge una opinión ajena (“dice Lotz”), que menciona una particularidad notable de los seres humanos: el renunciar a la tentación de proyectar la felicidad en el futuro. El no-lugar no tiene que ser buscado en el tiempo por venir, sino que debe ser recuperado en el pasado, en hechos menudos, en acontecimientos que han concluido en fracaso: la redención se limita a días en el campo, mujeres amadas y charlas amigables. No se puede resaltar más la pobreza del pensamiento con el que el ánimo de WB concuerda: parece que es su pobreza, humillada, la que se ha puesto a escribir y aconsejar al lector.
B) “Hubo tiempos más inocentes en los que se imaginó que según fueran avanzando las explicaciones racionales de la naturaleza se aliviaría el peso de la superstición, y que el desarrollo económico y el bienestar irían disolviendo formas de integrismo nacidas de la ignorancia y alimentadas por la pobreza.” (A. Muñoz Molina, El país, 4 de enero de 2007)
La opinión de AMM vive en la riqueza. Debe quererla ahora, y mantenerla para mañana. Un tono irritado, literario y de libelo, hace dudar de los oficios del publicista, introducido entre los aires enrarecidos del pensamiento puro. (Pues en la defensa política de la libertad no se puede no estar de acuerdo.) Los argumentos establecidos al servicio de la demostración de la existencia de Dios no necesitan, a su juicio, de una refutación pormenorizada.
A mí me sucedió, al contrario, no poder entenderlos demasiado bien, moverme con muchas dificultades y fatiga entre la génesis conceptual pensada de las razones (a partir de la teologomaquia de Canterbury), igual que si las voces del diccionario se hubieran vuelto locas. Me sucede atascarme nada más comenzar a recorrer la primera vía, ese itinerario que va de los hechos a su dios, interviniendo en el paso la mente necesitada: no entiendo las razones mágicas de un mundo motivado a realizar sus posibilidades más propias, llamado desde fuera de sí, sin descanso, a ponerse en marcha y dar su fruto. Como este mundo inquieto es inconcebible, si dura demasiado el pensamiento, se le da el nombre de Dios a la paz menesterosamente encontrada. Luego restan otros cuatro oasis para que el pensamiento abreve. Qué difícil es comprender el anhelo que muestran, repetido, las cosas en el pensamiento de los hombres; una vez que las cosas se reúnen en los hechos, dinámicas, cargadas de sustancia y de fuerza, para ser mejor explicadas; moviéndose, las conocemos, nos apercibimos de ellas. Debo achacar todo esto, las dificultades, a debilidad, a mi poca dedicación. Y, aunque me sorprende agradablemente que hombres civilizados hayan alcanzado a saber lo mucho que yo ignoro, estaría encantado de conocer, mediante las oportunas aclaraciones de Muñoz Molina, en qué sentido son innecesarias las refutaciones de argumentos, por otra parte tan peligrosos, puesto que constituyen semillas eternas de odio y de guerra, enemigas de una libertad personal y civil cuyo origen, es hecho conocido, no pudo ser nunca teológico.
Así que relegaremos la petición o solicitud redentora de Walter Benjamin al lugar de los sueños infantiles, cuando se tiene miedo y se necesitan protectores: dioses, padres y maestros.
A) En la segunda tesis WB recoge una opinión ajena (“dice Lotz”), que menciona una particularidad notable de los seres humanos: el renunciar a la tentación de proyectar la felicidad en el futuro. El no-lugar no tiene que ser buscado en el tiempo por venir, sino que debe ser recuperado en el pasado, en hechos menudos, en acontecimientos que han concluido en fracaso: la redención se limita a días en el campo, mujeres amadas y charlas amigables. No se puede resaltar más la pobreza del pensamiento con el que el ánimo de WB concuerda: parece que es su pobreza, humillada, la que se ha puesto a escribir y aconsejar al lector.
B) “Hubo tiempos más inocentes en los que se imaginó que según fueran avanzando las explicaciones racionales de la naturaleza se aliviaría el peso de la superstición, y que el desarrollo económico y el bienestar irían disolviendo formas de integrismo nacidas de la ignorancia y alimentadas por la pobreza.” (A. Muñoz Molina, El país, 4 de enero de 2007)
La opinión de AMM vive en la riqueza. Debe quererla ahora, y mantenerla para mañana. Un tono irritado, literario y de libelo, hace dudar de los oficios del publicista, introducido entre los aires enrarecidos del pensamiento puro. (Pues en la defensa política de la libertad no se puede no estar de acuerdo.) Los argumentos establecidos al servicio de la demostración de la existencia de Dios no necesitan, a su juicio, de una refutación pormenorizada.
A mí me sucedió, al contrario, no poder entenderlos demasiado bien, moverme con muchas dificultades y fatiga entre la génesis conceptual pensada de las razones (a partir de la teologomaquia de Canterbury), igual que si las voces del diccionario se hubieran vuelto locas. Me sucede atascarme nada más comenzar a recorrer la primera vía, ese itinerario que va de los hechos a su dios, interviniendo en el paso la mente necesitada: no entiendo las razones mágicas de un mundo motivado a realizar sus posibilidades más propias, llamado desde fuera de sí, sin descanso, a ponerse en marcha y dar su fruto. Como este mundo inquieto es inconcebible, si dura demasiado el pensamiento, se le da el nombre de Dios a la paz menesterosamente encontrada. Luego restan otros cuatro oasis para que el pensamiento abreve. Qué difícil es comprender el anhelo que muestran, repetido, las cosas en el pensamiento de los hombres; una vez que las cosas se reúnen en los hechos, dinámicas, cargadas de sustancia y de fuerza, para ser mejor explicadas; moviéndose, las conocemos, nos apercibimos de ellas. Debo achacar todo esto, las dificultades, a debilidad, a mi poca dedicación. Y, aunque me sorprende agradablemente que hombres civilizados hayan alcanzado a saber lo mucho que yo ignoro, estaría encantado de conocer, mediante las oportunas aclaraciones de Muñoz Molina, en qué sentido son innecesarias las refutaciones de argumentos, por otra parte tan peligrosos, puesto que constituyen semillas eternas de odio y de guerra, enemigas de una libertad personal y civil cuyo origen, es hecho conocido, no pudo ser nunca teológico.
Así que relegaremos la petición o solicitud redentora de Walter Benjamin al lugar de los sueños infantiles, cuando se tiene miedo y se necesitan protectores: dioses, padres y maestros.
4 de enero de 2007
Descubrimientos
La voz -lograda- es un espejo, un cuerpo y su sombra.
***
Cuando te enciendes, faro de mi alma,
torre de ensueño,
y prendes en tu luz toda la vida
-este doble silencio, mar y playa-
¡qué hermoso eres!
Luego, ¡qué triste
cuando estás apagado,
faro en el día, torre de ladrillo!
Juan Ramón Jiménez, de Eternidades (1918)
***
Porque no se habla de un faro real, sino de una orientación interior, que designa tanto el auténtico yo (el yo en plenitud y superior, según nota al pie de la Antología poética, a cargo de J. Blasco, Cátedra), o más bien su depuración y capacidad totalizadora, como el lugar desde el que se establece la orientación: es también un interior que se cae y se pierde, pasivo. Esto es inquietante para un lector adulto, pues se liga la belleza a la fantasía aislada y a contemplaciones irreales ajenas al trabajo. Se entiende que se está mentando el yo para incitarle a la nueva y vera vida, la dedicación poética: no habrá excesos de contemplación, sobreconocimientos, si no van acompañados de una artesanía lingüística.
No sería extraño que sabios y bienintencionados pedagogos quisieran condenar el abuso de estas ocupaciones, pues amenazan con desatar del todo al joven del training meticulosamente emprendido por la sociedad para convertirle en un consumidor feliz de artículos electrónicos, jalonado el discurrir de sus días normales de periodos de ocio, que no deben hacerle olvidar lo que es y sus obligaciones.
Se echa de menos poder volver a la juventud para dar con el tono vivo de versos e interpretaciones. Los viejos reflexionan sobre lo que dijeron (quizás otros viejos), pero hay algo en lo que saben, en la libertad con que desplazan lo que saben, que tiene ahora un sabor, sí, desagradable. Llaman textos a lo que ha quedado nada más que como el lugar de su comentario, y ésta es una planta de difícil crecimiento, la educación que debe poner en ejercicio, en otro, el calor del alma, el fuego de las palabras.
***
¿Cómo poder decir, atreverse a sostener, que se ha propagado un odio a las palabras? Que toda la comodidad que se quiere para lo que se aprende ha arraigado en la muerte de lo más bello que tiene un niño, el descubrimiento del mundo. Qué poco trabajo cuesta deshacer la obra natural, convencernos y convencer del derecho a la facilidad.
***
Cuando te enciendes, faro de mi alma,
torre de ensueño,
y prendes en tu luz toda la vida
-este doble silencio, mar y playa-
¡qué hermoso eres!
Luego, ¡qué triste
cuando estás apagado,
faro en el día, torre de ladrillo!
Juan Ramón Jiménez, de Eternidades (1918)
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Porque no se habla de un faro real, sino de una orientación interior, que designa tanto el auténtico yo (el yo en plenitud y superior, según nota al pie de la Antología poética, a cargo de J. Blasco, Cátedra), o más bien su depuración y capacidad totalizadora, como el lugar desde el que se establece la orientación: es también un interior que se cae y se pierde, pasivo. Esto es inquietante para un lector adulto, pues se liga la belleza a la fantasía aislada y a contemplaciones irreales ajenas al trabajo. Se entiende que se está mentando el yo para incitarle a la nueva y vera vida, la dedicación poética: no habrá excesos de contemplación, sobreconocimientos, si no van acompañados de una artesanía lingüística.
No sería extraño que sabios y bienintencionados pedagogos quisieran condenar el abuso de estas ocupaciones, pues amenazan con desatar del todo al joven del training meticulosamente emprendido por la sociedad para convertirle en un consumidor feliz de artículos electrónicos, jalonado el discurrir de sus días normales de periodos de ocio, que no deben hacerle olvidar lo que es y sus obligaciones.
Se echa de menos poder volver a la juventud para dar con el tono vivo de versos e interpretaciones. Los viejos reflexionan sobre lo que dijeron (quizás otros viejos), pero hay algo en lo que saben, en la libertad con que desplazan lo que saben, que tiene ahora un sabor, sí, desagradable. Llaman textos a lo que ha quedado nada más que como el lugar de su comentario, y ésta es una planta de difícil crecimiento, la educación que debe poner en ejercicio, en otro, el calor del alma, el fuego de las palabras.
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¿Cómo poder decir, atreverse a sostener, que se ha propagado un odio a las palabras? Que toda la comodidad que se quiere para lo que se aprende ha arraigado en la muerte de lo más bello que tiene un niño, el descubrimiento del mundo. Qué poco trabajo cuesta deshacer la obra natural, convencernos y convencer del derecho a la facilidad.
Referencias
Qué suerte poder dar nombre a las cosas, llamarlas y que acudan, sonrientes.
Las tenemos en la memoria, ya, antes de nombrarlas. Cuando faltan los términos adecuados conocemos, de una forma realmente privilegiada, la situación que define lo que es referencia: las cosas están ahí, aunque no acuden; igual que personas conocidas de las que hemos olvidado el nombre, a las que no queremos encontrar para evitar no saber qué decir, ni a quién decirlo. A mí me sucede encontrarlas.
Subjetivamente se alcanza el convencimiento acerca de la función de las palabras; y verdaderamente no sé que otra cosa podría ser estar convencido si no es estarlo personalmente, en carne y hueso, por así decirlo. Así que la referencia está ahí, enfrentada, como un objeto, pidiendo que la designemos, que escojamos un modesto símbolo para su existencia. La necesidad que tienen las cosas de que las digamos es la que nosotros tenemos de poder decirlas para comunicarnos, unos con otros: la acción de traducir, tan reflexiva, civilizada, elitista, es lo mismo que el deber del que viaja a un país extranjero para quedarse a vivir allí, una obligación cartesianamente nada provisional. En efecto, al llegar a la vida todos somos extranjeros, y somos inmediatamente rodeados por la obligación de nombrar, aunque es un mandato social al que normalmente nos sometemos gustosos.
La satisfacción de una necesidad, la relación de signos y objetos que instituimos y nombramos -también- como referencia, podrá completarse luego con todo lo que sabemos o suponemos acerca de la cosa, sean discursos nacidos del rigor o de la superchería. Esto último, en el caso de la política, que podría ser el origen del lenguaje, sería una situación muy grave, porque habríamos dejado la facultad y efectos de la designación sin los objetos adecuados, quebrando las intenciones, la letra y finalmente el espíritu.
***
(A propósito)
“Intelijencia, dame / el nombre esacto de las cosas! / Que mi palabra sea / la cosa misma, / creada por mi alma nuevamente.” (De Eternidades, Juan Ramón Jiménez)
***
La inteligencia poética contiene enseñanza y recuerdo, dentro de ser palabra comunicada que incide en el tiempo de los hombres. (Si no, ¿sería teología para los dioses, destinada -por ellos mismos- a seres solos, absolutos y alejados?) La poesía es recreación de las cosas, cuando las dice: fundición de órdenes lingüísticos, desde el yo hasta la realidad, viviendo entre hombres, como palabra que es, constitutivamente, en relación.
...Aunque el lenguaje viene movido por el amor y precisa que la misma inteligencia se nombre a sí misma. El lenguaje nace ya, íntimamente, preñado de una especie de dolor, un fruto de amargura. La misma diferencia entre la cosa y su conocimiento (y después su reconocimiento, para no olvidarla del todo), que lo ha creado, se reinstaura después en la forma de sufrimiento y reflexión.
Si la poesía llega para satisfacer el anhelo de asignar nombres, creando y recreando palabras y objetos, gozando en su juego, habrá que imaginar lo más antipoético que existe, el olvido, las formas de la muerte...
Las tenemos en la memoria, ya, antes de nombrarlas. Cuando faltan los términos adecuados conocemos, de una forma realmente privilegiada, la situación que define lo que es referencia: las cosas están ahí, aunque no acuden; igual que personas conocidas de las que hemos olvidado el nombre, a las que no queremos encontrar para evitar no saber qué decir, ni a quién decirlo. A mí me sucede encontrarlas.
Subjetivamente se alcanza el convencimiento acerca de la función de las palabras; y verdaderamente no sé que otra cosa podría ser estar convencido si no es estarlo personalmente, en carne y hueso, por así decirlo. Así que la referencia está ahí, enfrentada, como un objeto, pidiendo que la designemos, que escojamos un modesto símbolo para su existencia. La necesidad que tienen las cosas de que las digamos es la que nosotros tenemos de poder decirlas para comunicarnos, unos con otros: la acción de traducir, tan reflexiva, civilizada, elitista, es lo mismo que el deber del que viaja a un país extranjero para quedarse a vivir allí, una obligación cartesianamente nada provisional. En efecto, al llegar a la vida todos somos extranjeros, y somos inmediatamente rodeados por la obligación de nombrar, aunque es un mandato social al que normalmente nos sometemos gustosos.
La satisfacción de una necesidad, la relación de signos y objetos que instituimos y nombramos -también- como referencia, podrá completarse luego con todo lo que sabemos o suponemos acerca de la cosa, sean discursos nacidos del rigor o de la superchería. Esto último, en el caso de la política, que podría ser el origen del lenguaje, sería una situación muy grave, porque habríamos dejado la facultad y efectos de la designación sin los objetos adecuados, quebrando las intenciones, la letra y finalmente el espíritu.
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(A propósito)
“Intelijencia, dame / el nombre esacto de las cosas! / Que mi palabra sea / la cosa misma, / creada por mi alma nuevamente.” (De Eternidades, Juan Ramón Jiménez)
***
La inteligencia poética contiene enseñanza y recuerdo, dentro de ser palabra comunicada que incide en el tiempo de los hombres. (Si no, ¿sería teología para los dioses, destinada -por ellos mismos- a seres solos, absolutos y alejados?) La poesía es recreación de las cosas, cuando las dice: fundición de órdenes lingüísticos, desde el yo hasta la realidad, viviendo entre hombres, como palabra que es, constitutivamente, en relación.
...Aunque el lenguaje viene movido por el amor y precisa que la misma inteligencia se nombre a sí misma. El lenguaje nace ya, íntimamente, preñado de una especie de dolor, un fruto de amargura. La misma diferencia entre la cosa y su conocimiento (y después su reconocimiento, para no olvidarla del todo), que lo ha creado, se reinstaura después en la forma de sufrimiento y reflexión.
Si la poesía llega para satisfacer el anhelo de asignar nombres, creando y recreando palabras y objetos, gozando en su juego, habrá que imaginar lo más antipoético que existe, el olvido, las formas de la muerte...
3 de enero de 2007
Tiempos
Normalmente no dispongo de los conceptos precisos.
El ángel de Klee/Benjamin se horroriza y pasa de largo, el dios nos trasciende de mala manera, dándonos de lado...
La tentación es interpretar, inmediatamente, la imagen en el texto, deshacer la carne de las figuras e ir a las categorías más a la mano, el espacio y el tiempo...
El tiempo. La plenitud o la ruina del aquí, del presente, cuando el sentido les es concedido, gracias a la interpretación, corresponden a lo eterno, también a lo que retorna circularmente: porque el instante nietzscheano debe ser el lugar de lo eterno, si la voluntad afirmativa es sustancia, la realidad toda (pero yo hablo de oídas). La fuga del ángel toca, tangencialmente, el círculo del presente eterno (ya está, la identificación prohibida), equivale a un concepto lineal de tiempo, igual que la trayectoria de una estrella fugaz, que nace en un momento y luego desaparece. Qué amigos somos de las figuras, de imaginarnos la noche y la estrella!
Pero no simplifiquemos, quizás el tiempo del ángel y el nuestro sea el mismo: los datos que le enviamos desde la historia no son acciones puras, sino negaciones, el mal; los instantes nuestros representan fragmentos de injusticia; su horror, la necesidad mesiánica, la redención. Entonces, el tiempo es librado de sus malas interpretaciones geométricas, lineales, circulares... Por ahí atisba mi pobre inteligencia de la tesis primera de WB, contempla la desidentificación del materialismo con la historia positivista, la postulación irónica (¿y si?, als ob) de la teología, la necesidad de la compasión: el tiempo lineal del progreso acumula males sin cuento, dolores, muerte... La salvación no se deja para el futuro, consiste en una reintegración de lo pasado. Quizás esto valga también para las narraciones, que, si han de ser verdaderas, deben separar al narrador de las ambiciones del mundo. ¿Dónde se encuentra ese valor?
***
Al salir, tenía que admirar el orden tranquilo de lo que se encontraba, los edificios, los obreros retirando los artilugios navideños, la gente que iba o venía de comprar, arremolinada delante del teatro, en las plazas y en las calles... Le sería imposible retener todas las caras, eso lo sabía (así conocía que, al final, tenía que fracasar); la enorme fuerza de la ciudad, que sobrevivía dignamente al tiempo, y se prometía más tiempo aún, le sobrecogía. Todo. El tráfico, los niños jugando en el parque, el llanto innecesario, aunque discreto, de una muchacha sentada en un banco (¿a qué se deberían sus lágrimas?); sus ojos de incrédulo tenían que ir registrando lo que veía, anotándolo en su intención de guardar, que sólo él conoce.
***
Confío en las palabras, una vez que he dejado de hacerlo en mí: qué curioso e irónico!
El ángel de Klee/Benjamin se horroriza y pasa de largo, el dios nos trasciende de mala manera, dándonos de lado...
La tentación es interpretar, inmediatamente, la imagen en el texto, deshacer la carne de las figuras e ir a las categorías más a la mano, el espacio y el tiempo...
El tiempo. La plenitud o la ruina del aquí, del presente, cuando el sentido les es concedido, gracias a la interpretación, corresponden a lo eterno, también a lo que retorna circularmente: porque el instante nietzscheano debe ser el lugar de lo eterno, si la voluntad afirmativa es sustancia, la realidad toda (pero yo hablo de oídas). La fuga del ángel toca, tangencialmente, el círculo del presente eterno (ya está, la identificación prohibida), equivale a un concepto lineal de tiempo, igual que la trayectoria de una estrella fugaz, que nace en un momento y luego desaparece. Qué amigos somos de las figuras, de imaginarnos la noche y la estrella!
Pero no simplifiquemos, quizás el tiempo del ángel y el nuestro sea el mismo: los datos que le enviamos desde la historia no son acciones puras, sino negaciones, el mal; los instantes nuestros representan fragmentos de injusticia; su horror, la necesidad mesiánica, la redención. Entonces, el tiempo es librado de sus malas interpretaciones geométricas, lineales, circulares... Por ahí atisba mi pobre inteligencia de la tesis primera de WB, contempla la desidentificación del materialismo con la historia positivista, la postulación irónica (¿y si?, als ob) de la teología, la necesidad de la compasión: el tiempo lineal del progreso acumula males sin cuento, dolores, muerte... La salvación no se deja para el futuro, consiste en una reintegración de lo pasado. Quizás esto valga también para las narraciones, que, si han de ser verdaderas, deben separar al narrador de las ambiciones del mundo. ¿Dónde se encuentra ese valor?
***
Al salir, tenía que admirar el orden tranquilo de lo que se encontraba, los edificios, los obreros retirando los artilugios navideños, la gente que iba o venía de comprar, arremolinada delante del teatro, en las plazas y en las calles... Le sería imposible retener todas las caras, eso lo sabía (así conocía que, al final, tenía que fracasar); la enorme fuerza de la ciudad, que sobrevivía dignamente al tiempo, y se prometía más tiempo aún, le sobrecogía. Todo. El tráfico, los niños jugando en el parque, el llanto innecesario, aunque discreto, de una muchacha sentada en un banco (¿a qué se deberían sus lágrimas?); sus ojos de incrédulo tenían que ir registrando lo que veía, anotándolo en su intención de guardar, que sólo él conoce.
***
Confío en las palabras, una vez que he dejado de hacerlo en mí: qué curioso e irónico!
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