Sentido, escrito:
En un día perfecto, para el que no hay palabra ni imagen, los dioses (es decir, los padres) se expresan en el silencio del camino, en el gozo tardío y algo alocado de los pájaros o en una mariposa que emprende su vuelo fugitivo. Hasta en el curso del camino de tierra mismo, bordeando el barranco, y en las pequeñas parcelas que se han ido ganando con los siglos a una tierra baldía.
En este primero de noviembre perfecto las gentes se reúnen en la rambla, para mirar o comerciar con el ganado. Y aunque ahora casi todo el espacio que se ve desde el puente lo ocupan los coches aparcados, no sabría negarme a mí mismo, que sé que tengo que perder esa alegría conforme hayan pasado las horas, la impresión -que nada iguala- del hilo que une a los vivos con los padres ausentes.
...
Pero es primero un pensamiento (¿lo es?) el que rompe la callada luz matinal: un indeseado malestar del ánimo se infiltra entre las ideas, para dar significado o restarlo (no se sabe) a la primera impresión, y recuerda el olor a pólvora, las palabras incendiarias, el peligro conocido del partidismo.
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