La fluencia de los recuerdos no siempre resulta inteligible, ni siquiera para quien recuerda---
Mucho menos ha de comprenderme el otro, vaya o no conmigo---
Actúan (en las cosas que vamos recordando) mecanismos asociativos bien conocidos (siempre tuve por sabio a William James, de quien nada sé), aunque luego el funcionamiento de la memoria, del lenguaje que la traslada a la consulta pública, parezca no obedecer a ningún orden---
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Un ejemplo:
Vestía ya de negro, como si tuviera que guardar luto por su persona. Hacía tiempo que no le veía. Al verle, no supe si alegrarme: porque no paseaba por este mundo---
Se tiene que pensar como Hans Mayer (Jean Améry), con un resentimiento fundamental hacia los acontecimientos---
El tiempo acaba claudicando (los relojes no, son los cuerpos los que se vencen): de quien actuaba sólo se conserva la fachada de una casa que tiende a caerse a pedazos, sobre la acera---
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Pienso en todo esto ojeando un libro de las fiestas, observando como los antepasados se parecen a nosotros: en las fotografías en blanco y negro---
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