De un texto de José Casanova, "Religiones públicas en un mundo global": la neutralidad de las ciencias sociales bajo un doble aspecto: a) celeste, b) irrelevante.
a) Al considerar el vínculo entre nación y religión de un modo transhistórico, de forma que en la sucesión de las épocas, en espacios y tiempos diferentes, se van repitiendo los mismos esquemas de sentido colectivo.
b) Porque para nada y en nada se responde con esa olímpica consideración a los aspectos más desagradables de la realidad social: la coartación presente de la libertad individual, pues el individuo no espera a la donación de sentido, es previo al sentido y es lo único real. Este núcleo ético suele ser soslayado (no creo que de forma inocente, no creo en la ingenuidad postedénica) por las críticas que pretenden alcance universal (reflexivo) para los mismos modelos críticos (postcríticos = deconstructivos) que orientan el discurso político occidental, cifrado en ese contrato entre iguales que no puede significar más que el par kantiano de libertad y dignidad (si es que queremos ponerle nombre a las cosas, a las ideas). A la urgencia de la única vida (consecuente ateísmo no cínico) no responde ningún modelo de sentido eterno, o cíclico o transhistórico. Veo en estos bucles deconstructivos el peligro de las tibias teologías prestas a ser aprovechadas por los rufianes de la noche oscura y las mercancías de contrabando totalitarias, teocráticas o no.
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