No comprendo esta grosera identificación con los valores juveniles, con la santificación de la barbarie: lo comprendería si me encontrara en presencia de un joven sabio, por monstruosa que una cosa así parezca, y entonces para mí no sería un joven sino un sabio y nada más---
Pero no veo ninguna razón en la santificación de la juventud de los genes, como si ahí estuviera todo el cielo prometido y al alcance---
Ni en la brutalidad del igualitarismo y la negación de la experiencia, como si ésta hubiera de representar una vergüenza o algo similar, que nada tendría que decir delante de la frescura de las razones adolescentes---
Tanto más despreciable me tiene que parecer (¿me equivoco?) la figura del adulto que se cuestiona y se acompleja---
Este personaje plasma el arquetipo del hombre que se odia a sí mismo: ¿no ha encontrado razón en su existir?, ¿una narración que le convenza?---
Quizás sea que voy entendiendo cada vez menos la cálida comprensión de los errores (cuando lo sabe el que los comete, y se encadena al calor ajeno de las razones, al perdón psicológico, médico, social)---
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