Felicidad: no como un estado, ni como una actividad... sino como un tránsito o momentáneo residir en (no) lugares sin identidad, ni memoria, ni relaciones---
Autovías y centros comerciales consagran el sábado: la fiesta, la excepción, el ocio---
(Entre el viernes y el lunes, y un insulso domingo de espera aburrida, o de inquietud, en la ribera del Jarama---)
Para esta felicidad maximizada (faltan nuevos hallazgos tecnológicos) los riesgos están calculados: se trata de un cálculo matemático o económico (es lo mismo: igual disposición para la abstracción, el control, el olvido) que no tiene en cuenta el lado oscuro, que no tiene en cuenta nada más que los paraísos artificiales del consumo, las galerías y pasillos de aire enviciado y estupefaciente---
Sí, un hombre que compra podría ser un hombre que sonríe---
Independientemente de lo que consuma, pues puede tratarse de un objeto (libro, película) que represente el horror---
Los espacios de gran consumo han logrado recrear apropiadamente la ilusión de realidad (pues no son lugares realmente reales, que son aquéllos en los que vivimos, trabajamos y sufrimos de lunes a viernes): en el segundo piso del enorme centro comercial no le queda a uno más remedio que sorprenderse cuando ve el enorme aparcamiento al otro lado de los ventanales, a la misma altura. Para aclararse la ilusión (yo he dudado: no sabía en qué planta estaba) no se precisa más que salir a mirar: es una segunda planta de aparcamientos, al aire libre, a la que se accede directamente desde la carretera, aprovechando la disposición del terreno y que el centro comercial se encuentra enclavado en una especie de falda o barranco---
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