... nos servimos tan gustosamente, también los enemigos de sus dispositivos, nos deja tirados.
Los enemigos de sus dispositivos no sabemos qué es lo que tenemos que hacer en estos casos: insuficiencias de la educación humanista. Torpeza, incapacidad.
Nos damos cuenta de que nos modifica la existencia -la nuestra, la técnica nos modifica- el día mismo que nos falla: que no podemos escribir. Se escribe gracias a la técnica mágica y remota, contra la técnica. Se vive en esa contradicción (¿desagradecidos?, ¿ignorantes?) y no hay más remedio que amarla, excepto cuando esa contradicción nos exige que actuemos. Entonces no la amamos. No somos capaces de amar a nadie, por culpa de la técnica, de las máquinas, de la información.
Nos han echado de casa, como si dijéramos, o sin decirlo: porque fuera de la vida que compartimos -a la fuerza- con las máquinas no sabemos estar. ¿Qué sería de nosotros, de los pobres espíritus, si nos quitaran la pantalla para ver lo que vamos escribiendo, publicarlo y alejarlo de nosotros? Demasiado tiempo se ha callado, nos hicieron callar o hicieron callar a otros. No. Lo nuestro es hablar, pero necesitamos ser asistidos porque no podemos hablar solos. Nadie nos escuchará, pues no tenemos nuevas buenas o malas para contarles y distraerles de su ajetreo, de su obligación de ganarse la vida o de su descanso de esa obligación: turismo, vacaciones, verano, calor. Sí. Ha fallado la conexión a Internet y ha menguado la persona. Sed, hambre. Buscar un locutorio, un sitio donde haya Internet. Ahora, entre el calor, sonámbulo o casi, automatizado el paso por la calle, sin mirar a nadie. Automatizada la residual inteligencia, incitada por nombres y verbos sueltos.
Sin la máquina no es nadie nuestra conciencia. Aunque sea inexistente, quiere nuestra conciencia ser alguien o algo. Sujeto u objeto, lo mismo da. Perseverar es el nombre. Para mantener su calor que imita la vida se ha hecho menesterosa del frío: la información es ausencia de vida, la vida resuelta en su contrario. La vida ausentada que discurre por cables fríos. Hasta dar con la pantalla y su resto de calor, con el ruido de la máquina informática y su resto de voz, ventiladores que enfrían su corazón.
Sí, es verdad, ha fallado la conexión a Internet. La línea está afectada por un incidente.
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