La horrible y decadente fealdad de puertas y ventanas, que se condenan o se abren a la nada, no debería bastar esta mañana para herir la belleza del mundo.
De lo que será testigo la caricia del aire a su paso por entre las hojas de los árboles y los zaguanes de los hombres: lo que ellos respetan con un silencio que casi no se profana.
(Decía sin porqué.)
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