Cuántos desastres por pensar oscuramente!
Por conceder al cuerpo sus razones o por debilitar las de la mente.
La religión asiste al débil que ha equivocado las normas de la única sustancia: la ley de hierro de la razón. (Parménides o Spinoza. Lo demás, literatura dominical mala.)
Todavía consentiríamos en el error, pero no (jamás!) en la invasión de una idea que acaba reclamando... sus derechos. Callándonos.
Quiero pensar que el método es un sendero arduo que no tolera imposturas.
...
Yo sé que no soy quién para entender la vida un día más. A ese desconocimiento los juicios de valor lo denominan suerte, y nombres todavía más bellos que se confunden con lo necesario; pero nadie del linaje del jardinero de Samos consentiría en la mezquindad de dedicarse un dios a los negocios de sus días (no los del dios, los de él). A esa opacidad (sin hacedor) yo la llamo ser y vive en la lengua.
***
¿Quién es pobre?
Al cuidado de casi nadie, tú tampoco eres mucho mejor: porque así sucede -egoísta, estúpido- es por lo que estás ausente de todos.
Pobre para poderte comprender: aun la sintaxis te huye. Se diría que en la mitad de tus líneas. ¿Qué orden del mensaje es éste, que no aparece?
Tu divisa: entre el sueño de nadie rilkeano y el loado sea de Elytis.
Ya te explicarás.
¿Ya me explicaré?
***
-A tu manera arriesgas.
-¿?
-Haciéndote querer de los distantes.
-¿?
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