22 de octubre de 2007

La verdad...

... , pocas ganas de escribir. No sé si por culpa de la dermatitis, en lo que no me gusta pensar por cierta aprensión no bien diagnosticada que tengo, y yo me entiendo---

O no---

Pero no hay excusas para no escribir, si uno puede hacerlo, si -tocando madera- la salud acompaña---

¿Por qué no va a valer para esto la ética protestante? A mí, que aborrezco la pereza latina y toute joie de vivre.

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A eso vamos:

A la verdad: y la verdad es que el documento "El catecismo del buen socialista", boletín nº 56 de FAES, de fecha 19 de octubre de este año, me parece un muy flojo documento retórico político en un asunto que podría dar más juego, si la habilidad fuera mayor---

Porque no engrana de ninguna forma la premisa políticamente interesada, acerca de la intención del gobierno socialista de conseguir una recua de votantes manipulados (premisa que es legítimo mantener, en tanto expresamente se conozca que se trata de un juicio de intenciones), con la premisa fáctica (exemplum) consistente en (construida o inducida a partir de) la revisión somera de algunos manuales de Educación para la ciudadanía. Y no engrana porque las leyes (y hasta los reglamentos) son cosa del gobierno, pero los manuales son cosa de las editoriales, que son asunto privado (aunque interesado, of course). Así que toda conclusión estará viciada. Máxime cuando en el mismo documento de FAES se reconoce que se trata de una materia "paneuropea", por así decirlo. Y luego está la deliciosa contradicción de la derecha utilizando el argumento de calidad educativa al mismo tiempo (y esto es lo fundamental) que supone que lo que no han conseguido los profesores a pesar de las leyes (esto es: educar, enseñar, instruir, etc.), lo van a conseguir esos mismos profesores, por arte de magia será, a la hora de manipular a los inocentes alumnos, hasta convertirlos en dóciles súbditos del pensamiento único.

Pero vale la pena leer el documento, porque también de los errores se aprende. De los malos documentos retórico-políticos. Que no prueban nada, porque no saben nada. De nada.

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A lo otro vamos:

Se tiene que pensar que la significación es interna al lenguaje, para lo cual no hay más que perderla, perdiendo la razón que la sostiene y que lo sostiene, si es preciso. La boutade foucaultiana (en lo que se incluye todo un género similar de boutadaes), a la hora de inscribir el reino de la razón (y los correlativos de la loca sinrazón, de la anormalidad criminal, patológica, etc.) en ubicuos juegos de poder, no aguanta el testimonio de cualquier sujeto que, en los márgenes objetivos (él no puede ignorar ese punto; ése no) entre la normalidad y lo patológico, conoce cartesianamente que el buen funcionamiento comunicativo (en el que quiere seguir incluyéndose) no puede consistir en un mero artificio lingüístico, ajeno por completo a la referencia. Si no le queda ésta, pierde también el mundo. Es decir, que no ha alienado solamente su razón, sino la intención de realidad, y con ello cualquier deseo. Y eso es Nada.

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