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25 de octubre de 2007
Consejos para un joven escritor
Quien fuera enteramente consecuente con los principios que públicamente dice mantener, si no quiere ser tenido como un redomado hipócrita y espíritu poco de fiar entre las mujeres y las nobles gentes en general, haría bien en tomar por modelo continuado para la conducta en su vida, sin excepciones, ese embudo enorme que se encuentra en el Parque de las Ciencias de la ciudad española de Granada, al final del pasillo de entrada, en una de las salas que se encuentran a la izquierda, que está siempre solicitado, en particular por los niños, y que sirve para simular el funcionamiento de un agujero negro, para lo cual se arroja una bola de billar en la parte de arriba de la boca del embudo, de manera que se vaya moviendo circularmente en el interior de ella, o más bien en espiral, en círculos cada vez más pequeños y rápidos hasta que se precipita con la máxima velocidad por el agujero del fondo, conforme a lo que debe suceder con los objetos (también la luz) cuando han caído en la esfera de influencia o atracción fatal de esas masas o puntos incomprensibles para la humana razón que son los agujeros negros. Así habrá de entender el joven escritor el significado de sus acciones y visiones, su trato con las palabras y con la vida, reduciendo cada vez más intensivamente su contacto con el mundo externo y con los demás seres humanos, hasta despojarse de su propia conciencia en un instante glorioso de luz y palabra que es su final y su silencio, confesándose a sí mismo (pues ninguna otra cosa tiene por bien fundada) que el ser es y que nada es.
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