4 de septiembre de 2008

Vaya vida!

Sustituía la experiencia por la lectura de diarios, impandiendo cada vez más el círculo, en la medida en que tenía que inventarse las palabras---

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Demagogia:

Al conocer que los diputados del Reino son los más austeros de la Unión Europea alguien -yo, por ejemplo- tendría que maravillarse de que en Europa no hay peligro -pero ninguno- de que desaparezca la clase de los cleptócratas; y de que los pobres diputados españoles representen un oasis de honradez en el desierto general, tanto que tendríamos que lamentar la congelación de sus salarios, si es que llega tan terrible e innecesario mal.

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Paradojas: renegar del mundo y vivir, para no morir ni delinquir, como un sablista. Bloy en sus Diarios.

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Un divino pedigüeño, encantado de haberse conocido, antes (¿lo espera?) de ascender de las simas del siglo a los abismos teocráticos (en lo alto)---

Bloy no debería parecernos simpático, pero sí que debería parecernos esencial; y lo es en no pocos momentos de esta obra tremenda, sus Diarios, merecedores de íntegra traducción (y no sólo la digna muestra de Acantilado).


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No servirá de mucho -porque ¿quién ha de creer en el poder de las citas?- pero...

En M. Alberca, El pacto ambiguo: la idea, que a mí me parece reçue, de que la autoficción cuenta con un sujeto debole acomodado al epos postmoderno (es un decir lo de epos). No. No habrá de ser trágico el sujeto, que es gran palabra la tragedia, pero sí un sujeto desesperado o desasosegado (Bloy/Pessoa).

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